Quiero empezar con una frase atribuida a Simone de Beauvoir: “Nadie es un monstruo, si lo somos todos”; esta frase se encuentra en un libro de Iván Degregori, en el que se nos detalla cómo se fue destruyendo el sistema político hasta haber llegado a la situación que estamos viviendo. Deteriorada por décadas, el extenso periodo de Alberto Fujimori (iba por la re-reelección) destrozó la vida política y sus organizaciones, lo que nos dio una suerte de tugurización del poder posteriormente. Partidos tradicionales como el APRA, AP y PPC entraron en franco deterioro desapareciendo del mapa electoral; la izquierda siguió con su cantaleta de atomizarse emitiendo un discurso desfasado; y nuevos partidos políticos aparecieron más parecidos a gavillas de delincuentes de corbata que se legitiman para arranchar el poder. Desde municipalidades distritales hasta la presidencia de la República, estos puestos son ocupados por personajes cada vez más lejanos de lo que debe de ser un líder político. El Congreso de la República sintetiza todo ese incontenible deterioro.
¿Qué es un líder político? Me
presto la descripción de Diego Almeida del Diario El Comercio de Ecuador: “Hablar
de liderazgo es referirse a la capacidad de un ser humano de orientar y guiar a
un conglomerado social. Max Weber, cuyas tesis afianzaron el desarrollo de una
nueva aproximación a la sociología política, clasifica a los líderes en
autocráticos, participativos o democráticos, y liberales.” Esta es una
descripción y clasificación bastante sencillas del liderazgo. El experto en
Liderazgo Auténtico, Sergio Edú Valsania, agrega lo siguiente: “[..] El
desarrollo del auténtico liderazgo implica un cambio en el que los candidatos incrementan
su autoconsciencia, reducen sus sesgos y establecen relaciones éticas y
genuinas con sus colaboradores. Los líderes políticos son “aquellas personas
elegidas por la ciudadanía (o pretenden serlo) para actuar como sus
representantes y tomar decisiones beneficiosas para el funcionamiento de la
sociedad en temas como salud, educación, seguridad, calidad de vida,
legislación, medioambiente y economía [..]”. Del planteamiento de Weber,
tomemos al líder participativo/democrático: este “[..] sin complejos ni
temores, consulta con su pueblo, pero no delega el derecho consubstancial que
como tal (líder) tiene a adoptar la decisión final. Es el liderazgo más difícil
de encontrar, demanda de capacidad y voluntad en asumir la responsabilidad de
sus actos, ejercidos con reflexión y sabiduría, las cuales no las proporciona
solo su formación letrada sino principalmente su sentido común [..]”. Evaluando
a nuestro mundo político, el panorama es estéril. Entre actos corruptos, caprichos
individualistas, evasores natos e inauguraciones ególatras de bustos de sí
mismo, la situación es alarmante. Una vacancia es posible, pero nos preguntamos
después a quién pondríamos los peruanos para que dirija nuestro destino.