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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

sábado, 26 de agosto de 2023

MONTEVIDEO, UNA VISITA AL PASADO (CRÓNICA DE VIAJE)




25 de julio. Martes. Mientras en Trujillo organizaba mi viaje, surgió la idea de dar un salto a Montevideo. Un salto también al pasado. Una de las razones que me movió a hacer esta rápida visita era encontrarme con esos momentos de mi adolescencia, cuando en Arequipa escribía cartas a filatélicos interesados en intercambiar estampillas. Así conocí a Gustavo Ruibal, calle Dublín 1969. Hasta ahora recuerdo su dirección. Gustavo era un filatélico que tenía casi mi edad; me escribía con largos intervalos y sus cartas fueron siempre un intercambio de ideas sobre su país, su política, su vida cultural. Cuando nos mudamos a Trujillo, pasó lo de siempre: perdí sus cartas, pero nos seguimos carteando. En Trujillo mi padre había alquilado una casilla postal en la cual depositaban las cartas enviadas para la empresa de mi padre y para nosotros. Siempre iba por el Correo para darme una vuelta por las casillas. Cierta vez, me mandó un marcador de libro que su hermana había hecho y, lastimosamente, se me extravió; le pedí uno nuevo y gustosos, tanto él como su hermana, me enviaron uno nuevo que aún conservo. Pero un día llegó una carta con una letra parecida a la de Gustavo; abrí la carta y la comencé a leer con extrañeza. En las primeras líneas se presentó Graciela, la hermana de Gustavo; ella me informó la triste noticia de que Gustavo había fallecido por leucemia; quedé muy impactado, tanto así que no recuerdo si le escribí. Desde ese entonces, en 1975, tuve la idea de algún visitar Montevideo, la ciudad de Gustavo, y tratar de conocer a su familia. Hice, incluso, una visita por Google Maps a la calle y casa en la que vivía su familia. Pero, ¿habría cambiado de propietario tras 48 años? ¿sería la misma casa? ¿su hermana Graciela viviría? Muchas preguntas surgieron en mí cuando compraba el pasaje por Buquebus de ida y vuelta. Iba por prácticamente día y medio a Montevideo. Había pedido en el hotel que me llamasen temprano y ordenasen un taxi para ir con tranquilidad a Puerto Madero, donde se halla la terminal. Puerto Madero ha tenido una transformación notable, según leía, y se ha vuelto también en un espacio de arte y cultura (https://buenosaires.gob.ar/laciudad/barrios/puerto-madero). Hay tanto por conocer que obligan a tener que retornar (https://tn.com.ar/sociedad/2021/01/06/puerto-madero-27-lugares-imperdibles-para-visitar-al-aire-libre/). Pero, obviamente a las 6:30 de la mañana era bastante difícil ver algo para deleitar la vista. Pasé mi maleta para comenzar a embarcar: pasamos el control de pasaportes (ahora Argentina no pone sello en el pasaporte) para salir de Argentina y entrar a Uruguay. El viaje en el ferry de Buquebus fue tranquilo y muy cómodo, el nombre de este era Francisco (imagino por el papa argentino) (https://vadebarcos.net/2014/03/03/ferry-alta-velocidad-ropax-francisco-buquebus/). Me hacía mis viajes en ferry en Dinamarca, cuando estuve becado entre los años 1994 y 95, comunicación vital entre las numerosas islas de ese país. Yo vivía en una, Bornholm, que quedaba a 7 horas en ferry de Copenhague. En el viaje, quería ver hacia el exterior, pero se veía poco el estuario del río de La Plata, prácticamente un océano de agua dulce (https://www.fundacionaquae.org/wiki/rio-de-la-plata/). El calor del interior creaba un paño de humedad con el frío del exterior (unos 9 a 10 grados). Llegamos un poco más de 3 horas y media a Montevideo. Por no conocer las reglas del juego, no había cambiado moneda a pesos uruguayos, moneda más estable que el peso argentino. 

Al descender, pedí información al respecto. Podía cambiar dinero en una tienda en la Rambla 25 de Agosto, frente al terminal. Estaba en Montevideo, una ciudad más pequeña que Bs. As. Era otra atmósfera y la gente caminaba con menos presión que en la urbe bonaerense. Puse el Google Maps y caí en la cuenta de que no estaba lejos de mi hotel: Hotel Palacio (https://hotelpalacio.com.uy/). Caminaba por las tranquilas calles del Mercado del Puerto, sitio al cual me hubiera gustado regresar para almorzar en alguno de sus restaurantes (https://montevideo.gub.uy/areas-tematicas/cultura-y-tiempo-libre/ferias-y-mercados/mercado-del-puerto). No se pueden hacer todas las cosas que uno desea. Quería dejar mi maleta y ver el Montevideo viejo. Y lo iba a hacer. Crucé diversas calles en las cuales también podías ver algunos buenos palacetes de las épocas de la migración. Al llegar a mi hotel, aún mi habitación estaba ocupada. Dejé mi maleta, pregunté en Recepción sobre la calle Dublín y el señor me respondió amablemente que él vivía en esa calle. En una ciudad de casi dos millones de personas y veo esta coincidencia. Me dio un mapa para poder ubicarme y salí para ir a ver la ciudad, su historia. Había atravesado plazas y calles por las cuales regresaría al día siguiente en mi corta estancia. Ahora quería ir al corazón de Montevideo y este estaba cerquísima. Bastaba salir y doblar por la calle peatonal Sarandí, caminar hacia la Puerta de la Ciudad y encontrarse con la Plaza de la Independencia. En el camino, me encontré con una librería: Librería Puro Verso (http://libreriapuroverso.com/lpv/inicio). 


Como Buenos Aires, esta librería tiene una cafetería en la segunda planta (o primer piso, cuidado con la nomenclatura que es diferente a la nuestra) y unos bellos vitrales. Viajar y comprar libros puede ser una pesadilla al final por el peso que uno tiene que cargar. Me limité a comprar un libro de historia uruguaya, de la dictadura de los 60 y 70, El Uruguay inventado de Aldo Marchesi (http://estuarioeditora.com/libros/el-uruguay-inventado/) (https://www.sarandi690.com.uy/2023/08/07/aldo-marchesi-el-uruguay-inventado/). Además, compré un CD de Soledad Bravo que rinde homenaje a uno de los músicos más populares uruguayos: Alfredo Zitarrosa (https://music.apple.com/es/album/homenaje-a-alfredo-zitarrosa/287920199). Ya estaba saliendo y, de pronto, recordé sobre filmes uruguayos de calidad como Whisky (https://www.youtube.com/watch?v=MnHhPESkGcc), pero ya no estaba disponible (https://www.guruguay.com/es/5-pel%C3%ADculas-uruguayas/). Pero había otras dos que adquirí: el filme de ficción La cáscara de Carlos Ameglio (https://www.youtube.com/watch?v=LU46ndI3s4I) (2007) y el documental D.F. (Destino Final) de Mateo Gutiérrez (https://www.youtube.com/watch?v=9LxjHLtcx6s) (2008). Uno de los objetivos de mis viajes es, también, buscar filmes que no veremos en circuitos comerciales u otros medios. Pero, ahora todo depende de plataformas virtuales, muchas de las cuales no tienen mucho que ofrecer, salvo lo más comercial. Ni modo. Salí de la librería, luego de haber tomado fotos muy simpáticas del lugar; al salir vi la imagen icónica de Montevideo: la Plaza de la Independencia con el monumento de José Gervasio Artigas y el gran edificio palacio Salvo.


 Al llegar a la plaza, me dirigí hacia el Palacio Estévez, que ahora es Museo de la Casa de Gobierno. Era el museo ideal, pues condensa la historia uruguaya (https://municipiob.montevideo.gub.uy/node/232): la historia política de Uruguay está entre sus muros y hay un buen trabajo museográfico. Hay ropa, documentos, monedas, estampillas, filmes, panoplias, armas del siglo XIX, además de una buena colección de estatuas y pinturas. El acceso es gratuito, pero no puedes tomar fotos. La casa es muy interesante y un tiempo fue el palacio de gobierno del Uruguay. Casi al terminar hay una recopilación de documentales de los momentos más interesantes del pueblo uruguayo: visitas importantes, el auge de Punta del Este, el primer mundial de fútbol (https://www.youtube.com/watch?v=wN21I_F7MN0), escenas del famoso Maracanazo (https://www.youtube.com/watch?v=8baztTZxkQo), el auge industrial, el hundimiento del acorazado de bolsillo Graf Spree (https://www.dw.com/es/acorazado-graf-spee-historia-de-un-reflote/a-5029910). Historia pura. 




Al salir del lugar, pregunté por otros museos a los encargados del lugar y muy amablemente me dieron una serie de sitios por visitar. Buenos consejos que me ayudarían a recorrer en el perímetro del casco antiguo. Seguí por la Av. Bs As para encontrarme con el Teatro Solís (https://montevideo.gub.uy/areas-tematicas/cultura-y-tiempo-libre/teatros-y-centros-culturales/teatro-solis); me hubiera gustado ingresar, pero la Sinfónica estaba en ensayo y no me había enterado, sino hasta la noche, que había un festival de documentales en una de sus salas (https://www.teatrosolis.org.uy/home). Retorné a la peatonal Sarandí y me enfilé hacia la Plaza de la Constitución en la que estaba la Catedral. 





La Plaza Matriz o de la Constitución es bastante sencilla y cuenta con una bonita pileta central. Es una plaza cargada de historia (https://www.ecured.cu/Plaza_Constituci%C3%B3n_en_Montevideo_(Uruguay)). La Catedral estaba abierta y aproveché para visitarla. Es también un monumento histórico que tuvo un siglo XIX muy movido y una dictadura a la cual llamaron “dictablanda” (https://catedralmontevideo.com.uy/web2/index.php/historia). Montevideo es una ciudad que tiene poco vestigio colonial, fue una suerte de muro de contención contra las pretensiones portuguesas desde el Brasil y también fue atacada por los ingleses (http://www.viajeauruguay.com/montevideo/historia-de-montevideo.php). Pero había que recargar las baterías: era hora de almorzar. Pensaba en ir a la zona del puerto y, como fui ya para instalarme en mi cuarto en el hotel, la señora me sugirió un restaurante muy cerca al hotel: el Dueto (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g294323-d1456673-Reviews-Dueto_Cocina_Urbana-Montevideo_Montevideo_Department.html). Sabía que iba a comer poco pescado en esta visita a Baires y Montevideo. El menú estuvo muy bueno y por primera vez comí lubina, un pez del Atlántico (https://www.abc.es/bienestar/alimentacion/abci-lubina-202103031355_noticia.html) (https://www.directoalpaladar.com/recetas-de-pescados-y-mariscos/temporada-lubina-cinco-recetas-imprescindibles-para-seguir-disfrutando-este-saludable-pescado-no-solo-navidad). Un buen almuerzo. Tan bueno que volvería al día siguiente. Como lo acompañé con vino blanco, pregunté por buenos vinos uruguayos. Los tips me servirían más tarde. Había dejado mi celular cargando en el hotel; viajar es todo un problema por los enchufes; había olvidado de traer un adaptador y en Baires me encontré que los enchufes eran con cuchillas oblicuas y en Montevideo, redondas. Uno de los apuros la primera noche no era sólo para cenar, sino para comprar un adaptador muy barato (1 dólar), lo llevé a Montevideo y no lo iba a usar. Gentilmente las personas del hotel me prestaron un adaptador para poder cargar mi celular y luego las baterías de mis cámaras. Just in case. Había recibido información de una galería museo de uno de los principales pintores uruguayos: Joaquín Torres García (https://mymodernmet.com/es/joaquin-torres-garcia/). 



El museo no estaba nada lejos; estaba prácticamente al costado en la que había estado más temprano. El museo está muy buen distribuido y presenta una gran colección de este pintor que por primera vez conocía. Tres pisos de su obra y en el último piso es el espacio de exposiciones itinerantes: https://www.torresgarcia.org.uy/exposiciones.php. Me hubiera gustado comprar un libro o catálogo del museo o del autor, pero la vendedora estaba apurada y, disculpándose, me dijo que estaba por cerrar. Era 5 pm (aún estaba con dos horas de atraso). Además, como era invierno, la ciudad oscurecía rápidamente. Pero había otro museo cercano, el que acogía una gran colección de José Gurvich, pintor de origen lituano judío, cuya familia se afincó en Montevideo el siglo pasado. Tanto Uruguay y, sobre todo, Buenos Aires son ciudades que acogen grandes comunidades judías (https://cciu.org.uy/los-judios-en-la-ciudad-de-montevideo/). Incluso una de las mejores películas de comedia negra uruguayas, Whisky, está inspirada en la historia de dos hermanos judíos, uno de los cuales aparenta una vida de casado, solterón él (https://www.youtube.com/watch?v=rNbNqBVBsHA). Caminé por la peatonal Sarandí sólo tres cuadras. La obra de este pintor tiene gran difusión (https://www.ecured.cu/Jos%C3%A9_Gurvich). Gurvich fue alumno de Torres García y compartía taller con su maestro hasta buscar su propia opción. Había, también, una exposición itinerante de Lincoln Presno (https://www.museogurvich.org/museo/noticias-2018/858-lincoln-presno-las-decadas-abstractas-1970-1985). 




Esta estaba ubicada en la planta superior, por la cual empecé. Una hora de buen recorrido. Al salir compré un libro catálogo y por azar en mi caminar me encuentro con una bodega o tienda de alimentos muy bien surtida, El Naranjo, en la que entré para hacer las compras que debía llevar de Uruguay: vino y dulces. En el restaurante Dúo me recomendaron algunos y a los vendedores les pedí algunos consejos. Había venido con una maleta vacía de Baires e iba a regresar con buen peso. Compré dos vinos rojos, uno mezclado (blended) Tannat/Merlot y otro Cabernet Sauvignon Traversa; y uno blanco, Sauvignon (https://grupotraversa.com.uy/). El blended ya cayó en nuestros paladares durante la visita de Carmen y César tras la visita a Cajamarca. Los otros esperan los buenos momentos. También me traje el chimichurri tradicional y picante marca Mande Patrón (https://www.elpais.com.uy/negocios/mande-patron-el-aderezo-gourmet-que-conquista-mas-alla-de-la-parrilla). Ya han sido probados ambos con buenos resultados. Y, además, en países ganaderos por excelencia como Argentina y Uruguay, no podían faltar los dulces de leche. Por lo que pedí a la vendedora que se sugiera uno de calidad y me propuso uno: Narbona de casi un kilo. Ahora sí mi maleta estaba bien cargada: tres botellas, 1 envase de vidrio con dulce de leche de casi un kilo y dos frascos pequeños de chimichurri de 150 gr. Cada uno; más dos libros, un CD y dos DVD. Por la mañana, durante la espera en el ferry, como no había tomado desayuno, había comprado algunos sánguches y me quedó uno para la noche; esa fue mi cena. Decidí a hacer una buena caminata para ver Montevideo de noche, así que la emprendí por la Av. 18 de Julio. Pensé hacer una larga caminata, pero me encontré con un ambiente cultural interesante: la Sala Zitarrosa (https://salazitarrosa.montevideo.gub.uy/). En Montevideo había un festival de documentales en su décimo quinta versión (https://www.docmontevideo.com/).



 Pregunté si podía entrar y me comentaron que era sólo con invitación, cuando apareció una chica-ángel que me indicó que sí había entradas a la venta y que la presentación estaba por empezar. El documental: El retrato de mi padre de Juan Ignacio Fernández Hoppe, quien estuvo presente en la presentación hablando sobre la realización del mismo. Tras su presentación y la de su equipo de rodaje, se hizo la proyección en una sala a medio llenar. Salimos casi a las 11 de la noche y decidí retornar al hotel. Estaba postergando la visita a Gustavo Ruibal…




domingo, 20 de agosto de 2023

BUENOS AIRES Y SUS RINCONES (CRÓNICA DE VIAJE POR BUENOS AIRES Y MONTEVIDEO)

 


Terminamos la visita al Museo de Armas de la Nación Tte. Gral. Pablo Riccheri y seguimos nuestra caminata. Estábamos en el barrio Retiro. Antes de dejar la belleza del edificio Paz, preguntamos sobre las visitas que se hacen a la casa y nos comentó el guardián que la reserva se hacía vía internet y que las visitas eran por las tardes. Los siguientes días iban de ser, tanto en Montevideo como en Bs As, de caminata pura. Sólo un par de veces iría a tomar taxi (por las distancias) y no tomé Metro o Buses (buen servicio y en muy buen estado).  Bs As es una ciudad extensa. Sólo la zona autónoma (el corazón de la ciudad) es de un poco más de 200 km2 de área y un perímetro de 60 km. Es bastante expandida y está levantada al margen occidental del Río de la Plata; Bs As tiene un gran puerto pluvial, Puerto Madero, que iría a conocer al día siguiente.



Con Miguel nos enrumbamos a un rincón vital para la historia argentina, de la emancipación y de las últimas décadas: la Plaza San Martín. Este espacio tiene varios edificios interesantes. Comenzando por la Casa Anchorena, actual Cancillería Argentina. Bello edificio del arquitecto Alejandro Christophersen. Arquitecto muy en boga a fines del siglo XIX e inicios del XX (hizo también la fachada del Café Tortoni). El palacio Anchorena es deslumbrante (https://www.cancilleria.gob.ar/es/institucional/patrimonio/palacio-san-martin) y muestra todo el poder concreto y sutil de las familias ricas de fines del siglo XIX. Frente al Palacio Paz, el Palacio Anchorena. Semiótica del poder (https://www.lanacion.com.ar/sociedad/palacio-san-martin-anchorena-sus-tres-casas-nid2170708/). Aquí una visión arquitectónica (http://arqi.com.ar/edificio/palacio-anchorena/). Pero, como todo en la vida, hay siempre algo de picante, mucho diría yo, en la historia de cada ciudad. Y los que me contó Miguel es parte de la historia/leyenda urbana de la disputa entre familias poderosas, el choque entre los antiguos y los nuevos ricos. Esta disputa fue evidente y dio como resultado un tremendo edificio: el Kavanagh.


Este fue construido por un despecho y venganza. La historia para entender el porqué de esta edificación en cuanto a su lugar y dimensión sólo puede darse en explicaciones de venganza que se come lentamente y en plato frío:  https://historiaybiografias.com/amor_vengativo/. Aquí más detalles de este gran edificio que en sus primeros años era el más alto de Sudamérica (https://www.infobae.com/sociedad/2022/04/14/las-increibles-historias-del-kavanagh-el-lujoso-edificio-donde-no-podra-filmar-de-niro/). Y luego nos fuimos al corazón de la plaza: el monumento de San Martín. Esta plaza tiene una larga historia que está muy ligada a la de la ciudad y de la nación: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/mas-de-dos-siglos-de-historia-en-la-plaza-san-martin-nid28072021/. Debido a unos actos vandálicos de robos en los últimos años han tenido que enrejar y encerrar a la estatua ecuestre de San Martín, hecha por un escultor francés. Esta estatua también tiene su historia: https://sanmartiniano.cultura.gob.ar/noticia/la-estatua-a-san-martin-en-la-plaza-de-marte-1862/. Mientras tomaba fotos del interesante monumento comentábamos cómo la historia, o mejor dicho los historiadores, iban cambiando de posiciones a medida que se ahondan las investigaciones y se abren otros filones. Miguel me habló de un autor, Agustín Pérez Pardella, quien hace un trabajo biográfico interesante. Miguel tuvo a bien en conseguirme este libro, El Libertador cabalga, y me lo regaló días después. Pérez Pardella fue un prolífero escritor entre cuyas obras está el clásico Camila, obra que fue llevada al cine por la directora argentina María Luisa Bemberg, directora de otro gran filme Mujer de nadie. Pérez Pardella falleció en 2004 (https://www.lanacion.com.ar/cultura/agustin-perez-pardella-nid624077/). Obra que ahora queda en mi colección. Lectura pendiente. Tras ver el monumento del libertador, nos fuimos a otro espacio interesante en esta plaza: el Monumento o Cenotafio a los caídos en Las Malvinas. 


Recuerdo que en la capital de Upsala en Suecia en la catedral hay un rincón casi entrando a esta en el que hay una inmensa placa en la que figuran todas las personas que se ahogaron en el ferry Estonia en 1994. (https://www.youtube.com/watch?v=4LUsdCnGxdo) (https://www.youtube.com/watch?v=e437G57qig0). Una placa con todos esos nombres conmueve, pues encierra errores, injusticias y frustraciones de vidas que pudieron salvarse. Y el Cenotafio en la Plaza San Martín recuerda a la larga eso; es un conjunto de placas que recuerdan a 649 muertos, algunos cuyos cuerpos se fueron en el Crucero Belgrano (https://www.youtube.com/watch?v=M_oL0eLkJhA).  Tal como comentábamos en la anterior crónica, hay mucho por investigar y seguir abriendo archivos y heridas para una sociedad que vio su orgullo golpeado y mató a muchos jóvenes inexpertos de diversas regiones de este vasto país, verdadera carne de cañón; también está la reacción británica, el ataque al Belgrano, el apoyo de varios países y el fin del TIAR, una suerte de OTAN americana utilizada, como siempre, a conveniencia de los EE.UU. Las Malvinas están en la mente de la sociedad argentina (https://www.educ.ar/recursos/103495/la-construccion-de-la-memoria). Luego de tomar las fotos de rigor y ver a la distancia la Basílica del Santísimo Sacramento, móvil de la venganza de los Kavanagh, nos dirigimos a la Estación Retiro Bartolomé Mitre, un bello edificio construido a inicios del siglo XX e inaugurado en 1915 (https://arteyaires.wordpress.com/2013/09/20/la-estacion-de-retiro/). En el momento de cruzar la Av. Del Libertador, Miguel me contaba de por qué la ciudad tiene por nombre de Buenos Aires: todo surge desde las fundaciones de la ciudad (tuvo dos). Aquí un texto que explica su nombre: https://www.revistawacho.com/por-que-buenos-aires-se-llama-buenos-aires/.  Aquí otro interesante, que no dista de lo dicho en el anterior: https://blogs.elpais.com/juan_cruz/2011/10/por-qu%C3%A9-se-llama-buenos-aires.html.



Llegamos a la estación, vimos diversos detalles, según me contaba Miguel, se había inspirado en las estaciones inglesas de la India. El espacio de los rieles y andenería son inmensos. En sus momentos, fue una de las estaciones más grandes y bellas del mundo. La opulencia de inicios del siglo XX. En cuanto al sistema ferroviario, ojalá algún día veamos el sueño de tener trenes surcando nuestro territorio de Norte a Sur y de Oeste a Este. El sistema ferroviario peruano es deplorable en comparación con la de nuestros vecinos del Sur. Y no hay una política de fomento en AL de este transporte limpio, masivo y seguro (https://www.il-latam.com/blog/southamerica-logistics/infraestructura-ferroviaria-en-america-latina/). Luego pasamos al frente en el que se halla la Torre de los Ingleses, ahora llamada Torre Monumental. 

Este fue el regalo de la colonia británica residente en Argentina por su centenario de independencia; una torre con un gran reloj (https://buenosaires.gob.ar/torre-monumental). Cuando se hizo el Cenotafio para los caídos en Las Malvinas molestó a la sociedad argentina que se haga este memorial frente a esta torre. Seguimos en nuestro camino, tomamos la Av. Leandro Alem hasta llegar a una farmacia para comprar un par de cremas que había olvidado en Trujillo. El hambre apretaba un poco. Miguel me propone ir a la Av. Corrientes para ir a almorzar a El Palacio de la Papa Frita. Tomamos un taxi para ganar tiempo. El estómago reclamaba y con este no se juega. Además, habíamos caminado bastante. En Corrientes hay numerosos restaurantes y ¡teatros! Y grandes colas para ingresar. Llegamos, después de merodear un poco por algunas opciones nos decidimos por el Palacio; había sitio para nosotros dos (de haber sido más, hubiéramos tenido que esperar un buen rato). Un bife chorizo generoso con una inmensa guarnición de papas y vegetales iba a saciar mi apetito (https://es.wikihow.com/cocinar-un-bife-de-chorizo). Una de las razones por las cuales me gusta una nación es su comida y Argentina es famosa por sus carnes. Y mi colesterol y triglicéridos se lo han agradecido. Pero ¡a disfrutar! (https://www.gastroactitud.com/pista/parrilla-argentina-cortes-de-carne/). Una vez concluido el almuerzo, nos fuimos a mi hotel a dejar los libros que había comprado y recoger las cosas que había traído de regalo a Miguel. Luego nos fuimos a recoger su auto que estaba en un estacionamiento cerca del Gran Teatro Colón. Nos acercamos y conversamos con las personas que ofrecen las entradas para ver las opciones de visita, cosa que haría días después. Recogimos el auto de Miguel y nos fuimos en dirección del cementerio La Recoleta. En el trayecto, Miguel me iba explicando sobre las nuevas construcciones y el interés por incrementar áreas verdes, árboles, jardines, parques abiertos al público. Mientras en Trujillo la gente se preocupa en llenar áreas habitables en losetas deportivas con cemento a reventar y talar árboles para que no tapen su fachada o no permitan que lleguen aves, los bonaerenses han encontrado en esta nueva modalidad una mejor calidad de vida; la gente sale a trotar, a bicicletear, a caminar con los amigos. Otra visión de tu ciudad. Recuerdo las fallidas ciclovías de la gestión edil anterior, ciclovías erradas cuyas varas de madera eran desmanteladas por delincuentes taxistas que se las llevaban a vista y paciencia de la gente. Hay una gran distancia entre el trujillano y el bonaerense en cuanto al dominio del espacio público de su ciudad. Kilómetros de distancia. No es cuestión de dinero, es cuestión de educación cívica. Por el tiempo que había tomado para visitar Buenos Aires y Montevideo, no iba a poder visitar a pie zonas tan interesantes y bellas como el Jardín Japonés (https://jardinjapones.org.ar/) o el Planetario Galileo Galilei (https://planetario.buenosaires.gob.ar/), situación que me obliga a retornar nuevamente. A lo lejos pude contemplar esas bellezas tentadoras y también el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el famoso MALBA, que contiene una de las colecciones de arte contemporáneo de esta parte del mundo (https://www.malba.org.ar/). Todo está relativamente cerca, un vecindario para visitar un día completo. Miguel buscaba un lugar para estacionar su auto. Bs As es una ciudad con millones de autos; con un buen sistema público de transporte puedes ahorrar mucho, pero también va a ser mejor caminar; y eso es lo que haría los días posteriores. Pero haberme desplazado en vehículo con Miguel te permite ver cuán lejos estamos en nuestro país en cuanto a reglas de tránsito y evocas, además, la terrible calidad del pavimento de ciudades como Trujillo. Uno no puede escapar de las odiosas comparaciones. Miguel encontró un espacio para aparcar. Luego nos fuimos caminando en dirección del cementerio Recoleta. Por la hora, casi las 5 pm, ya estaban por cerrar. Sí vimos la iglesia que colinda, la basílica Nuestra Señora del Pilar (https://historiaybiografias.com/historia_basilica_pilar/).



En realidad, es la ubicación de esta la que va a originar con el tiempo que el cementerio se halla creado en su entorno. Es una pequeña iglesia dedicada al culto de la virgen del Pilar de Zaragoza. Recuerdo en esta ciudad cuando visité su santuario me impresionó el tamaño de este y la pequeñez de imagen que tiene, una suerte de desproporción entre el culto y la estatuilla en sí. Mi recuerdo de ese viaje y encuentro con la inmensa iglesia: https://elrincondeschultz.blogspot.com/2014/04/zaragoza-la-ciudad-de-augusto.html. La basílica tiene algunas reliquias. Personalmente, es una de las cosas más macabras que todavía se veneran en nuestras religiones: partes del cuerpo de un santo o santa, cráneos, brazos, dedos. Cuando en Saint Sernain de Toulouse el espectáculo es impresionante (https://elrincondeschultz.blogspot.com/2019/07/toulouse-una-segunda-vez.html). La costumbre de las reliquias no sólo se da en la cristiandad, como vemos a continuación: https://culturacolectiva.com/historia/reliquias-importantes-de-la-historia-humanidad/. Hay las reliquias de un joven, Carlo Acutis, quien murió de leucemia y ha sido beatificado (https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-01/argentina-reliquia-beato-carlos-acutis-conservada-basilica-pilar.html). Pero hay un altar de reliquias, ubicado cerca de la entrada a la mano derecha. La iglesia tiene bellos altares coloniales, de los pocos que tiene Baires. Al salir, preguntamos sobre los servicios del cementerio, al cual regresaría unos días después. Y para cerrar esta primera jornada intensa, nos fuimos caminando a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, un edificio impresionante y que alberga diversas exposiciones (https://www.bn.gov.ar/). Y nos íbamos a encontrar con una vinculada a ese espíritu que vincula las reliquias con las nuevas creencias, los nuevos santos, y también con el mundo mágico del terror: Devociones Populares Argentinas (https://www.bn.gov.ar/agenda-cultural/devociones-populares-argentinas-1) y Bestiario Nacional (https://www.bn.gov.ar/agenda-cultural/bestiario-nacional-criaturas-del-imaginario-argentino-1). 



Dos exposiciones en un lugar adecuado. Ahí pasamos más de una hora, viendo las imágenes idolatradas de Eva Perón y Maradona con otros santos que pueblan el imaginario popular argentino que traspasa las fronteras sociales. Así como los peruanos tenemos a Sarita Colonia o la Beatita de Humay, la Argentina carga también con una buena cantidad de santos populares que esperan su momento de beatificación y canonización. Un largo camino por recorrer que impone la iglesia que han impedido que Sarita Colonia, por ejemplo, accede a los altares oficiales. Hay un interesante documental de Javier Ponce, La tregua moral, que hay que ver: https://www.youtube.com/watch?v=n13CgLc6uDU. Una vez terminada esta visita le pedí a Miguel para que me deje en el hotel, pues al día siguiente me iba muy temprano a Montevideo a cumplir una promesa, después de tantos años. En el camino de retorno, Miguel me mostró un bello palacio que en la actualidad es sede de la delegación francesa: el palacio Ortiz Basualdo. Gracias a que fue comprada por los franceses se evitó su demolición cuando la Av. 9 de Julio se amplió. Es una maravilla que se salvó de milagro. (https://www.infobae.com/fotos/2022/09/17/25-fotos-del-majestuoso-palacio-ortiz-basualdo-sede-de-la-embajada-de-francia-en-argentina/) (https://www.parati.com.ar/deco/historiasdecemento-palacio-ortiz-basualdo-la-actual-embajada-de-francia-que-es-una-joya-del-beaux-arts-en-buenos-aires/).

Me dejó cerca del hotel en la Av. De Mayo. Fui a dejar mis cosas y salí a buscar algo ligero para comer, me fui al Carrefour a comprar algo muy ligero.

Así terminé mi segundo día en Buenos Aires.






INFRACIUDAD (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 20 DE AGOSTO)

 


En los clásicos filmes de western, veíamos ciudades empolvadas en las que el viento arrastraba arena, polvo y arbustos (aún no había las benditas bolsas de plástico) en las que imperaba la ley del más fuerte, del bravucón. Calles polvorientas por las que circulaban carretas y caballos que establecían ciertas reglas de desplazamiento colectivo en ese momento. Una ciudad del siglo XIX. Las calles no conocían el asfalto y eran pobladas por vehículos de diversas dimensiones que se desplazaban por la fuerza de caballos. Esa era la imagen de una ciudad del Lejano Oeste norteamericano. Dos siglos después, a muchos kilómetros al sur del mismo continente, hay varias ciudades peruanas que se asemejan a esta descripción con algunas variantes y con una conglomeración humana más grande y una presencia vehicular mayor. Pero la descripción calza en muchos aspectos: sucias, con afirmado (carente de pavimentación) y con un comportamiento de jungla de sus habitantes que conducen los vehículos. En este conjunto de ciudades está Trujillo incluida.

Fuera del problema del comportamiento de la población que se desplaza en cualquier vehículo, las condiciones del sistema vial en las que se encuentran casi todas las calles, avenidas y pasajes de nuestra ciudad son deplorables. Una ciudad en decadencia en muchos aspectos. Ya se ha denunciado muchas veces la cuantiosa pérdida que provoca el estado del “pavimento” empleado. Tras la última lluvia de marzo de este año que duró casi tres horas desnudó la calidad (y corrupción) del material empleado en reparaciones que se hicieron apresuradamente como parte del cierre de la campaña electoral de la anterior gestión edil. Calles y avenidas con asfalto novísimo quedaron con grietas y cráteres que son la pesadilla de conductores de todo tipo de vehículos. Lo más indignante es que los usuarios están aceptando esta realidad y afirmación: después de cada lluvia las calles deben quedar dañadas. Es casi una tautología irrefutable: lluvias = huecos. Así vehículos, conductores y pasajeros experimentan una verdad irrefutable en la realidad trujillana. No es una evidencia que no cuestionamos y que esperamos. Como el mito de Sísifo, los trujillanos sabemos que la lluvia debe destruir el asfalto. Y los elementos corruptos involucrados, públicos y privados, alimentan esta idea, pues es negocio lucrativo para ellos. Carentes de drenajes, se construyen rompemuelles en los que las aguas se acumulan que generan más deterioro del ralo pavimento de la calle o avenida que lo tiene. Nuestro sistema vial es totalmente ilógico. La “Autopista” del Sol tiene la aberración de contener rompemuelles: ¡una autopista con rompemuelles! De lo más insano como sistema vial. Cuando comento esto con amigos que nos visitan me explican que, por estas condiciones, esa vía no es una autopista. Trujillo es una ciudad que va perdiendo su calidad de urbe rápidamente. Una ciudad que es cada vez menos atractiva para vivir.