Jueves 01 de agosto. Ya había
hablado el día anterior con la agencia de autos de alquiler San José, servicio
que hemos utilizado cuando hemos ido a Piura y también en Trujillo. Su central
está en el aeropuerto internacional José Abelardo Quiñónez. Ya el hotel nos iba
a asignar un lugar para dejar la camioneta (sí, mejor una camioneta) para las
noches del jueves y viernes. Este es el vínculo para contactar y no es muy
caro: https://rentacar3b.com.pe/?gclid=Cj0KCQiAuefvBRDXARIsAFEOQ9H-RS_QZy4y1odd5xwqCCRA-DFWQO8nNgDCNEr4rHI_l07Qyu8r7bMaAogjEALw_wcB.
Fuimos al aeropuerto luego de nuestro desayuno para sacar el vehículo: el único
problema era que no tenía apertura o clausura automática, así que teníamos que
cerrar o abrir las puertas de manera manual. Pero la camioneta nos iba a ser de
gran utilidad. Como visitas previas, decidimos de separar geográficamente las
giras: hacia el sur y hacia el norte. Comenzamos por el Sur.
Antes de ir a Zaña, nuestro
primer objetivo, fuimos a comprar algunos pertrechos como lo habíamos hecho en
oportunidades anteriores cuando vinimos con Orietta y Maria, por ejemplo; o con
Isabelle y Maria también. Compramos mucha fruta y agua, lo más importante. Aunque
las condiciones de higiene han mejorado considerablemente y la calidad de los
productos sí han progresado, incluso en la presentación de sus platos; pese a todo,
siempre es bueno tomar medidas de prevención.
Una vez culminadas nuestras
compras nos enrumbamos hacia el sur. La autopista se corta en ciertos tramos y
es desesperante, pues el tráfico entre Trujillo y Chiclayo de transporte pesado
(camiones y buses) es intenso. La salida de Chiclayo hasta Reque y un poco más
allá puede ser una pesadilla a ciertas horas. La entrada o salida de Chiclayo
(depende cómo la veamos) es muy estrecha y tiene un tráfico intenso agravado
por la cantidad de mototaxis que pululan por la zona. Entre Reque hasta nuestro
objetivo se atraviesa el desierto, el cual pronto será zona agrícola. No sé cómo
harán con el relleno sanitario que se halla (o hallaba) en el medio de este
tramo. Se ve una gran cantidad de bolsas de plástico que las lleva el viento.
Chiclayo, así como todas las ciudades peruanas, tienen que luchar con su limpieza
y ornatos públicos, los cuales no son tomados con mucha importancia por
autoridades y la población. Pese a todo, llegamos a Nuevo Mocupe. Esta
población la recuerdo fue totalmente inundada en el Niño de 1982-83. Fue
devastador. Una amiga, Sissy Acha, tuvo que trabajar con los pobladores para
que aceptasen unas viviendas hechas para apoyar a los pobladores damnificados
por las inundaciones. Los pobladores no querían ocupar estas, ya que no reunían
las expectativas de sus futuros pobladores. Los ingenieros tuvieron buenas
intenciones, pero se olvidaron un punto importante: conocer el destinatario
final. Los ingenieros pidieron a mi amiga, socióloga, que pudiese convencer a
los pobladores de usarlas. Ella les comentó que su estrategia estaba totalmente
equivocada y que habían empezado al revés. Las casas quedaron al abandono por
años, hasta que nuevos pobladores llegaron. Recuerdo en muchos viajes pasados
el carácter de desolación que el lugar daba; ahora es un pueblo pujante de
agricultores. Más detalles de lo que fue ese terrible fenómeno: http://idesep.senamhi.gob.pe/portalidesep/idesep_tema_evento_el_nino_la_nina_nino_82_83.jsp.
Este lugar es el cruce para Zaña y Cayaltí. Llegamos a Zaña un poco más de las
10 am. Nos fuimos director a ver las ruinas de la iglesia de La Merced, donde hay
centro educativo que recibe apoyo del Gobierno español. Los restos de la iglesia
necesitan urgente mantenimiento, no restauración. Es cierto que las ruinas
están en propiedad privada; pero viendo en conjunto este complejo, la Región
perdería una joya que puede generar muchos más ingresos que los que obtiene en
ese estado e involucrar a más población del lugar. Una vez culminada la visita
a estas ruinas, nos fuimos a las que quedan de la iglesia de San Francisco y la
Catedral (o iglesia matriz). Primero fuimos a San Francisco o lo poco que va
quedando de estos restos. Hay un arco de medio punto que queda cerca del altar
mayor y lo interesante es ver las inscripciones que se encuentran en los restos
de la portada lateral de esta iglesia. Una buena limpieza y hacer un empedrado
para poder caminar por la zona sería una buena propuesta. Además, más
información de estas iglesias que muestran que la zona era muy importante.
Desde ahí nos fuimos a la iglesia Matriz, la cual ha sido protegida con unos
aleros que afean mucho los restos. El día se pueda sacar toda esa tierra acumulada
y hacer una buena investigación de todas las tumbas que se ubican en esta iglesia.
La única es en la que se hallaba el cuerpo de San Antonio de Mogrovejo movilizada
la investigación, quizá, más por criterio religioso que por criterios históricos
o de otra índole. Este ensayo de Teodoro Hampe nos pueda dar una idea de lo
grande que fue Zaña (http://www.revistaandinacbc.com/wp-content/uploads/2016/ra34/ra-34-2002-03.pdf).
Para ver la brutalidad de lo que este gran
mega Niño, este texto nos da una mejor idea: https://www.academia.edu/11510290/EL_MEGANI%C3%91O_DE_1720_LA_INUNDACI%C3%93N_DE_ZA%C3%91A_Y_LAS_FALLAS_EN_LA_PLANIFICACI%C3%93N_DEL_USO_DE_LA_TIERRA?auto=download.
Y terminamos nuestro periplo en Zaña visitando los restos del convento de San
Agustín, el mejor preservado. Este ha sido intervenido y restaurado, pero
necesita una limpieza en los muros, pues la humedad está afectando sus muros.
Antes se solía subir al coro, en la actualidad esta zona permanece cerrada por
seguridad. La iglesia tiene detalles interesantes que muestran, en general,
cómo las demás iglesias que ahora yacen en ruinas estaban decoradas. La primera
vez que estuve aquí en 1985 vi una tumba que mostraba unos restos con algunos
trajes y solían enterrarlos con joyas. Espero que todos estos hallazgos estén a
buen recaudo y puedan hacer un buen museo de la ciudad, recogiendo lápidas con
las que cubrían estas tumbas y abrir las criptas. Hay tanto por hacer en Zaña.
Una vez concluida nuestra visita
en Zaña nos fuimos en dirección de la ex hacienda Cayaltí. Esta tuvo entre sus
turbios personajes a Héctor Becerril como un matón del grupo económico que compró
las instalaciones industriales, grupo que tiene un pasado muy dudoso, grupo
Oviedo, ligado al mundo del deporte (fútbol) y que se encuentra metido en
muchos casos de corrupción. En una exposición fotográfica que se hizo a fines
de año pasado en las instalaciones del Centro Cultural del Banco de la Nación,
una de las colecciones expuestas se focalizó en el conflicto social desatado
contra este consorcio y el nombre de Becerril aparecía en muros y pancartas de
protesta. En realidad, no ingresamos a la población, pues hay un desvío en la
carretera antes de entrar a la ciudad, es un camino de herradura bien tenido;
este tiene tránsito permanente, desde mototaxis hasta camiones llevando caña de
azúcar (nos cruzamos con uno). En el trayecto, nos encontramos con una pareja
la cual llevamos para que no caminen el largo trecho que tenían por delante;
además, nos indicaron el camino, pues no hay nada de señalética que te permita
orientarte (según el mapa de Google, es el tramo 118). Llegamos a nuestra meta:
el pueblo de Sipán. Este está no muy bien tenido; pese a todo el turismo que
llega, las calles no están asfaltadas, pero cuenta con sistema eléctrico y
alcantarillado. La relación con Walter Alva, el arqueólogo, y el poblado no es
muy buena. Quizá ese sea el motivo por el cual el museo de Tumbas Reales no se
construyó aquí. Pero ahora cuenta con un buen museo de sitio, pues la huaca
tiene aún muchos entierros más para ofrecer. Luego del viejo y el joven Señor
de Sipán que están en Lambayeque, aquí hay muchas tumbas desenterradas y sistemáticamente
estudiadas que se exhiben al público y está la huaca misma. Nos dirigimos
primero al museo, al cual iba por tercera vez en menos de cuatro años. Dejamos
la camioneta en el exterior y pedí ver la carta del restaurante que está frente
a la entrada del museo para que, al salir, almorcemos con calma. El museo es
muy bueno, ahora ya estaba reparado el sistema de proyecciones que te representa
las imágenes del dios iguana, dios que comunica con el inframundo. Tiene poca iluminación,
pues la luz puede dañar los objetos y, además, te da la sensación de que estás
entrando a las tumbas que se van a exhibir. La colección es buena y, con
paciencia, te puede tomar una hora para recorrer todo. La información es vasta.
Aquí la génesis del museo: https://www.youtube.com/watch?v=EAjv6SxZy4I.
Aquí más datos: http://journal.upao.edu.pe/Quingnam/article/view/737/683.
Luego de la visita, nos fuimos
a almorzar. Tuvimos como compañeros a varios perros y aves que iban merodeando
a la espera de un grano o algo que caiga al suelo. Las chicas dieron una vuelta
a ver algún recuerdo para llevar a España. De ahí nos fuimos a la huaca en sí a
ver las tumbas que se hallan en este lugar con simulaciones que nos muestran
cómo eran enterrados estos dignatarios. Nos fuimos a una suerte de colina que es
parte del complejo arqueológico. Hay una bonita vista del valle y las
estribaciones andinas.
Al salir tomamos un camino que
está muy mal tenido (huecos) para ir a Saltur, pero por desconocimiento debíamos
de haber ido a la carretera pavimentada que corre paralela al río Chancay (la
116). Esta carretera nos llevó al lugar que será nuestro próximo objetivo:
Pampagrande. Llegamos al lugar casi a las 5 pm. Desde lejos se ve el gran
complejo arqueológico. Se puede dejar la camioneta y hacer una caminata, pero
ya la hora nos ganaba. Sin embargo, teníamos registrado los datos. El retorno
desde Pampagrande a Chiclayo fue rápido, bueno hasta la ex hacienda Pomalca. De
ahí el tránsito es lento, penoso. Muchos vehículos que trasgreden las reglas de
tráfico: buses, micros, mototaxis. Una real jungla. Felizmente íbamos en una
gran camioneta que infundía respeto: una pena que las cosas funcionen así.
Adela estaba aterrada, pero llegamos al hotel. No estaban acostumbrados aún a
manejar clientes con vehículos, pues quería dejarlo ya para poder manejarnos a
pie o en taxi. Tuve que esperar casi unos 10 minutos con un tráfico nada
simpático. Felizmente el chico responsable llegó y me llevó al estacionamiento
para dejar la camioneta.
Tras una buena ducha, nos fuimos
al chifa China para comer algo ligero (una buena sopa) y contemplar los bellos
jarrones. Luego nos fuimos a caminar hasta la Plaza de Armas y tuvimos la
suerte de hallar la catedral abierta. Entramos y Adela entabló una conversación
simpática con una señora feligresa. Dimos una vuelta a la plaza y bajamos por
algunas calles a conocer más la ciudad. Al día siguiente nos íbamos al Norte.
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