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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 11 de enero de 2015

EN EL CORAZÓN DE HUAYLILLAS

Jueves 09 de octubre. Primer día de actividades. Nos levantamos temprano y fuimos a tomar un suculento desayuno. En la sierra, y sobre todo en esta zona tan libre de “modernidad” negativa, cuentas con muchos productos frescos, lo que aquí llamamos “orgánicos”. Además el costo de vida es mucho menor que en la ciudad. Pero también cuenta con sus problemas como salubridad y otros detalles que depende cómo los veas. Este primer detalle fue en el de las comunicaciones inalámbricas como Internet. Huaylillas es pequeño. Está asentado a las orillas del pequeño río Cajas, cuyas aguas dan al Marañón. Su población es pequeña, no pasa de los mil seiscientos habitantes; cuenta con dos grandes instalaciones educativas, una para primaria y otra para secundaria. La primera fue utilizada para todas las actividades. Además el reelecto alcalde había mandado a construir un salón de ceremonias, el cual aún estaba inconcluso. Pese a todo, ahí se realizaron varias actividades como la inauguración, talleres, fiesta y clausura. Luego de la ceremonia de apertura, se realizó el simpático desfile. Nosotros no estuvimos en la ceremonia de inauguración, ya que nos dimos una vuelta por la iglesia principal del distrito.
En Trujillo me habían comentado sobre la existencia de una iglesia de la colonia, pero las personas del lugar y el párroco nos indicaron que este no era el edificio del cual habíamos oído hablar. Ese lo veríamos unos días después. La iglesia de la plaza de armas estaba en reconstrucción. Los paisanos residentes en otras ciudades, sobre todo en Lima, habían agrupado fuerzas y fondos para esta gestión. Pero el problema, tal como vimos en Lucma, es que muchas veces no se cuenta con los profesionales apropiados para hacer una buena reconstrucción. Muchas veces prefieren construir con cemento o ladrillo, cuando el edificio originalmente no lo tenía y, lejos de ayudar a rescatar el monumento, terminan por hacer una suerte de edificio Frankenstein. A veces cambian por calaminas, techos que fueron originalmente de tejas. O cambian vigas de madera o colocan columnas con cemento. La iglesia estaba cerrada para el culto. El simpático párroco nos permitió ingresar a ver los interiores. Luego de nuestra cacería fotográfica, nos fuimos a ver el desfile. Jesús Ágreda me contó que la tradición era marchar en forma de comparsa. Estupendo.
Comparar con las marchas escolares que tenemos en la ciudad nos hace ver lo lamentablemente cuadrados que somos con el carácter “oficial” de este tipo de encuentros de estudiantes. Les metes marchas militares, cuando los jóvenes lo que quieren es alegría, no rigidez de un momento que desean compartir con otros a los cuales vas a conocer por primera vez luego del largo viaje realizado. Había centros educativos venidos desde Bolívar (un día mínimo de viaje, a veces a lomo de mula), Pacasmayo, u otros lugares de la costa y sierra liberteñas. Una lástima que este evento haya coincidido con las elecciones, con las evaluaciones de docentes (hubo directores y profesores que no fueron ratificados) e incluso un nefasto accidente de tráfico en la zona de Julcán que hizo desistir a varias instituciones de participar. Pese a todo, el ambiente era de fiesta. Los jóvenes líderes ordenaron a los grupos de escolares para dar el inicio al desfile. Las bandas comenzaron a tocar la comparsa y el sonido atrajo a los vecinos. Era todo un acontecimiento para la comunidad, ya que la población estaba directamente o indirectamente involucrada. Para una pequeña población como esta, la llegada de más de doscientas personas significa muchos cambios y algunos problemas logísticos. Sin embargo, la comunidad se esmeró en dar lo mejor de sí, por sus hijos y por ellos mismos. Vale. Una a una, las delegaciones pasaban y veías a alumnos, profesores y otras personas que los habían acompañados avanzar bajo la simpática música; hasta César y María se animaron a bailar con la misma. Cerraba el paso de las delegaciones, el colegio anfitrión. Bonito inicio de los días que teníamos por delante.
Por la tarde nos fuimos a orillas del río Cajas que bajaba turbulentamente. Ya había empezado las temporadas de lluvias y más de una nos sorprendió. Por la tarde fuimos testigos de algunos talleres. En la caminata por las dos pocas calles de la ciudad, nos encontramos con un fruto abundante de la zona: el capulí.  Una de las angustias que comenzamos a pasar fue el difícil acceso a la comunicación vía internet. Como personas con ansias de estar informados, comenzamos a angustiarnos. De pronto, María descubrió un punto en el cual podías captar la señal. Pero conforme pasamos los días, esa angustia decayó. Cuando veíamos el cielo estrellado y no sentir claxon alguno que te perturbara, nos dimos cuenta de varias cosas que habíamos perdido por estar más preocupados de lo demás que de nosotros mismos.

Así cerramos nuestro primer día de actividades.




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