01 de enero 2015. Primer día de un año que
lo quiero bueno. Como habíamos decidido ir a dormir temprano, nos levantamos
con buenos bríos para ir a Yurimaguas, ir hacia la región Loreto. Tras hacer
algunas gestiones en el terminal de colectivos, nos embarcamos hacia este
puerto fluvial. El camino es también usado para ir a las cataratas de Ahuashiyacu,
la cual visité en el 1993. Ahora la carretera está muy bien asfaltada, aunque
nos tocó la mala suerte de un derrumbe; pero ahora, como está una empresa
brasileña a su cargo, esta tiene que responsabilizarse de su mantenimiento. La
ruta sufre algunos derrumbes en temporadas de lluvia, pero el bloquea no debe
pasar de más de una hora. Ya habíamos pasado este lugar, cuando unos cuantos
kilómetros más allá nos detuvimos en caravana para esperar el paso. Casi una
hora después. Era un tramo de unos 50 metros que estaban afectados. Proseguimos
nuestro camino hasta llegar a una zona bastante tenebrosa: el cerro Paredón. El
chofer nos contaba todas las historias que hay en torno a este lugar que fue
empleado, parece, como lugar de ejecuciones por parte de los terroristas,
narcotraficantes e, incluso, las fuerzas de orden. Lo que sí es cierto es que
se hallaron en las profundidades cuando se estaba edificando la carretera una
serie de cadáveres que eran lanzados al precipicio (pero tenían heridas de
bala, es decía). Se halló incluso motos de los dueños ultimados sabe dios por
qué decisión. Ahora luce como una pared pelada rodeada de una frondosa
vegetación. Seguimos nuestro camino y a medida que nos acercábamos a la región
Loreto iniciábamos un marcado descenso. Es la región Omagua. Veíamos muchos aguajales
en el camino, además plantas de palma aceitera, producción que surgió como una
alternativa a los cultivos de coca, pero que también depreda mucho la tierra en
la que se cultiva. La amenaza de nuestras selvas no solo está en la explotación
ilegal de la madera o la producción clandestina masiva de cocaína (el uso de
elementos químicos contaminan tierra y vegetación), sino en la presencia de
ciertos cultivos intensivos que debilitan la riqueza de la tierra y la vuelven solo para
monocultivo. Hay muchas amenazas tras esos bellos paisajes que cruzamos en el
camino a nuestro destino final. Ya llegando a la zona de Shanusi, la carretera
es más plana, pero pronto se vuelve sinuosa (antes de llegar a Yurimaguas) para
aprovechar la suerte de islotes que se han formado entre los aguajales.
Llegamos cerca de las 11 de la mañana. Estuvo lloviendo temprano.
Se sentía la humedad en el ambiente. César había contactado un amigo quien nos
iba a guiar en algunos lugares. Lo primero que hicimos fue dirigirnos al corazón
de la ciudad, a la plaza de armas. Hay una bonita iglesia que está en
restauración, pero interesante es ver las casas de los alrededores, ya que,
como Iquitos y Pucallpa, Yurimaguas es un importante puerto fluvial. Según me
comentaban, este puerto va a ser repotenciado puesto que Brasil quiere sacar
todos sus productos hacia el Pacífico a través de este puerto y Paita. He ahí
el interés de mantener estas instalaciones portuarias como de carreteras para
tener arterias por las que fluyan todas sus mercaderías. Es una buena
oportunidad para hacer crecer esta ciudad que se ha estancado un poco en el
pasado. La carretera ha revitalizado también el comercio y las comunicaciones
con las otras ciudades de la selva norte peruana. La distancia entre Tarapoto y
Yurimaguas no es más de 140 kilómetros. Pero también va a ser necesario activar
la vida aérea. Pasé por esta ciudad en 1986 con mi hermana, cuando fuimos a
Iquitos desde Trujillo. Además, AeroContinente, una línea que se vino abajo por
vínculos del narcotráfico, unía varias ciudades del Norte peruano (sobre todo,
Chiclayo) con varias de la selva. La línea aérea que ofrecía vuelos con aviones
de fuselaje mediano ya no tiene este servicio. Si se va a querer activar este
comercio se debe ir pensando en vuelos que unan Tarapoto, Yurimaguas, Rioja con
Piura o Chiclayo.
El atractivo de la vida fluvial es el
viaje por barco de un puerto a otro a través de un río, en este caso el
Huallaga, que luego se une con el Marañón (el que cruza La Libertad por Pataz y
Bolívar) para que posteriormente, en Nauta, se una con el Ucayali para formar
el Amazonas. Son ríos navegables. En el 2009 crucé el río Marañón por una ruta
para alcanzar desde Jaén hasta Bagua. Muchos amigos me contaban sobre este
alucinante viaje que es ir en estos barcos (precio, 40 soles más el alquiler de
una hamaca por otros 40 soles) desde Yurimaguas hasta Iquitos.
El viaje toma
dos días, ya que vas a favor de la corriente (viceversa te toma tres) y viajas
con las personas de la selva que tienen una visión muy peculiar de las cosas y de la vida. Hay una
complementariedad con la naturaleza y sabes que con ella no te puedes
enfrentar. Los barcos salen cada día y los hay de diversos tamaños y precios en
cuanto a privacidad (hay camarotes). Pero vives con tus compañeros de viaje dos
días intensos con noches estrelladas, así como amaneceres y atardeceres
esplendorosos. En Iquitos vi atardeceres de otro mundo. La visita al muelle es
clásica y ves la actividad de un puerto, así como sus cosas malas. El río sufre
de fuerte contaminación y hay que ir pensando en planes de contención al
respecto, habida cuenta que pronto se construirán espigones para acoderar
barcos de transporte comercial. Alquilamos un bote para recorrer un breve tramo
del río, cuando a lo lejos vimos nubes cargadas que se dirigían hacia la
ciudad. Culminada nuestra visita en bote, nos fuimos caminando hacia la plaza
cuando cayó un buen chapuzón. Refrescó el ambiente que estaba cargado de calor
y humedad; fuimos a guarecernos en una tienda y aprovechamos para tomar algo
fresco y matar la sed. Después de un rato, fuimos a ver una casa que tiene
algunos azulejos simpáticos. Pero la ciudad tiene algunas construcciones
interesantes que ameritarían una buena limpieza de fachada, como por ejemplo el
edificio del Gobierno Regional, del siglo pasado. Nos fuimos a la estación y
nos dimos con la sorpresa que, a diferencia de la mañana, ahora teníamos mucho
más pasajeros que pugnaban por regresar a Tarapoto. Felizmente llegó una nueva
unidad y así nos embarcamos para llegar más o menos temprano a nuestro hotel y
salir a cenar algo. En este auto, venía toda una familia francesa que iba a viajar a Iquitos en los barcos mencionados. Así partimos. En el camino tuvimos que llevar a un policía de franco.
De noche salimos a cenar para armar
nuestro viaje a Juanjuí al día siguiente. Un buen comienzo del 2015.
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