Cuzco, Cusco. Casi dos décadas después. Mi última visita a
tierras cuzqueñas se había realizado con un buen grupo de estudiantes del
Colegio Fleming, colegio en el que trabajé hasta el 2006. Y luego de muchos
años, retorno a mi centro inicial y realizo este viaje con otro grupo de chicos
ávidos de conocer el milenario Cusco.
Sabado 29 de setiembre. El viaje fue un poco accidentado. En todo grupo hay buenos
viajeros, resistentes y adaptables a las condiciones que tiene todo viaje. Pero
hay otros viajeros, jóvenes, adultos y mayores a los que les cuesta asumir
estos nuevos retos. El viaje se hizo con escala en Lima; esto ya generaba un
reto, pues se pedía responsabilidad sobre sus bienes personales. La escala fue
rápida y un poco agitada, habida cuenta del rigor del chequeo al que se someten
todos los viajeros por seguridad. Pese a toda la turbulencia del desembarcar e
ir nuevamente a la sala de embarque, logramos subir al avión a tiempo. Cuzco:
llegamos pasado mediodía. Algunos comenzaron a sentir los estragos de la altura.
Se advirtió sobre el uso de pastillas u otros medicamentos. Ahora tendemos a
automedicarnos y esto generó algunos problemas, algunos graves, en el grupo
posteriormente. Pese a todo, ese primer día transcurrió con pocos
contratiempos. Una vez instalados en el buen hotel en el que nos quedamos,
distribuidos los chicos en sus habitaciones y los dos grupos que conformamos
para ir en dos buses, nos fuimos a almorzar. El hambre apretaba a todos. El
restaurante Emiliana no estaba lejos, pero los desplazamientos deben de ser rápidos,
pues el centro se ha declarado zona rígida de estacionamiento para evitar atolladeros de tráfico tan comunes en calles estrechas como las de
Cuzco (ojalá lo hiciera así Chiclayo, Piura y Cajamarca; y el centro histórico de Trujillo). Los chicos fueron aprendiendo lentamente
a ser rápidos en sus acciones. El almuerzo fue amenizado con un show en vivo,
unos bailarines que presentaron danzas de la sierra y selva peruanas.
Una vez concluida el almuerzo nos dirigimos en nuestros buses
a la Plaza de Armas, a Huacaypata, el corazón de la ciudad. Aún no había
presenciado los cambios drásticos que esta ciudad ha experimentado en los
últimos 18 años, tiempo que no pisaba Cusco. La ciudad bastante atosigada de
turistas, los hay por cientos, miles; nosotros éramos parte de ese grupo un
poco depredador de servicios y atenciones que llegaron a esta ciudad en
¡temporada baja! Imagino cómo será en temporadas de junio a agosto. Terrible.
No sé adónde irá a parar toda esta ingente riqueza que ingresa con el turismo,
pues se ve mucha mendicidad por las calles, hombres y mujeres quechuahablantes
pidiendo comida o limosna al costado de restaurantes de 1 estrella Michelin u
hoteles de 5 estrellas, algunos de ellos entre los más destacados del mundo.
Cosas que debemos de revisar para evitar la brecha social que fue lo que
alimentó la sed de venganza de los movimientos sediciosos de los años 80 y 90
del siglo pasado.
Nuestra primera visita era al Convento Santo Domingo y Koricancha.
El Templo del Sol inca se convirtió en el bastión de los dominicos, encargados
de la extirpación de la idolatría en la conquista y gestores de esta política
de edificar santuarios cristianos sobre zonas religiosas prehispánicas a las
cuales identificaron como idólatras. Fue una política de estado aplicada por la
corona española. En realidad, viajar a un lugar tan cargado de historia amerita
mucha información previa. El monasterio tiene un museo impresionante, que te
exige por lo menos una hora y media para leer toda la información lograda, rica
y profusa, la cual no pude apreciar en toda su dimensión por lo apresurado de
nuestro recorrido. Es una visita para hacerla solo, que no haya presión de
tiempo, pues disfrutas de detalles, desde históricos, antropológicos y
astronómicos, como suele suceder en el mundo prehispánico. Solo se puede
visitar las instalaciones del convento, pues la iglesia solo se abre para los
oficios religiosos que son por la mañana. Aquí datos de este museo para
visitarlos por lo menos de manera virtual (https://www.museoqorikancha.pe/) La
estructura está en permanente restauración para evitar algunos colapsos como ya
ha sucedido con otros monumentos. Pese a que se ha logrado fusionar dos estilos
de construcción, la andina en piedra y la europea traída por los españoles, el tiempo
es un drástico enemigo de las cosas. La misma congregación dominica tiene una
información histórica relevante que se comparte (https://www.conventosantodomingocusco.pe/).
Los jesuitas han hecho lo mismo, y lo pude constatar en este viaje con la
visita a Andahuaylillas, pero se verá más adelante.
Los consabidos selfies iban retrasando la visita y también el
malestar de uno u otro chico. La necesidad de fotografiarse iba demorando
alarmantemente el itinerario, pues era ambicioso, pues incluía Sacsayhuaman,
lugar al cual llegamos demasiado tarde.
La segunda gran visita era la Catedral. Abordamos los buses,
pues el estado de algunos chicos no nos hubiera permitido ir caminando a dicho
lugar, pues hubiera sido una marcha lenta y penosa. Subimos rápidamente a los
buses para ir a nuestro destino. Llegamos a la Plaza de Armas, ahora zona
rígida. Tuvimos que descender rápido. En esta bella plaza, ves conjuntos
magníficos arquitectónicos como la iglesia de La Compañía, el Pasaje Loreto y a
lo lejos otras iglesias como La Merced y sobre lo alto, Santa Ana. Nos
dirigimos a la gradería de la Catedral, lo que era antes el Sunturwasi. Toda
esta zona eran palacio de Wiracocha, quien edificó un gran complejo palaciego.
La plaza de armas era más extensa, el doble de su actual dimensión y en ella se
realizaban diversas ceremonias religiosas como el famoso Inti Raymi que se
lleva a cabo en las explanadas de Sacsayhuaman en la actualidad. La catedral es
impresionante, toda edificada en piedra y con altares al cual más deslumbrante
uno que el otro. Las fotos están prohibidas por lo que tuve que limitarme a
adquirir un libro tanto de este espacio como La Compañía. La Catedral se inició
en 1560 y se inauguró en sus plenas funciones en 1668. Cuenta con dos capillas
adyacentes, tan deslumbrantes como la catedral: la Sagrada Familia y El
Triunfo. Uno ingresa por la Sagrada Familia y ve el fruto de años de restauración.
Es una vista imponente, esplendor barroco indígena y el espacio del sincretismo
de siglos en su tallado, en su pintura, en sus murales y su santería. El cuadro
de la Última Cena es quizá su pináculo. Este se halla ya en la catedral misma,
cerca de la nave central. El bosque de columnas es impresionante y grandioso.
Piedra oscura que recibe el brillo de los retablos de pan de oro y los
destellos del sagrario de plata que descuella en la nave central al cual se
opone el magnífico coro tallado en madera de cedro. Otra visita que debe de
hacerse lentamente para saborear el esplendor maravilloso del barroco peruano y cumbre del latinoamericano
( http://www.qosqo.com/qosqoes/catedral.html)
(http://recursosbiblio.url.edu.gt/Libros/Peru-Tel/Cusco_Book.pdf).
Nuestra última visita iba a ser frustrante: Sacsayhuaman. Pese a las presiones para que el grupo marchase más rápido, las condiciones nos fueron adversas y llegamos a este maravilloso lugar arqueológico faltando 15 minutos antes de cerrar el parque. Entre que se colocaban prendas más abrigadoras y las cámaras, y caminar un breve trecho en altura, nos quedó solo unos 6 minutos, ya sin nada de sol. He estado seis veces en el lugar, pero luego de haber estado en los dos lugares previos he visto interesantes avances y una muestra en valor de los lugares como luego vi en Tampumachay y otros. Dejo aquí algunos apuntes sobre la historia y arquitectura megalítica del lugar (http://apuntesdearquitecturadigital.blogspot.com/2011/05/sacsayhuaman-la-cabeza-del-cusco-puma.html) ( https://www.viajeroerrante.com/sacsayhuaman-la-fortaleza-cusco-peru/). Otro más: (file:///C:/Users/Gerardo/Downloads/47633-79755-2-PB.pdf). El único consuelo que nos quedó es ir a ver el Cristo que está cerca de las ruinas. Hay una extraordinaria vista de la ciudad. Y verla de noche encierra su encanto también. Nuestro premio consuelo. Así cerramos el primer día.
Nuestro segundo me iba a traer buenas y simpáticas sorpresas.
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