El día del padre, lejos de ser
la fiesta comercial en la que se ha convertido, debería de ser un espacio de
reflexión. La figura del padre es importante como elemento constitutivo del
núcleo triangular familiar estándar concebido con el o los hijo(s) y madre. Ha sido un
eje importante a lo largo de la célula básica a lo largo de la historia de la
humanidad. Cabe añadir que se está concibiendo la palabra “padre” no solo al
término biológico, sino a todo lo otorgado a su figura en cuanto funciones que
se le han adherido o quitado a lo largo de la historia humana. Hago destacar
esto, pues la función biológica reproductiva le da al rol masculino solo una
célula portadora para la procreación humana (o animal en general), pero esto no
lo hace suficiente para cumplir a cabalidad el extenso significado que esta
palabra conlleva.
La figura del padre ha ido
evolucionando últimamente ante profundos cambios sociales y científicos que han
replanteado su rol. Si vemos la perspectiva científica, ciertas situaciones
“irregulares” en los ciclos reproductivos humanos han abierto campos para que
la reproducción abra espectros nuevos antes insospechados. Desde la fecundación
in vitro hasta la clonación celular, la incólume posición de donante
obligatorio ha comenzado a tambalear y el camino de la ciencia seguirá su
avance inexorable para hallar otras alternativas de reproducción en las cuales
el donante masculino puede ser prescindido (quizá hasta el femenino también).
En cuanto a la figura
del padre dentro de la historia de las estructuras sociales que determinaban y
determinan los roles de las personas (espero no ser tan determinista según esta
perspectiva), el padre asume roles de liderazgo, protección y formación del
núcleo; era el ente productivo a tal grado que la esposa era dada en concesión
por el padre de esta con un fondo económico que atenuase la carga que recibía:
esa era la justificación de la dote. Al ser la cabeza de la familia, tenía
responsabilidades y privilegios por sobre los demás miembros del clan familiar.
Esto era inalterable y se asumía sin cuestionar. Los avances logrados por las
mujeres en el campo socioeconómico han replanteado estas posiciones, las que en
países con mayor desarrollo humano han generado fuertes crisis en las
relaciones interpersonales y familiares. Los países con fuerte corte religioso
son los que muestran mayor atraso en esta perspectiva.