La primera semana del 2018
cierra con dos hechos luctuosos para la sociedad peruana: un grave accidente en
el serpentín de Pasamayo y una alta médica de Alberto Fujimori. Ambos sucesos
han golpeado la sensibilidad, tranquilidad y confianza de nuestra sociedad en
el año de “El Diálogo y Reconciliación Nacional”.
El primer lamentable caso fue
la estrepitosa caída de un bus en la fatídica Curva del Diablo en el temido
Pasamayo. Este hecho es la conjunción de toda la informalidad del transporte
terrestre de nuestro país: exceso de velocidad, mayor número de pasajeros del
que figura en el registro oficial, uso de una zona de tránsito restringido
cierto tipo de transporte, cobro inadecuado de peajes, escaso control de
carretera y la cúspide de la viveza criolla que toma, de vez en cuando, vidas
humanas. La informalidad empieza en comparar la lista de fallecidos con la
cantidad “oficial” de pasajeros: 52 fallecidos y 5 heridos vs. 50 pasajeros y
tripulación que deberían haber estado en el bus accidentado. Luego de este
accidente surgen como culpables autoridades, pero la empresa y los usuarios
(como siempre) tratan de pasar desapercibidos, pese a ser trasgresores de
normas establecidas; por ejemplo, el exceso de velocidad y el ingreso informal
de pasajeros no dependen de factores externos, sino de personas que van dentro
de un vehículo dirigido por un vivazo chofer irresponsable, sojuzgado por una
empresa que quiere abaratar costos y pasajeros que no saben cómo o no quieren
hacer cumplir sus derechos. Nuestras inacciones nos pasan factura también.
El segundo caso es un
golpe más a la graciosa denominación del año 2018: reconciliación nacional. El cuestionado
indulto humanitario ha causado el rechazo del mundo jurídico internacional y ha
sido motivo de columnas de diarios internacionales de derecha, como The
Economist, que lamentan la absurda situación de polarización en la que PPK está
dejando a la sociedad peruana. Parias internacionales. La reciente alta médica de
la clínica del ex Reo, tras un súbito restablecimiento, y su traslado a una
suntuosa casa en La Molina acentúan el sentido irregular de este arbitrario
indulto. La reconciliación tiene un largo camino por delante en nuestra
sociedad. Por otro lado, los hermanos Fujimori y sus seguidores se encuentran
medio enfrentados. Fortalecido Kenji frente a su hermana Keiko, ahora es visto
como un héroe salvador para muchos y esto hará, para el grueso de sociedad
civil, que ciertas situaciones aún nada esclarecidas pasen al olvido colectivo
como el caso Limasa, la conexión con Joaquín Ramírez y los tentáculos del
narcotráfico en ese partido, cayendo en la impunidad. Y por otro lado, los
petardos de Marcelo Odebrecht reducen la cada vez más delicada situación de
Keiko frente a la Fiscalía; de ser así, ¿será enviada a prisión preventiva para
el velado beneplácito de los “fujimoristas
rebeldes”? ¿Papá permitirá eso durante la visita del Papa?