El lamentable accionar de Shirley
Silva Padilla, asesina confesa de dos varones en Lima en la semana pasada, nos ha
causado asombro; sin embargo, este suceso es una larga retahíla de otros muchos
más que vienen sucediendo en nuestra sociedad y a nivel mundial. La jovencita
ha evidenciado un comportamiento que, fuera de sus propios problemas mentales
(quizá no), difiere poco del accionar de muchos jóvenes exhibicionistas en las
redes sociales (sobre todo, Facebook, en el que muestran a sus amigos, enemigos
y colectividad en general su orgullo de pertenencia a diversas bandas juveniles
que pueblan nuestras ciudades. En esta exhibición, congruente con sus ideales desde
sus perspectivas, los jóvenes toman actitudes amenazantes ya no con gestos
groseros o insinuantes, sino que portan armas que les permite ser reconocidos,
aceptados e identificados por otros miembros, internos y externos, del grupo al
cual pertenecen. Pensamos que su actitud es el reflejo de un nihilismo total;
pero estos jóvenes se apoyan en la imagen para la creación de su propia
identidad, imagen en la que los tatuajes y las armas son parte de ese rito
hermenéutico, simbólico, por lo tanto estructurado, al cual deben de acceder y
cumplir. La validación de su acción le será otorgada en los medios virtuales
(fuera del Facebook, WhatsApp, Instagram, un largo etcétera de aplicaciones) y
coronada en las pantallas de los medios y en las páginas de los diarios (en
físico y virtuales, amarillos y de prensa “seria”). Héroes y heroínas de
pantalla.
En el desarrollo de estas
imágenes y la pérdida de su sentido juegan un rol muy importante, los medios de
comunicación. Las imágenes de situaciones extremas con pérdidas de vidas humanas
han ido perdiendo su mensaje para ser parte integral de un show mediático en el
que un atentado con bomba en un metro está a la misma altura que un corte
comercial de una marca de detergente o puede aparecer en alguna serie o
película de acción o de desastres. Por ejemplo, la duración de una noticia de
este talante con una pieza publicitaria televisiva, no solo de señal abierta
sino en canales informativos, es casi equivalente y ambos se presentan en
horarios “estelares”. El primer fuerte campanazo –ya se estaba advirtiendo al
respecto- se dio en la sociedad norteamericana, creadora de estos conceptos, al
ver la reacción de muchos niños y jóvenes ante el incidente de las Torres
Gemelas (World Trade Center) de Nueva York. Aunque durante la transmisión de
este lamentable incidente no hubo los consabidos cortes comerciales, sí fue
alarmante ver la reacción de niños y jóvenes que pensaban que era un film y que
esperaban en cualquier momento aparecer por las pantallas a Bruce Willis. La
línea entre lo real y ficción se desvaneció; como tal, la creación de estas
situaciones (atentados, secuestros, ataques en las calles) son motivados o
motivan (depende la perspectiva y la génesis)
una reacción mediática y ahora, aún más, en línea o en tiempo real. Son
los peligros que se han generado en estos tiempos de la inmediatez que, por la
rapidez nunca terminan de ser procesados.
Los medios de comunicación
deben de comenzar a replantear ciertas estrategias, pues su intervención en la
creación de perspectivas en el público es relevante y les confiere un poder del
cual deben de ser muy responsables. No es atentar contra la libertad de prensa,
caballito que muchos medios y sus directivos para abordar este álgido tema.
Creo que los tiempos oscuros del control mediático del fujimorismo han
desaparecido. Sin embargo, no será nada extraño que el cruento evento de
Shirley Silva pase al olvido en un mes, posiblemente menos tiempo. Estemos a la
espera de más jóvenes así. Tomemos nuestro tiempo.
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