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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 7 de marzo de 2015

CUMBEMAYO, EL PASADO CAJACHO

Domingo 15. Luego de una larga noche celebrando al rey Momo o Ño Carnavalón, en un bonito pub llamado Arlequín, decidimos ir a uno de los lugares que, a pesar de las muchas visitas que hice, sigue siendo mágico: Cumbemayo. Lo he visitado en diferentes estaciones del año, con un fuerte sol o bajo una persistente lluvia. Siempre tiene algo nuevo que ofrecer. El día anterior, luego de haber sobrevivido al intento de ingreso a la plaza de armas de varios grupos exaltados, fuimos a una agencia de viajes localizada en la misma plaza. Así quedamos los tres en salir al día siguiente a las 9 am. Nos levantamos temprano, tomamos desayuno y luego nos fuimos al mercado a merodear por fruta y otras cosas. A las 10 de la mañana llegaban las comparsas en su primera eliminación, por lo que había que salir del centro lo más temprano posible para no quedarnos atascados. Ya la misma plaza estaba parcialmente cerrada por lo que era prioritario dejar el centro para ir a nuestro destino. Como de costumbre, la informalidad reina en este mundo del turismo; el día anterior se nos había mostrado la foto del vehículo en el que nos íbamos a desplazar y que la partida era puntual. Ni lo uno ni lo otro. Fuimos en un minibús un poco viejo y salimos con casi media hora de retraso. Incluso hubo un turista que iba de pie. La informalidad es fatal para uno de los negocios que podría ayudar a Cajamarca a salir de su recesión y generar interesantes cadenas de valor como restaurantes, tiendas de artesanía, todo tipo de servicio, hoteles, eventos culturales, científicos y económicos. Imagino grandes convenciones turísticas para poner en valor todas las riquezas de Cajamarca, pero con esos servicios, todo lo trabajado cuidadosamente se desplomaría tirando a la borda años de trabajo. El Carnaval rebasa de turistas y estos andan un poco a la merced de varios inescrupulosos.

Comenzamos el ascenso. Nuestro guía parecía simpático, pero luego comenzó a manejar datos que dejaban qué desear. Encandiló a varios jóvenes que tenían poca noción de lo que iba diciendo. Cuando comentó que Isabel de Portugal había financiado los viajes de Colón, María, portuguesa ella, me dijo que se estaba rescribiendo la historia. Así que nos dedicamos a ver el paisaje para evitar caer en las garras de la fantasía pura. Hicimos un alto en el camino para ver Layzón, uno de los sitios arqueológicos más antiguos de la zona. Como el acceso está aún prohibido, se puede distinguir  a lo lejos una pirámide trunca, en proceso de desenterramiento. Según lo leído en el libro sencillo de Julio Sarmiento y Tristán Ravines, este lugar era no solo un centro religioso, sino, además, un espacio para intercambio comercial entre productos del valle con la producción altoandina.  El guía tenía cierta razón: es un espacio que puede ofrecerse al turismo. Pero, valgan verdades, depende qué turistas quieras llevar. He visto en Chanquillo, Áncash, cómo alumnos de una promoción habían dejado sus “gratos recuerdos gráficos” en algunos muros y tablones que ha colocado gente de arqueología de la PUCP para su restauración.  También una vista espectacular de Cajamarca. Como Pacasmayo (y todas nuestras ciudades sin excepción), se pueden ver muchas paredes sin enlucido y hay una cosa más triste: la presencia más frecuente de calamina que reemplaza a las tradicionales tejas. El día anterior habíamos visto en el museo del Complejo Belén un patio lleno de tejas: ¿un cementerio de estas bellas producciones semi artesanales? Lo que sí es cierto es que cada vez más se ve el brillo del zinc de las calaminas en los techos cajamarquenses. 


Aquí ya habíamos ascendido hasta una altura un poco más de tres mil doscientos metros (Cajamarca está a 2750 m.s.m.) y teníamos que ascender más. El camino hasta cierta altura se encuentra cercado por diversos árboles, lo que le da buen atractivo. Cruzamos un sendero que era camino inca y luego camino real. A lo lejos uno ya puede distinguir los Frailones, inmensas rocas talladas por la erosión de deshielos y eólica, llamados así por su parecido a los frailes. Esta zona tiene dos grandes intereses: geográfico y arqueológico. El conjunto es impresionante. Han hecho un lugar de interpretación, el cual ahora ya no se usa. En realidad, es una lástima que los avances hechos en favor de varias actividades humanas como el turismo, la historia y arqueología estén abandonados. Y es una interesante fuente de recursos. Ese día el lugar se hallaba bastante abarrotado de turistas que habían llegado de diversas partes del Perú y de afuera. Una previa información de lo que íbamos a ver (he visto el lugar cuando estaba funcionando) hubiera ayudado al viajero a apreciar más el valor de este lugar. Descendimos con el grupo (éramos más de 30 personas) a diferentes ritmos. Lo más terrible de estos viajes es hallarse con personas que no tienen la más mínima idea del lugar que van a visitar: una señora cargaba un montón de cosas, entre ellas un perro de peluche, para un lugar en el que se necesitan las manos libres. Otros viajeros, jóvenes e inconscientes, no habían llevado casaca o cortavientos alguno; cuando llovió se los veía consternados por su precipitada decisión.



 La primera prueba es cruzar un corto pasaje de dos metros, un pequeño túnel por el cual hay un tramo totalmente oscuro. Luego de este paso, nos dimos con un puesto de productos en los que los pobladores de la zona han instalado algunos servicios como venta de choclos con queso. Delicia reparadora. Hay servicios higiénicos y agua fresca. Es la última pascana. Luego comienzas a ascender un poco para ver un corte que ha creado un mini valle por el cual atraviesa el sendero que va hacia los restos arqueológicos: el acueducto y el santuario. Este lugar fue formalmente estudiado por primera vez por Don Julio C. Tello, brillante hombre, allá en 1937, luego de su descubrimiento por un notable de Cajamarca. Al final del mini valle te topas con el acueducto. Este tiene una extensión de casi tres kilómetros, tiene más de dos mil quinientos años y ¡aún se usa! Es una suerte de acopiador de agua y deriva sus aguas hacia el Pacífico. Han aprovechado la gravedad y principios físicos que han permitido que por cientos de décadas el agua siga discurriendo. Tello limpió los canales y descubrió una maravilla (y que abundan en la zona): petroglifos. Cajamarca, como región, tiene maravillas; las he visto en Yonan (Gallito Ciego) y algunos en Callac Puma, donde hay más pintura rupestre y es un antiguo lugar prehispánico. El canal está tallado directamente en la roca de origen volcánico y el objetivo era derivar aguas casi todas pluviales a Cajamarca. El tramo que se visita (y el más preservado) tiene una extensión de 850 metros y es una maravilla de ingeniería antigua. Interesante el comentario que hace Rogger Ravines en su libro Tecnología Andina en la página 28 (IEP, 1978): “A lo largo de su recorrido, desde la quebrada del Cumbe, hasta más o menos 1 km. de distancia de su origen se observan impecables tramos pulidos, varios túneles y diversos puntos de aforo y control.” Y es cierto. El pulido es extraordinario. 







Pese a estar a más de 3500 metros, ya en la Jalca, había vegetación con floración. Pero algo que no había visto antes es la presencia masiva de pinos en el lugar con un riesgo bastante peligroso para la integridad de este bello sitio: las raíces de este árbol se va abriendo paso en las rocas con el peligro de colapsar esas magníficas estructuras naturales e, incluso, pueden afectar a las construcciones arqueológicas como los canales. Estos fueron limpiados en su mayoría, pero debe cuidarse frecuentemente, pues tienen hongos y líquenes que no son tan “amables” con las piedras. Quisimos ir al Santuario, pero no todos los viajeros fueron al ritmo y la lluvia había arreciado un poco. Por esa razón, no lo pudimos visitar. Regresamos hacia el bus que estaba estacionado ya en otro lugar para poder recoger a los exhaustos viajeros. No nos olvidemos que la altura sí nos pasa factura.






Regresamos a Cajamarca y nos fuimos a celebrar la Usha en casa de la tía de César. Una fiesta bella, bailamos con gusto, trencitos, pese a la lluvia. Agua es vida. Los primos y tíos de César nos ofrecían diversos tipos de macerados de diversas frutas. Una tentación peligrosa. A cierta hora nos retiramos, ya que el paseo nos había agotado y queríamos descansar. Más tarde nos encontramos con César que venía de lavarse un poco de todo el talco que le habían tirado encima. Eran fiestas.





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