Trujillo y la Región comenzarán
a ver pronto una nueva carrera electoral que culminará en las elecciones de
octubre para renovar cuadros municipales y regionales en el 2019 por un periodo
de cuatro años y que recibirán dos celebraciones importantes para la ciudad y
el país: el bicentenario del primer grito libertario de la Intendencia de
Trujillo en el 2020 y la proclamación de la independencia del país en 2021.
Estas dos fechas esperan tener las autoridades en sendos sillones que estén a
la altura de las circunstancias.
¿Cómo estaremos para esas
fechas? Ambos espacios geográficos y sociales, ciudad y región, están en un
estado recesivo debido al fenómeno del Niño del año pasado, la inoperancia de
las autoridades municipales o regionales, la fuerte corrupción evidenciada que
atraviesa todos los estamentos sociales y la marcada indiferencia de muchos
ciudadanos por cumplir reglas y compromisos. Por otro lado, hay logros que
deben de ser destacados como el avance silencioso de la lucha contra la
violencia, a veces entorpecido por la corrupción del Poder Judicial o la
policía misma; la creación de organismos ciudadanos que luchan por sus derechos
y los de los demás; proyectos educativos y culturales generados en diversos
espacios públicos o privados; avances para convertir a la ciudad en Patrimonio
de la Humanidad. Este es un grueso panorama que puede, por un lado, mejorar y
afianzar los avances logrados y, por el otro, revertir paulatinamente los
problemas que aquejan a los casi dos millones de personas que habitan en la
Región La Libertad y su capital. Hay problemas álgidos que podrían resolverse
de haber una articulación entre todas las autoridades de la Región como es, por
ejemplo, la infraestructura de comunicaciones con tres puntos a destacar:
carreteras de penetración a la sierra correctamente hechas, radar para el
aeropuerto concesionado desde el 2006 (¡12 años!) y un proceso transparente en
la privatización del puerto de Salaverry (incluida erosión costera). Por otro
lado, es de necesidad que la sociedad civil ejerza un verdadero monitoreo de
las acciones que se ejecuten en las gestiones futuras: un vicio a erradicarse
es el hecho de que las plazas laborales públicas sean los pagos a promesas
electorales. Todos somos testigos de las cargas que reciben las nuevas
gestiones de un personal nada competente y anquilosado que, incluso, boicotea
cualquier acción de las nuevas autoridades. Es un lastre de décadas y que
engrosan las formas de corrupción en nuestras ciudades. Además, en Trujillo, el
problema no es carencia de reglas o leyes; el problema es la debilidad pública
para aplicarlas.
¿Qué prometen los
siguientes meses hasta octubre en política? Quizá una carrera electoral en la
cual oigamos absurdas promesas formuladas como cantos de sirena para una gran
parte de población acostumbrada al táper o el kilo de arroz, una población
inducida bajo la estrategia de Pavlov: promesa-táper -voto
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