Aunque este año ha sido poco generoso con los viajes, la
última semana de octubre fue una buena oportunidad para escapar nuevamente de
Chachapoyas con María y su hija para repetir la experiencia de viajes
interesantes por el país, aprovechando la llegada de Soraia por su corta
estadía de dos semanas. Así que decidimos ir a tierras amazonenses por dos días
(muy breve) para ir nuevamente a Kuélap y dos lugares que iban a ser todo un
descubrimiento: La Jalca y Óllape.
El día jueves 27 de octubre nos embarcamos en MovilTours a
las 4 PM. El bus se detiene por un cuarto de hora en Chiclayo por combustible y
aprovechamos en visitar un restaurante cerca de su terminal que se llama El
Uruguayo, un pequeño sitio de propiedad de un ciudadano de ese país que, según
él, vino a Chiclayo por un mes y se quedó casi 30 años. Comimos un delicioso sánguche de lechón cada
uno “para el camino”. Son 14 horas de viaje. El bus no iba lleno y desaprovechamos
la oportunidad de ubicarnos en cada fila para poder dormir más cómodamente.
Llegamos a Chachapoyas a las 7 AM. Nos dirigimos a nuestro
hotel, Hostal del Arriero, cerca de la plaza de armas. Nuestro tour a Kuélap
estaba listo a partir a las 9 de la mañana por lo que nos fuimos a tomar
desayuno. En un restaurante y mini mercado que pertenece a los mismos dueños de
nuestro hotel tomamos una buena merienda para el largo camino. Ahí nos
apertrechamos de agua, galletas, frutas, chocolates y otras avituallas. Fuimos
al hotel a lavarnos los dientes y esperar la llamada de la gente de la empresa
que nos llevaría a nuestro destino de ese día. Kuélap ya la he visitado cuatro
veces e iba por una quinta. No hay quinto malo, como dice el dicho; pues sí,
vimos las instalaciones del nuevo gran funicular que entrará pronto a funcionar
y que dará un movimiento inusual a la zona, pues reducirá el trayecto de cuatro
horas a solo una. Además siempre el sitio arqueológico tiene nuevos
descubrimientos expuestos al público. La ida fue tranquila y fuimos conociendo
a varios de los viajeros que iban con nosotros. Nos detuvimos en Macro para ver
los restos y luego nos enrumbamos hacia Kuélap.
Ir a este lugar es subir, pues
Chachapoyas está a 2335 m.s.n.m. y
Kuélap un poco más de los tres mil. Luego de Macro, fuimos a Tingo donde está
el inicio del funicular; luego Lónguita y María. Llegamos un poco agotados al
Parador Turístico del lugar para recoger los boletos de entrada. Se veía ya un
cielo nublado. Se nos venía una lluvia y en cualquier se podía precipitar.
Felizmente, la lluvia no descargó hasta un poco más de mitad de la visita. Ingresamos
por la puerta 3, ya que la 1 estaba cerrada por reparaciones y la 2 norte y sur aún no están habilitadas. Había
que ir con cuidado, ya que algunos tramos estaban enlodados. El sitio aún se le
sigue llamando fortaleza, pues todavía hay varias personas que le adjudican el
carácter militar; pero nuestro guía y muchas personas más nos aclararon que el
lugar tiene más objeto de uso ceremonial religioso que militar. Una de las novedades
(y va tener que ser una visita obligada) es la pronta habilitación del acceso 2
que tiene dos puertas (norte y sur) de carácter dual para uso de solo mujeres o
varones. Es una zona escarpada y ya de por sí el entorno es increíble. El
lugar, eso sí, va a tener que manejar una cantidad razonable de visitantes
(como lo hace Machu Picchu), pues ese día había una buena cantidad de grupos
numerosos.
El retorno a pie fue bajo la lluvia; fue más tranquilo
(descenso) pero hubo algunas zonas resbalosas por el agua de lluvia o el lodo
que estaba acumulando. Llegamos al Parador y me di una escapada para ver el
sitio de interpretación. Es genial, informativo, bien presentado, pero
lamentablemente poco visitado. Me dio un panorama más detallado de la ocupación
de la zona, unas buenas líneas de tiempo y una pequeña muestra de objetos del
lugar. Y una buena folletería a disposición de todos.
Así iniciamos nuestro retorno, ya estábamos soltando la
lengua entre los viajeros (había de Lima, Alemania y España); bajamos a
almorzar y pedimos una buena sopa revitalizadora. Las sopas serranas son una
bendición. Ya por el cansancio o emoción, muchos pegábamos nuestros ojos para
dormitar. Recién habíamos llegado ese día a Chacha.
Llegamos a eso de las 6 p.m. a nuestro hotel. Decidimos con
varios de los chicos que conocimos en el viaje más nuestro guía ir a cenar juntos
esa noche. Una buena velada y luego a dormir. Previamente, había hecho los
arreglos para ir el sábado 29 a un lugar que no conocía y que se me había
cruzado por la mente varias veces: La Jalca.