Viernes por la madruga una lluvia cae sobre Trujillo. Una lluvia que desnuda cada vez más a una ciudad que se va hundiendo en una suerte de espiral de caos y abandono. Y una lluvia que reaviva muchos temores y que amenaza nuestra seguridad y, también, nuestros bolsillos. Y retornan palabras como “huaico” o “quebradas”.
Ya hace varios años (no sólo
desde 2017), se ha hablado de planes de protección para una ciudad que creció
en un espacio de ríos y quebradas secos, los que se activan ante una copiosa
actividad pluvial como lo es cualquier Fenómeno de El Niño. Pobladores previos
a su fundación española sufrieron duros embates e, incluso, fueron casi
extinguidos ante la intensidad de algunos de estos Niños. Si uno visita
espacios arqueológicos como la Huaca de la Luna, su historia encierra datos espeluznantes.
Posteriormente, cronistas de la colonia describen los estragos causados a lo
largo de este periodo histórico de nuestra ciudad. Cobra especial importancia
la de Miguel de Feijóo quien, con lujo de detalles, describe el Mega Niño de
1728. ¿Qué narra Feijóo? En su obra Relación descriptiva de la ciudad, y
provincia de Truxillo del Perú, reeditada en 1981, en el capítulo XII,
habla de Mampuesto que fue el origen de un desborde con terribles
consecuencias. Feijóo lo llama “Marapuesto” describiéndolo como un terraplén
hecho por los indios gentiles que “[..] cerraba un gran espacio de una
quebrada entre dos cerros, de lo que resultó se hiciese una profunda laguna; y
humedecidas sus vasas, y cimientos, derrumbándose por lo más débil, precipitada
la multitud de agua que se había recogido, corrió por los campos mediatos[..]”.
Para suerte de Trujillo en ese entonces, las aguas no se dirigieron sobre la
ciudad donde “[..] hubiera desbaratado parte de sus murallas [..]”, sino
que se dirigieron al río Moche. En 1998, las aguas de Mampuesto inundaron a
nuestra ciudad con cadáveres y ataúdes que flotaban por diversas calles y
avenidas. En 2017, no hubo cadáveres, pero sí mucha agua enlodada y
destrucción. La historia repite el mismo fenómeno. Con un grupo de amigos
arquitectos fuimos a ver el territorio y esta zona había sido concesionada a
una empresa para volver a hacer un cementerio. Este es uno de los tantos
ejemplos en los que la desidia y la angurria humanas, juntas, generan grandes
desastres, muy bien aprovechados por públicos y privados de manera criminal:
tráfico de terrenos. Esta actividad ha permitido grandes ganancias a empresas
de ventas de terrenos y construcción, así como votos a partidos políticos que
promueven la titulación. Algunas soluciones plantean derivar las aguas de las quebradas
hacia el río Moche, con la posibilidad de crear otro desastre. La ocupación
“legalizada” de estos espacios conlleva a que el Estado instale todos los
servicios básicos (electrificación, agua y desagüe), los que serán dañados en
otra riada pluvial. Política y plata parecen enemigos de nuestra ciudad.
PD. Al colgar este texto, un fuerte sismo ha asolado una parte de la selva alta de nuestro país. Las ondas nos levantaron a las 5:55 am. Y esta situación nos expone en nuestras pobrezas y también fortalezas como ciudadanía. Mucha fuerza para los amazoneses y todos los que hayan sido afectados por este desastre.
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