Se veía venir. Sólo era cuestión de tiempo. La sobreexplotación, la ambición y la incapacidad han sido los principales factores de un espacio del cual se dieron muchas advertencias y que muchas fueron acalladas y postergadas por una serie de argumentos, más ligados al lucro que a la preservación y resguardo de este patrimonio. La incapacidad de las autoridades nacionales, sumada la escasa creatividad y compromisos de muchos actores turísticos a nivel local y nacional han sido ingredientes detonantes para este espacio que se volvió caro en todos los aspectos, desde la entrada hasta los servicios mínimos como transporte, alojamiento, alimentación, entre otros. El corto tramo de un poco más de 73 kilómetros del tren es regularmente caro para un turista que quiere viajar cómodamente. Fui a este lugar más de 10 veces desde mi primera visita en 1973. Los espacios a recorrer son cada vez menores o “lotizados” para cobrar más, y las entradas son caras. Y comprar boletos de manera presencial o virtual se ha vuelto una pesadilla y campo de mafias. Cierto es que los servicios son más diversos y de regular calidad, pero los precios subieron considerablemente tras la designación de Maravilla del Mundo Moderno. Eso hubiera sido bueno si se hubiera explotado todo de manera racional y no “colgarse” a este espacio postergando otras opciones del país que tiene mucho por ofrecer, pero carente de infraestructura vial y de servicios adecuados para recibir diversos visitantes. Es inaudito que países vecinos que no tienen una Maravilla del Mundo Moderno reciban más visitantes que el nuestro; en Sudamérica, Brasil, Argentina, Colombia y Chile tienen más visitantes que nuestro país, careciendo los tres últimos de “maravilla” alguna. Al visitar esos países sorprenden la calidad de servicios, la infraestructura vial y la conectividad aérea; nuestro país está a años luz de poder despegar “La ruta Moche”, por ejemplo. En nuestra ciudad, para llegar a los sitios arqueológicos como las Huacas del Sol y la Luna o Chan Chan trae riesgos y muchos turistas se quejan de ello. La joya de Lambayeque, Tumbas Reales, está rodeado de un caos urbano alarmante. Lambayeque tiene, además, otros museos impresionantes como Brüning, Sicán, Túcume, Museo de Sitio de Sipán y esperemos pronto Chotuna; sin embargo, la escasa presencia turística puede desalentar las iniciativas. Chiclayo tiene conectividad muy buena con Panamá, pero no es adecuadamente explotada para traer turistas que pueden llegar a una ciudad que vive la resaca del nombramiento del nuevo Papa. Hablando de conectividad aérea, esta es una verdadera pesadilla para los trujillanos, por ejemplo. Ir a Arequipa, Cusco, Iquitos o las costas piuranas implican ir a Lima con la amenaza de pagar servicio de tránsito muy pronto. ¿Podemos tener más ofertas turísticas peruanas que atraigan otros viajeros que busquen otras opciones que Cusco? Muy complicado. Lástima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario