Tras una semana de
interesantes movidas culturales, volvemos a la realidad política. Fueron 7 días
que cumplen con creces lo que un amigo extranjero alguna vez me comentó: en
nuestro país, no hay día aburrido; siempre hay novedades cada vez más
interesantes. Y parece que lo sucedido en este par de semanas recientes ha
rebasado nuestra imaginación colectiva sobre las diversas formas de corrupción
enquistadas en nuestro país por décadas y que han pasado delante de ojos de
supuestos hombres probos, cuya función era velar por los intereses del Estado y
la sociedad que representan, o sea, nosotros.
El desbande presenciado por
los otrora leales hombres del partido naranja y las abruptas reacciones del
hombre que acuñó la frase “quien no la debe, no la teme”, Alan García, son síntomas de que
hay ciertos golpes certeros contra este fangoso campo generado por la empresa
Odebrecht, la que está desmantelando la clase política de Sudamérica, ya que no
solo nos está afectando, sino al mundo político y social de Colombia, Ecuador,
Argentina, Venezuela, Panamá y allende nuestros mares. Incluso un par de
muertes recientes en Colombia han generado sospechas. La pirámide del sistema
corrupto generado desde el gobierno y sus adyacentes ha sido confrontada
directamente. En situaciones anteriores teníamos algunos partidarios kamikazes
que asumían la culpa del líder o lideresa. El caso de Jaime Yoshiyama es uno de
esos. En su acción suicida ha dejado una seria interrogante al cambiar la
dirección del dinero. La incertidumbre del narcotráfico salta automáticamente,
ilícita actividad que copa partidos políticos con mucho dinero, empresas de
fachada, candidatos populistas, etc. La distracción es obvia; pero se va, en
estas pesquisas, tras el Gran Bonetón o, mejor dicho, los grandes.
El libro Historia de la
corrupción en el Perú, del desaparecido historiador Alfonso Quiroz, citado por
la congresista Milagros Salazar, es un fascinante recuento del tema central del
mismo: la corrupción manifiesta y velada (las más de las veces) hecha por el
Poder y las personas, empresas e instituciones que lo acompañaron en sus
fechorías. La congresista no tuvo peor idea que emplearlo para cerrar su exposición sobre el caso de Keiko, personaje líder del partido naranja, visto como una de las instituciones más corruptas. El texto de Quiroz que debería estar en los planes lectores de estudiantes de
tercero, cuarto y quinto de secundaria, así como los primeros ciclos de
universidad, muestra modalidades criminales que tanto daño han hecho a nuestra
sociedad y que, en números, es exponencialmente más dañina que la década de los
movimientos sediciosos. Solo con sacar la cuenta de todo el dinero gastado
desde los 80 a nuestros días en coimas y actos corruptos se habrían construidos
cientos de colegios, hospitales equipados con alta tecnología, un gran sistema
vial, servicios de agua y desagüe para todos los poblados del Perú y generar un
sueldo digno a todos los empleados del Estado (profesores, policías, comenzando
por ellos). Así de criminales son los grandes corruptos.
La cárcel es su destino final
y todo ciudadano debe apoyar, sin dudar, esta sanción.
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