Las semanas pasadas han develado muchas cosas que invitan a este artículo reflexivo: una ciudad con muchas y graves debilidades, y una sociedad con contradicciones nocivas. El accionar de muchos personajes del circo político peruano nos hacen postergar algunos puntos álgidos que debemos abordar urgentemente.
Cuando estalló la pandemia obligándonos
a sumirnos en un aislamiento riguroso, comenzaron a surgir una serie de
movimientos y personas que promovían una acentuada oposición a todo lo que
estaba pasando. Surgió una corriente “anti medidas” contra el aislamiento, uso
de mascarillas o las vacunas. Hubo reacciones que proponían el rechazo total a
dichas medidas arguyendo razones religiosas o las promovidas por científicos de
todo tipo, grupo en el que había desde charlatanes hasta investigadores que se
oponían a la poderosa industria farmacéutica. Líderes religiosos pedían a sus
feligreses no usar mascarillas o inocularse cualquier vacuna. Hubo
comunicadores que rechazaban cualquier intento de controlar esta epidemia hasta
sufrir en carne propia el contagio. Sólo basta recordar el caso de Rafael Rey o
lo vivido por Beto Ortiz quien usó sus influencias para obtener una situación
privilegiada en los momentos de mayor crisis sanitaria. Luego este comunicador,
coludido con un personaje oscuro de la política, creó desasosiego en plena
campaña de vacunación al difundir parcialmente los resultados de una
investigación de una de las vacunas que se estaba aplicando en nuestro país; esta
incertidumbre se acentuó por el abuso de poder del expresidente Vizcarra y un
círculo allegado, incluida Pilar Mazzetti, exministra de Salud, quienes
se vacunaron a espaldas de la ciudadanía. Las campañas pesimistas eran
dramáticas y las voces disidentes contrarias a la vacunación no tenían tanta
repercusión como sí las tenían las que dudaban de una rápida vacunación. Aún
recuerdo en las redes comentarios escépticos de grupos etarios muy jóvenes quienes
se veían vacunados en el 2022 o 2023. Uno de los países con mayor reticencia,
USA,
buscó mover su economía con la angustia de muchos que dudaban de la eficiencia
del sistema sanitario en este proceso. Miles de peruanos se agolpaban en los
centros de salud o puntos de vacunación. Hoy el MINSA sale a las calles,
mercados e, incluso, casas a buscar personas que no hayan recibido dosis
alguna. En enero ya se vacunará a niños desde los 5 años. Pese a todo, estamos
aún en un poco más de 51 % de población vacunada. Ahora es el turno de los antivacunas.
Las redes revientan con sus argumentos, algunos claros, otros insostenibles; voy
conociendo a personas que rechazan la vacuna. Ahora argumentos legales circulan
en las redes y los medios. Se arguyen derechos personales, pero también derechos
colectivos que protegen a grupos vulnerables, cuyos integrantes fueron
diezmados en estos meses y que hubieran, gustosos, puesto su hombro para luchar
por sus vidas. Difícil encrucijada.
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