Lunes 01 de octubre. Casi dos décadas después retornaba a
Machu Picchu. La primera vez que estuve fue en 1973, en mi viaje de promoción. Como imberbe que era, no aprecié en toda su
dimensión el bello lugar que estaba visitando entonces. Lo aprecié mucho más en
1977 en una segunda visita y luego en años posteriores. Los primeros años era
alucinante ir a la estación de tren en Cuzco para salir a Machu Picchu y La
Convención por una ruta de ascenso loquísima: subíamos en zigzag alternando la
dirección del tren de acuerdo al momento de cambio de riel. Era una bonita
experiencia, pero demorabas una eternidad. Ya en los 90 se iba desde el Valle
de Urubamba a visitar este sitio arqueológico. Y el punto de partida y retorno
es Ollantaytambo.
Ese día, todos nos levantamos temprano, preparamos nuestros
maletines y listos para la caminata del lugar. La idea era dejar el mayor número
de cosas en nuestros buses para hacer la visita de manera ligera y apurarnos en
los controles que suelen ser engorrosos. Dejamos atrás nuestro simpático hotel,
pese a que a los chicos no les gustó mucho por la cena (gourmet) que molestó a
adolescentes hambrientos como lo son ellos. Pero las instalaciones, los
servicios en general fueron buenos. Ya el desayuno calmó un poco los ánimos.
Nos dirigimos a Ollantaytambo, lugar que habíamos estado el día anterior. El
tren ya estaba en la estación y solo era cuestión de buscar nuestro vagón.
Dejamos nuestros buses en el estacionamiento asignado y nos dirigimos al único
andén. Luego de corregir algunas situaciones con nuestro grupo, nos ubicamos
casi todos en uno intermedio. El viaje dura casi una hora y atraviesas una
vegetación feraz, muy verdosa. La verdura te rodea, ya estás en ceja de selva. Sé
que esta zona ha estado muchas veces sometida a un estrés hídrico, además de
fuegos intencionales y naturales que han dañado el ambiente. Pero la verdura
cubre rápido la zona y el verde es el color que descuella por sobre todas las
cosas. Y esa es la característica notable de Machu Picchu; no solo la piedra se
destaca, sino la armonía entre esta en las construcciones y la naturaleza
verde, invasiva, imponente que la rodea. Es el orgullo de la técnica inca, de
la cultura precolombina y cuyas estelas quedan en nuestros días.
Llegamos a Aguas Calientes, la parada definitiva para
comenzar nuestro ascenso a Machu Picchu. Felizmente el grupo numeroso se movió
rápidamente y logramos ingresar relativamente temprano al santuario. Los guías
ya nos esperaban, la gestión fue rápida, salvo un incidente que fue rápido
solucionado. Ingresamos rápidamente al santuario y seguimos los senderos que
están muy bien delimitados. La primera vez, recuerdo, los caminos eran más “libres”
e, incluso, uno podía subir al Huayna Picchu sin tanto control. Ahora hay más
control, pero también más gente, mucha gente, olas de personas que entran al
lugar. Machu Picchu sigue siendo un misterio, hay tantas hipótesis, algunas tan
chifladas como la que fue hecho por extraterrestres y otras locuras. Sé que Choquequirao
es igual de fascinante, aunque las formas de acceso aún son difíciles. Machu
Picchu tiene tantas cosas para la imaginación. Y lo más soberbio es el paisaje
que le da un aire especial.
Aquí algunos
datos para leer o ver: (http://www.enjoy-machu-picchu.org/es/historia/historia.php),
(https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/esconde-algo-machu-picchu_7016/3)
(https://www.youtube.com/watch?v=8hXb3dsLC1I)
(https://historiaperuana.pe/periodo-autoctono/machu-picchu/)
. Casi al final de la visita, cayó una ligera lluvia que no prosperó. Un poco
antes de terminar la visita, una de nuestras alumnas tuvo una descompensación y
tuvimos que acortar el recorrido; ya en la salida, actuamos rápidamente para
poder descender a Aguas Calientes e ir a almorzar con todo el grupo a un buen
restaurante. Recuerdo en mis primeras visitas, Aguas Calientes no pasaba de ser
un mero poblado. Ahora está lleno de hoteles y diversos servicios a los turistas
de todas las categorías, para todos los bolsillos. Fuimos a un buen restaurante
con un buffet extraordinario. Los chicos comieron hasta el hartazgo, lo único
que no estaba incluido era la bebida gaseosa, pero todo lo demás había en
abundancia. Varios chicos salieron con los profesores a caminar; quedé con
Maricé a conversar y a seguir disfrutando del buen café de La Convención, cerca
de Aguas Calientes. Luego de un rato, salimos a caminar con el resto de chicos
que quedaban una vez que acabó de escampar las últimas gotas. Durante el
almuerzo cayó una fuerte lluvia, habitual en la zona. Nosotros, guarecidos y
engordando, veíamos las gruesas gotas que caían.
A cierta hora nos fuimos ya a la estación para retornar a
Ollantaytambo, donde nos esperaban nuestros buses. El retorno fue un poco
agotador. Ya en Ollantaytambo abordamos nuestra movilidad y nos dirigimos al
Cuzco. A medida que avanzábamos, íbamos sintiendo la altura. Llegamos
directamente a una pizzería para cenar. Luego nos fuimos a nuestro hotel para descansar
luego de la extenuante jornada. El martes 02 nos íbamos al sur de Cuzco. Allí
vería una belleza que nunca había visitado antes: Tipón.
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