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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 23 de octubre de 2016

EL VALOR DE LA VIDA EN EL PERÚ (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 23 DE OCTUBRE)

En lo que va de esta semana una serie de acontecimientos ha permitido ver cuánto valor otorga nuestra sociedad a la vida humana en general. Hechos luctuosos como la muerte de un comunero en Las Bambas o la de tres bomberos en un misterioso incendio en Lima; así como la letanía de la pena de muerte como solución a la violencia en nuestro país o la posible presencia de escuadrones de la muerte en varias ciudades del mismo, incluida Trujillo; o el tratamiento de un posible brote de una epidemia infantil en nuestra Región; cada una de estas situaciones nos pone en jaque y es interesante ver cómo reaccionamos ante ellas, ya que es una radiografía de nuestra psique social de cuánto valoramos la vida humana en situaciones de riesgo. Y más contradictorio aún es el informe emitido por un estudio realizado por William Chopik de la Universidad Estatal de Michigan (https://www.indy100.com/article/psychopaths-countries-map-world-empathy-least-seven-lowest-7363926), estudio en el cual ubica a la sociedad peruana como la tercera más empática a nivel mundial. La reflexión sobre este estudio es pensar en qué criterio de empatía se está tomando (cognitivo o afectivo) como lo plantea un interesante  artículo de Irene Fernández-Pinto, Belén López-Pérez y María Márquez de la Universidad Autónoma de Madrid (http://www.um.es/analesps/v24/v24_2/12-24_2.pdf) sobre la perspectiva de la empatía, el “ponerse en los talones del otro”.
Las situaciones presentadas al inicio de este artículo han provocado respuestas diversas y contradictorias a lo largo del país, sobre todo en las redes sociales. Las cargas emotivas descargadas son actos solidarios, pero con tintes políticos, raciales, económicos, entre otros tamices. El asesinato de un joven travesti en mayo de este año en La Esperanza no es igual a la muerte de los tres bomberos caídos este último miércoles, pero quizá tenga más en común con el comunero muerto el viernes 14 en Las Bambas. Ambos se asemejan más por su marginalidad y escaso interés para el grueso de nuestra sociedad. Estas personas muertas en los Andes lejanos o en una cantina de un populoso distrito son semejantes a los miles de peatones anónimos que intentan cruzar una transitada avenida poblada de combis o microbuses, o un usuario que pide cualquier prestación de una entidad pública (Seguro Social, por ejemplo); o una fuerza laboral juvenil barata disponible a aceptar cualquier trabajo hasta límites humillantes. Así también podemos entender los “negociazos” en la salud y otros rubros sociales, la sobreexplotación laboral, el crecimiento del sicariato, la aplicación de la pena de muerte; en todas estas acciones reales o potenciales vemos respuestas en la que la condición de vida no es relevante para el que las ejerce o las desea como solución. Hemos tomado una marcada distancia entre mi persona y aquel que es “medido” con ese barómetro.

Tenemos un camino largo a discutir al respecto. Pero algo se ha andado.

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