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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 10 de diciembre de 2016

JALCA GRANDE, ÓLLAPE, HUANCAS...LA HISTORIA


El sábado 29 de octubre hice realidad uno de mis anhelos: visitar Jalca Grande. Desde la primera vez que fui a Chachapoyas en 1999, en una visita solitaria y con varios estudiantes míos universitarios que me esperaron, tuve la intención de conocer más de esta zona fascinante. En esta oportunidad me encontré con Leonardo Rojas con quien pudimos hablar un poco este último día antes de retornar a Trujillo. Un día antes, gracias a César Alva, había logrado contactarse con un  amigo suyo quien me iba a alcanzar datos de una empresa que hacía viajes particulares a la zona. La Jalca o Jalca Grande es una pequeña ciudad que se halla casi 3 mil metros de altura (2, 891 para ser más exactos) y está a unas dos horas de viaje en auto. Salimos temprano para ganar el día, que se veía esplendoroso (la lluvia se alejó); es el mismo trayecto que se toma para ir a Kuélap o Leimebamba. Vas yendo hacia el sur en paralelo al río Utcubamba que se hallaba bastante cargado. Un poco más allá del desvío para Tingo y Kuélap, nos detuvimos para ver Macro con un poco más de paciencia. Una visita pendiente y, según el chofer, de relativo fácil acceso. Del desvío hasta el pueblo de Ubilón se toma una media hora aproximadamente. Luego ingresas por este pueblo y comienza el ascenso hacia Jalca Grande, que te toma una hora aproximadamente. El camino es carrozable, bastante bien afirmado; pero no imagino cómo será con lluvias pues se ven trazas de deslizamiento. En el tramo entre Tingo y Ubilón, poco antes de llegar fuimos testigos de un pequeño derrumbe sobre la carretera. El auto sube pausadamente, pues hay algunas curvas cerradas que debemos de pasar con precaución. Pero el paisaje es gratificante, puedes distinguir los pueblos sobre las laderas de la otra orilla del río. Esta zona, a pesar de no ser tan alta como en los Andes sureños, tiene unos paisajes espectaculares por la verdura que puebla sus laderas. Eso es lo impresionante de la zona, una zona intermedia entre la montaña y la selva; además de la cantidad notable de lugares arqueológicos. Es el Cuzco del Norte. Un poco antes de llegar a Jalca Grande nos topamos con Óllape, lugar que visitaríamos después de nuestra ronda por la pequeña ciudad. El paisaje urbano desde lejos es interesante por la gran torre de la iglesia que íbamos a visitar. Al llegar al poblado de unas dos mil personas sorprende la cantidad de ropa abrigada en la gente bajo un sol radiante. Como íbamos en el interior de un vehículo no nos percatamos del frío que hace en esta zona. Jalca Grande es una región con mucha historia, incluso preinca. Por aquí llegaron los españoles un poco después de la derrota inca, imperio que había asimilado a los chachapoya un poco antes.

El adelantado español Alonso de Alvarado llegó por estos lares y fundó Jalca Grande. Se edificó esa interesante iglesia que se distingue desde lejos por su alta torre: Nuestra Señora de las Mercedes. Parece ser que el frío hizo que los conquistadores de movieran hacia Levanto y luego a Chachapoyas, que sigue siendo un lugar pequeño y agradable para vivir. La iglesia, parece ser, es la más antigua de la región (se remonta al siglo XVI en 1540)  y fue edificada con las piedras de las ruinas se encuentran cerca de la ciudad. En el exterior se ven detalles que uno puede ver en Kuélap o en Óllape, las ruinas cercanas. En interior tiene pequeños retablos con imaginería indígena. Es una iglesia que necesita un urgente mantenimiento y que debe de ser incorporado a un circuito turístico de personas interesadas en historia y arqueología (cerca está Óllape). Para abrir el convento fuimos el chofer y yo a buscar a una vecina quien se encarga de las llaves del portón. Las mujeres suelen llevar un paño en la cabeza tanto como protección como para cargar cosas. Pero sí que hace frío. La gente tiene un poco cuarteada la piel, imagino por el sol y las heladas que debe de haber en julio y agosto. La visita fue interesante; una vez concluida nuestra respectiva sesión de fotos, dejamos propina a la señora que amablemente nos abrió la puerta. Las calles tienen una marcada pendiente. Incluso hay una gran hoya a la entrada-salida del pueblo. No pudimos visitar el museo de sitio.







De ahí nos dirigimos a Óllape, otra agradable sorpresa. Es un conjunto de ruinas chachapoya (igual diseño en la construcción y el uso de la piedra) que se halla cubierto de vegetación. Dejamos el auto al pie de la ruta y subimos un buen tramo. Nuestro guía chofer nos quiso llevar por una ruta más breve, según él, pero estaba bloqueada. La zona tiene diversos propietarios, campesinos de la zona. Sin embargo, llegar al conjunto arqueológico no es complicado y no se paga. Hay un pequeño grupo de construcciones cubiertas de maleza e, incluso, por árboles. Según nuestro guía es posible que lo visto sea una pequeña muestra de un conjunto mayor que falta por desenterrar: una aventura.




Así culminada nuestra visita a la zona, nos enrumbamos a Magdalena para almorzar una buena sopa serrana (son buenas) y compartir una buena conversación. Una vez concluida nuestra sobremesa, hablé con el guía y le pedí que nos llevase a Huancas, donde se encuentra el cañón de Sonches que había visitado en el 2009. Así nos enrumbamos hacia Chachapoyas para lograr alcanzar aún  luz solar. El tramo desde Chacha al lugar toma unos veinte minutos (hay que ascender y no está asfaltada la ruta). Y el trote bien valió la misa. Llegamos al pueblo de Huancas que ahora se encuentra más organizado que la primera vez que visité. Hay una producción artesanal en barro interesante. La iglesia es pequeña y que su interior es interesante. Pero como la vez pasada, estaba cerrada. No lejos de allí está el cañón. Ahora han marcado unos senderos de piedra que los caminantes pueden tomar para no extraviarse para su destino final. Y ya en el lugar, hay un amplio mirador y una atalaya en cuya parte inferior te venden artesanía. El espectáculo es impresionante; pese a que no llegar ser tan hondo como el Colca, sí es destacable el paisaje, cielo y nubes que acompañan estas honduras. Y comentan que van a hacer un mirador más alto para poder ver desde ahí las cataratas de Gocta, puesto que en dirección oeste se puede ver la zona en un día despejado. Quizá hagan una ruta que una estos dos lugares geográficamente impresionantes.



Ya de retorno a Chacha, en vez de ir al Criadero de Orquídeas que pertenecen a la familia de una exalumna mía de la UPN, fuimos a la casa de la tía de nuestro guía y nos encontramos con un pequeño festival de orquídeas: María se compró tres y yo, un par. Las embalaron bien, ya que se iban hasta Trujillo. Nos dieron todos los detalles para su cuidado. Aún están en mi jardín.
Ya de regreso a nuestro hotel, me encontré con Leonardo Rojas, luego de tantos años y ya residente en esta ciudad. Cosas de la vida; justo cuando hablaba con él vimos pasar a otro exalumno mío de antaño. Grato reencuentro.

Como quedaba tiempo aún, nos tomamos un duchazo. Soraia había tomado en Cuzco una sopa a la minuta, como un chupe. Le dije que en un restaurante central (Plaza de armas) preparan esta sopa. Fue tanta su alegría que mandó a llamar a los cocineros para que le digan cómo se hacía la sopa. Demás está decir que la terminó toda y nos fuimos a nuestro hotel a recoger las cosas. Barriga llena y corazón contento. Chachapoyas se volvió a portar bien.




domingo, 21 de agosto de 2011

NUEVA VISITA AL MUNDO CHACHA

22 de julio. Por la tarde, 4:30 pm. Un grupo de personas se embarca en un bus con destino a la capital del Dpto. de Amazonas. Por tercera vez me dirijo a esta interesante zona en la que hay aún mucho por descubrir. Iba conmigo, Carmen Ortega, una buena amiga española a quien le quería enseñar otra parte del Perú, zona aún poco conocida por nosotros mismos, pero que se está volviendo una suerte de vedette en el mundo internacional del turismo. Y razones no le faltan.
Tras un largo viaje (ya hay zonas de la carretera que han ido deteriorándose o colapsando) llegamos a Chachapoyas temprano. Con hambre, nos íbamos instalando en diversos hoteles de la ciudad. Tuvimos un inconveniente, producto de la movilidad en la que fuimos: las calles céntricas de la ciudad no están previstas para unidades de transporte de gran calado. Al dejar a parte del grupo en un hotel, el bus hizo una maniobra que nos tomó casi media hora para salir del atolladero en el que nos habíamos metido. Lo recomendable es moverse en unidades más ligeras (tipo Custer) para poder desplazarnos mejor y evitar los bloqueos de calles que se provocaron más de una vez. Una vez instalados en nuestros hoteles (en un total de 4, ya que éramos 45 personas) y haber tomado el desayuno respectivo, empezamos nuestras actividades para recorrer los alrededores de la ciudad. E íbamos a tener buenas sorpresas. 
El primer lugar que visitamos es uno que fui hace exactamente 13 años, cuando Chachapoyas no era muy conocida. Era el cañón de Huancas, una miniversión del Colca, con vientos fuertes y un buen mirador. Se encuentra cerca a un poblado, el de Huancas, poblado que trabaja mucho la alfarería. Quisimos entrar a la pequeña iglesia del poblado a pedido mío, puesto que recordaba que tenía bellezas de la época colonial en sus altares. No había llave, pena. Del lugar nos enrumbamos a almorzar, ya que "hacía hambre". Así pues nos dirigimos a la ciudad a un restaurante a servirnos comida de la región. Carmen iba en este viaje descubriendo muchas cosas ocultas de nuestro vasto país, así como nuestras locuras en cuanto a la seguridad. El partido de fútbol con Venezuela generó una división en el grupo; varios prefirieron quedarse a ver el partido, otros más preferimos ir a ver un orquideario. En un principio habíamos decidido ir sólo 10 personas, pero luego varias personas (como siempre) decidieron cambiar de idea y se creó el caos. Nuestro grupo de cuatro personas fue enviado en un taxi al supuesto lugar, pero el chofer más atento al partido que a las indicaciones dadas de la dirección emprendió el camino y nos llevó al lugar equivocado. Nos fuimos a una zona perteneciente al tío de una exalumna; dicho tío ha hecho una interesante y bella inversión en ese terreno.Pero no era el orquideario. Gentilmente llamó un taxi y nos llevó al verdadero destino donde íbamos a hallar toda una explosión de color: bellas orquídeas, un regalo al ojo.
Terminamos el primer día con una serenata para todos nosotros con bailes típicos y un buen anisadito para la noche. De ahí a dormir para salir temprano a Kuélap, la joya del viaje.
Viajar con un grupo numeroso puede acarrear muchos problemas con el control de tiempos. Para ir a Kuélap, no puedes ir en un gran bus, debes ir máximo en una custer por lo que nos dividimos en tres movilidades. Algunos salieron más temprano que los otros, pese a que nuestra movilidad ya estaba lista a primera hora. No importa, nosotros sí hicimos una visita excepcional. Algunos pasajeros estuvieron un poco indispuestos, pero partimos todos. Kuélap puede ser tranquilamente el Machu Picchu del Norte. Asi de sencillo. Una suerte de peregrinaje del cual no se puede salir decepcionado. Varios a paso lento iban llegando hasta el lugar, el cual ya visito por tercera vez. La primera vez la visité con mis alumnos y el lugar estuvo desolado, sólo roto el silencio por nosotros. Pero cuando fui hace dos años y esta última vez, el lugar estaba repleto de gente. Para suerte nuestra, se han habilitado nuevos espacios y han limpiado muchos más. Se ha habilitado el torreón, pero hay que mantenerlo cerrado o con acceso restringido sea por seguridad como por mantenimiemto y preservación del lugar. El turismo trae sus malas secuelas también. Las últimas zonas limpias muestran el final de lo que fue este regio lugar: fue abandonado por la epidemia de la viruela, la enfermedad que vino antes de la llegada de los españoles. Incluso Huayna Cápac murió de esta enfermedad; el descubrimiento de varios esqueletos hallados de manera desordenada hace suponer que la gente fue cayendo en el lugar en lenta agonía de manera dispersa. Los sanos huyeron hacia otros poblados y Kuélap quedó abandonado hasta fines del siglo XIX. Kuélap está allá arriba y es toda una incógnita cómo llegaba el agua hasta ahí. Y la construcción en sí. Pero el lugar es impresionante y hay mucha gente que no sabe de él; en la vía vimos Macro. Los pueblitos que están en torno a la carretera han comenzado a hacer negocios con el turismo. El lugar está lleno de leyendas, se habla de una barra de oro difícil de lograr. Pero ver todo el paisaje e imaginarse cómo era el lugar es de por sí un buen viaje al pasado. Chachapoyas tiene ante sí un gran potencial. Regresamos tranquilos con una breve pascana para almorzar y comentar lo visitado. El problema es que el retorno toma algo de cuatro horas y llegamos bastante tarde a Chachapoyas. Comimos algo ligero y preparamos maletas para el día siguiente.
Ya lunes nos íbamos a Leimebamba para ver el museo del lugar, el famoso Museo de las Momias de la laguna de Los Cóndores. Habíamos dejado todo listo, pero como de costumbre hubo retrasos para poder salir puntualmente y salir presionados de retorno a Trujillo. En esta oportunidad iba a ser testigo de algunos gestos y acciones no dignas de docentes. El museo está bien tenido y hay ciertas reglas que hay que respetar, como por ejemplo no tomar fotos o filmar. Pero hubo varios profesores (incluso uno de Filosofía y Ética) quienes con el mayor descaro tomaban fotos o filmaban escondidamente. Esta fue una situación que me molestó mucho y desagradó a otros colegas; pero la mayoría se mostró indiferente y eso es bastante grave, puesto que hablamos de docentes quienes exigen reglas a los jóvenes y ellos llegaban tarde o trasgredían las instrucciones sin importarles su entorno. Fue la nota más negra del viaje por lo que esto significa en un mundo en que queremos cambiar a una juventud que quiere reglas claras y vemos que los encargados de hacerlo les importa un comino respetarlas.
Ya de regreso a Chachapoyas, con Carmen nos fuimos a buscar los últimos regalos y compras para retornar a Trujillo. Con Carmen nos hemos hecho la firme promesa de regresar, pero con más buenos colegas a ver Gocta, las bellas cataratas de la zona, Revash, Pueblo de los Muertos, y otros cientos de lugares más que quedan por descubrir. Estamos ante un cofre de maravillas.