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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 25 de noviembre de 2018

MACHU PICCHU, EL REENCUENTRO





Lunes 01 de octubre. Casi dos décadas después retornaba a Machu Picchu. La primera vez que estuve fue en 1973, en mi viaje de promoción.  Como imberbe que era, no aprecié en toda su dimensión el bello lugar que estaba visitando entonces. Lo aprecié mucho más en 1977 en una segunda visita y luego en años posteriores. Los primeros años era alucinante ir a la estación de tren en Cuzco para salir a Machu Picchu y La Convención por una ruta de ascenso loquísima: subíamos en zigzag alternando la dirección del tren de acuerdo al momento de cambio de riel. Era una bonita experiencia, pero demorabas una eternidad. Ya en los 90 se iba desde el Valle de Urubamba a visitar este sitio arqueológico. Y el punto de partida y retorno es Ollantaytambo.
Ese día, todos nos levantamos temprano, preparamos nuestros maletines y listos para la caminata del lugar. La idea era dejar el mayor número de cosas en nuestros buses para hacer la visita de manera ligera y apurarnos en los controles que suelen ser engorrosos. Dejamos atrás nuestro simpático hotel, pese a que a los chicos no les gustó mucho por la cena (gourmet) que molestó a adolescentes hambrientos como lo son ellos. Pero las instalaciones, los servicios en general fueron buenos. Ya el desayuno calmó un poco los ánimos. Nos dirigimos a Ollantaytambo, lugar que habíamos estado el día anterior. El tren ya estaba en la estación y solo era cuestión de buscar nuestro vagón. Dejamos nuestros buses en el estacionamiento asignado y nos dirigimos al único andén. Luego de corregir algunas situaciones con nuestro grupo, nos ubicamos casi todos en uno intermedio. El viaje dura casi una hora y atraviesas una vegetación feraz, muy verdosa. La verdura te rodea, ya estás en ceja de selva. Sé que esta zona ha estado muchas veces sometida a un estrés hídrico, además de fuegos intencionales y naturales que han dañado el ambiente. Pero la verdura cubre rápido la zona y el verde es el color que descuella por sobre todas las cosas. Y esa es la característica notable de Machu Picchu; no solo la piedra se destaca, sino la armonía entre esta en las construcciones y la naturaleza verde, invasiva, imponente que la rodea. Es el orgullo de la técnica inca, de la cultura precolombina y cuyas estelas quedan en nuestros días.
Llegamos a Aguas Calientes, la parada definitiva para comenzar nuestro ascenso a Machu Picchu. Felizmente el grupo numeroso se movió rápidamente y logramos ingresar relativamente temprano al santuario. Los guías ya nos esperaban, la gestión fue rápida, salvo un incidente que fue rápido solucionado. Ingresamos rápidamente al santuario y seguimos los senderos que están muy bien delimitados. La primera vez, recuerdo, los caminos eran más “libres” e, incluso, uno podía subir al Huayna Picchu sin tanto control. Ahora hay más control, pero también más gente, mucha gente, olas de personas que entran al lugar. Machu Picchu sigue siendo un misterio, hay tantas hipótesis, algunas tan chifladas como la que fue hecho por extraterrestres y otras locuras. Sé que Choquequirao es igual de fascinante, aunque las formas de acceso aún son difíciles. Machu Picchu tiene tantas cosas para la imaginación. Y lo más soberbio es el paisaje que le da un aire especial.  





Aquí algunos datos para leer o ver: (http://www.enjoy-machu-picchu.org/es/historia/historia.php), (https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/esconde-algo-machu-picchu_7016/3) (https://www.youtube.com/watch?v=8hXb3dsLC1I) (https://historiaperuana.pe/periodo-autoctono/machu-picchu/) . Casi al final de la visita, cayó una ligera lluvia que no prosperó. Un poco antes de terminar la visita, una de nuestras alumnas tuvo una descompensación y tuvimos que acortar el recorrido; ya en la salida, actuamos rápidamente para poder descender a Aguas Calientes e ir a almorzar con todo el grupo a un buen restaurante. Recuerdo en mis primeras visitas, Aguas Calientes no pasaba de ser un mero poblado. Ahora está lleno de hoteles y diversos servicios a los turistas de todas las categorías, para todos los bolsillos. Fuimos a un buen restaurante con un buffet extraordinario. Los chicos comieron hasta el hartazgo, lo único que no estaba incluido era la bebida gaseosa, pero todo lo demás había en abundancia. Varios chicos salieron con los profesores a caminar; quedé con Maricé a conversar y a seguir disfrutando del buen café de La Convención, cerca de Aguas Calientes. Luego de un rato, salimos a caminar con el resto de chicos que quedaban una vez que acabó de escampar las últimas gotas. Durante el almuerzo cayó una fuerte lluvia, habitual en la zona. Nosotros, guarecidos y engordando, veíamos las gruesas gotas que caían.



A cierta hora nos fuimos ya a la estación para retornar a Ollantaytambo, donde nos esperaban nuestros buses. El retorno fue un poco agotador. Ya en Ollantaytambo abordamos nuestra movilidad y nos dirigimos al Cuzco. A medida que avanzábamos, íbamos sintiendo la altura. Llegamos directamente a una pizzería para cenar. Luego nos fuimos a nuestro hotel para descansar luego de la extenuante jornada. El martes 02 nos íbamos al sur de Cuzco. Allí vería una belleza que nunca había visitado antes: Tipón.