Estamos cerrando la segunda
década del siglo XXI. Estamos, además, ad-portas de dos bicentenarios, uno de
ellos de exclusividad liberteña. ¿Cómo ingresamos a esta nueva década en la que
llegamos a una suerte de madurez republicana?
La década pasada fue signada
por la corrupción, pesada herencia que recibimos de un fujimorato que destrozó
cuanta institución estatal pudo. Las más afectadas fueron el Poder Judicial y
las instituciones castrenses (sobre todo, el ejército) con las cuales
coquetearon abiertamente una serie de personajes durante los últimos regímenes
electos o, incluso, se coludieron contra alguno para “sacarlo del juego”
político. El estallido empezó en Brasil con el escándalo Odebrecht - Lava Jato
salpicando a muchos países de América Latina, entre ellos Perú. Nuestro país se
convirtió en una suerte de Hub de la corrupción con el beneplácito de nuestros
gobernantes desde Toledo hasta el renunciante PPK. Hubo un puñado de fiscales y
gente del Poder Judicial que quisieron actuar de manera correcta. Pero es
insuficiente; el boicot y la escasez de recursos han sido las principales
razones por las cuales mucho de lo andado por este equipo comienza a hacer
agua. Es inaudito que no haya un equipo más amplio y con un buen apoyo
económico que combata la corrupción. También es difícil hallar personas que no
estén contaminadas en la podredumbre en que han caído muchas instituciones
estatales. Lo hecho en nuestro país por este puñado de fiscales, jueces y
abogados se volvió punto de referencia para sociedades como la colombiana o
mexicana que sufren el cáncer de la corrupción en todas sus esferas sociales,
políticas y económicas. Ese deterioro puede acelerarse si el electorado elige
personas que buscan una curul con el fin de protegerse con la inmunidad
parlamentaria. Esos candidatos y otros personajes son los que quieren perpetuar
el statu quo para cubrirse y amparar a otros corruptos.
¿Cómo ingresa Trujillo a su Bicentenario?
Una ciudad que recibió mal el último Niño (2017) no se repone aún. Ingresando
al tercer año post desastre, la ciudad no está preparada para un fenómeno del
cual se ha aprendido poco. En el último Niño una sola lluvia bastó para hacer
colapsar muchos servicios de la ciudad. Para la reconstrucción se necesitan no
solo criterios técnicos o de ingeniería, sino políticos. Se habla siempre de
liberar zonas que son consideradas de alto riesgo; mas, lejos de pensar con un
criterio de ordenamiento urbano y social, lo que se hace es actuar de manera
populista permitiendo construir en espacios que colapsarán en una siguiente
oportunidad. Se instalan, incluso, servicios básicos como luz, agua y desagüe,
los cuales se malograrán y nuevamente se dispensarán recursos necesarios para
otras áreas como salud o el sistema vial necesario para el grueso de la
población. Se piensa más en votos que en las personas las cuales les otorgan,
de manera equivocada, dichos votos.
¿Hablamos de madurez política?
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