Hablaba con un amigo sobre cine y tocamos el género western que me hizo evocar esas imágenes de un Medio Oeste norteamericano de calles polvorientas y con una ley rampante del más fuerte y con predominancia de pistoleros, asaltantes y autoridades corruptas. Caí en cuenta de que, a medida que iba imaginando escenarios urbanos y sus habitantes, hallaba muchas similitudes entre nuestra ciudad, sucia y polvorosa, con esas imágenes cinematográficas. He venido comentando a través de esta columna sobre el sostenido deterioro de nuestra calidad de vida. Me viene a la memoria una teoría planteada por los científicos sociales James Q. Wilson y George L. Kellinge para explicar el deterioro social, el incremento de la violencia y un amplio espectro de anomias sociales, la Teoría de las Ventanas Rotas. A través de diversas observaciones en la que las condiciones físicas urbanas (una de ellas, el ornato) de un lugar ayudan al “relajamiento” peligroso del respeto de las reglas. Otro científico social, Philip Zimpardo, realizó otro experimento hecho con dos vehículos abandonados en dos barrios de condiciones sociales diferentes, Bronx de Nueva York y la residencial Palo Alto en California. Los resultados fueron interesantes: “[..] Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. [..] No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional [..]”. Extrapolemos esta descripción con lo que nuestra ciudad ofrece a sus habitantes; mejor dicho, lo que ofrecemos a nosotros mismos. Daniel Eskibel resume lo siguiente: “[..] Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves [..]” Interesante observación en la que Trujillo tiene todas las de perder. Eskibel concluye: “[..] Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana, como la que no tenemos ahora.” Parte de nosotros, ciudadanos, ver qué ciudad queremos para vivir.
Este espacio ha sido creado por Gerardo Cailloma con el fin de difundir mis ideas y poder compartir con el que esté interesado temas sobre cine, música, educación, viajes, literatura y todo aquella diletancia que produzca placer estético (como el buen comer)
Datos personales
- Gerardo Cailloma
- Trujillo, La Libertad, Peru
- Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 19 de diciembre de 2021
TRUJILLO, NUEVO FAR WEST (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 19 DE DICIEMBRE)
Hablaba con un amigo sobre cine y tocamos el género western que me hizo evocar esas imágenes de un Medio Oeste norteamericano de calles polvorientas y con una ley rampante del más fuerte y con predominancia de pistoleros, asaltantes y autoridades corruptas. Caí en cuenta de que, a medida que iba imaginando escenarios urbanos y sus habitantes, hallaba muchas similitudes entre nuestra ciudad, sucia y polvorosa, con esas imágenes cinematográficas. He venido comentando a través de esta columna sobre el sostenido deterioro de nuestra calidad de vida. Me viene a la memoria una teoría planteada por los científicos sociales James Q. Wilson y George L. Kellinge para explicar el deterioro social, el incremento de la violencia y un amplio espectro de anomias sociales, la Teoría de las Ventanas Rotas. A través de diversas observaciones en la que las condiciones físicas urbanas (una de ellas, el ornato) de un lugar ayudan al “relajamiento” peligroso del respeto de las reglas. Otro científico social, Philip Zimpardo, realizó otro experimento hecho con dos vehículos abandonados en dos barrios de condiciones sociales diferentes, Bronx de Nueva York y la residencial Palo Alto en California. Los resultados fueron interesantes: “[..] Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. [..] No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional [..]”. Extrapolemos esta descripción con lo que nuestra ciudad ofrece a sus habitantes; mejor dicho, lo que ofrecemos a nosotros mismos. Daniel Eskibel resume lo siguiente: “[..] Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves [..]” Interesante observación en la que Trujillo tiene todas las de perder. Eskibel concluye: “[..] Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana, como la que no tenemos ahora.” Parte de nosotros, ciudadanos, ver qué ciudad queremos para vivir.
domingo, 17 de junio de 2018
DÍA DEL PADRE (ARTÍCULO PARCIALMENTE REPRODUCIDO EN DIARIO LA INDUSTRIA DE TRUJILLO) 17 DE JUNIO
El día del padre, lejos de ser
la fiesta comercial en la que se ha convertido, debería de ser un espacio de
reflexión. La figura del padre es importante como elemento constitutivo del
núcleo triangular familiar estándar concebido con el o los hijo(s) y madre. Ha sido un
eje importante a lo largo de la célula básica a lo largo de la historia de la
humanidad. Cabe añadir que se está concibiendo la palabra “padre” no solo al
término biológico, sino a todo lo otorgado a su figura en cuanto funciones que
se le han adherido o quitado a lo largo de la historia humana. Hago destacar
esto, pues la función biológica reproductiva le da al rol masculino solo una
célula portadora para la procreación humana (o animal en general), pero esto no
lo hace suficiente para cumplir a cabalidad el extenso significado que esta
palabra conlleva.
La figura del padre ha ido
evolucionando últimamente ante profundos cambios sociales y científicos que han
replanteado su rol. Si vemos la perspectiva científica, ciertas situaciones
“irregulares” en los ciclos reproductivos humanos han abierto campos para que
la reproducción abra espectros nuevos antes insospechados. Desde la fecundación
in vitro hasta la clonación celular, la incólume posición de donante
obligatorio ha comenzado a tambalear y el camino de la ciencia seguirá su
avance inexorable para hallar otras alternativas de reproducción en las cuales
el donante masculino puede ser prescindido (quizá hasta el femenino también).
En cuanto a la figura
del padre dentro de la historia de las estructuras sociales que determinaban y
determinan los roles de las personas (espero no ser tan determinista según esta
perspectiva), el padre asume roles de liderazgo, protección y formación del
núcleo; era el ente productivo a tal grado que la esposa era dada en concesión
por el padre de esta con un fondo económico que atenuase la carga que recibía:
esa era la justificación de la dote. Al ser la cabeza de la familia, tenía
responsabilidades y privilegios por sobre los demás miembros del clan familiar.
Esto era inalterable y se asumía sin cuestionar. Los avances logrados por las
mujeres en el campo socioeconómico han replanteado estas posiciones, las que en
países con mayor desarrollo humano han generado fuertes crisis en las
relaciones interpersonales y familiares. Los países con fuerte corte religioso
son los que muestran mayor atraso en esta perspectiva.
domingo, 16 de octubre de 2016
AMÉRICA, TRUMP, MIGRACIÓN (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 16 OCTUBRE)
En lo que va de esta semana pasada, hemos tenido varios
momentos interesantes que son la fuente de inspiración de este artículo, siendo
los más relevantes: la celebración del Descubrimiento de América o el Encuentro
de Dos Mundos, de acuerdo a la perspectiva; y el debate presidencial
norteamericano y algunos comentarios actualizados del candidato Donald
Trump. El elemento vinculante entre
ambos es el delicado tema de la migración,
actividad humana realizada por diversas razones.
La migración en escala obedece más a factores
externos que internos de una sociedad, un núcleo familiar o persona. Una
guerra, una hambruna o debacle económica en escala, un deseo de expansión como
plan estratégico estatal, han sido generalmente los principales móviles que
han hecho que grandes grupos humanos se
hayan desplazado a lo largo de la historia y que cambian la fisonomía geográfica
social de los lugares emisores y receptores. El 12 de octubre de 1492 se inició
un proceso de poblamiento y despoblamiento en ambos lados del Atlántico. En los inicios del siglo XX una gran masa de
pobladores europeos y asiáticos hallaron en toda América, sobre todo en los
Estados Unidos, un espacio de oportunidades para mejorar sus calidades de vida.
Después de ambas guerras mundiales, fue sobretodo Europa la mayor aportante de
una población deseosa de hallar un territorio libre, fértil y pleno de
oportunidades.
Pero la migración masiva tiene en el trasfondo orígenes y
consecuencias traumáticas. Un desplazamiento masivo implica un fuerte choque
cultural, económico y político, vivenciado por la sociedad receptora al tener
nuevos miembros que no han crecido en el tejido social que los acoge. Hemos
visto esta situación internamente cuando
una fuerte cantidad de compatriotas tuvo que desplazarse de la sierra o selva
en los 50 y 60 por la promesa de una vida mejor en las ciudades costeras
gracias a la industrialización incipiente de entonces y las carreteras de
penetración; y en los 80, por la violencia terrorista o el desarrollo del
narcotráfico. La “recepción” no era del nada positiva, puesto que la gran
mayoría de estos emigrantes fue a conformar los cinturones informales de las
grandes ciudades, Lima a la cabeza, creándose los Pueblos Jóvenes. Hay que leer
los trabajos de José Matos Mar y Rolando Arellano para entender este doloroso
proceso que deviene en el Perú actual. Las crisis vividas en los 80 y 90
también creó una gran masa desplazada: muchos peruanos migraban hacia el
exterior para buscar a una vida mejor. En un dato del 2012 (OIM) hay casi dos
millones quinientos mil peruanos en el exterior: un poco menos del 10 % de la
población peruana actual; muchos de ellos en situación vulnerable frente a
posiciones radicales en los países que migraron. Posturas xenófobas como las de Trump sintetizan lo que muchos de los
pobladores piensan del emigrante, muchas veces forzado de serlo por tristes circunstancias de la vida. Una triste radiografía de una respuesta a este
susceptible problema.
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