Hace muchos años tuve la oportunidad de pasar prácticamente un mes en la ciudad ecuatoriana de Cuenca, en la que la violencia y actos delictivos eran raros y los ciudadanos dejaban sus casas sin cerrarlas con tantos seguros o alarmas. Ese paraíso se acabó. Lo visto en las redes sociales y los medios de comunicación de lo sucedido en Ecuador es, en cierta forma, el corolario de una sorda lucha de la delincuencia que busca “hacerse oír” en los espacios de poder de ese país y una demostración de su capacidad para poder doblegar a una sociedad y su gobierno. Los hechos violentos de los días martes 09 y miércoles 10 no son un fenómeno aislado que toma de sorpresa a los ecuatorianos, pero sí son hechos que han pasado a otro nivel tan riesgoso que ha exigido que el estado haya declarado la situación como “un conflicto armado interno”. Estos hechos también nos involucran de manera directa e indirecta y muchos analistas ven un escenario igual o muy parecido en nuestro país. Los grupos delincuenciales no presentan ninguna ideología, los mueve el afán de lucro y, con este, el poder. Son la parte visible de los hilos del narcotráfico, la minería y tala ilegal, y el comercio humano (prostitución) que, este último, va de la mano con estas taras sociales; estas han surgido en sociedades con estados débiles, esos que no pueden ofrecer seguridad, salud ni un empleo digno a sus ciudadanos; la juventud de estas sociedades se dedica a estas actividades comenzando con el sicariato y el transporte de droga y otros artículos ilícitos (madera, oro) y logran corromper al mayor número de integrantes de los poderes estatales (policías, jueces, por ejemplo). Esos escándalos los vemos, leemos casi cotidianamente. La delincuencia logra insertarse en el tejido social a través de la dinámica política y accede silenciosamente (aunque ahora ya es demasiado evidente y escandalosa) por medio de la masa amorfa actual que es un partido político. También lo hace en los procesos de reclutamiento en las fuerzas del orden, colocando “topos o informantes” en las mismas instituciones. Este es un problema muy presente en muchos países latinoamericanos. Veamos el caso nuestro, por ejemplo, en el que vemos a grupos de congresistas que promueven leyes que permiten “formalizar” la ilegalidad como la reciente promulgación de la Ley Forestal y de Fauna Silvestre o la aprobación de la reforma que elimina las elecciones primarias en los partidos políticos (¡sin participación de la ciudadanía!), lo que permitirá que numerosos injertos (como lo es ahora) compren prácticamente curules con dinero surgido de acciones turbias. Estas modificaciones justamente se dan en momentos que vemos la oscuridad en la que está inmersa ahora el pueblo ecuatoriano. Con los personajes que pueblan el congreso nuestro, quizás la espiral prometa ser más honda que la ecuatoriana. Ajustémonos los cinturones.
3 comentarios:
Muy buen análisis, esto parece la crónica de una muerte anunciada. No quedaría otra opción que migrar? Qué terrible lo que le espera a mi Perú .
Es una terrible realidad, enfocarnos en hacer desde nuestra posición lo mejor posible. Un buen artículo que tenemos que compartir, Muchas gracias!!
Agradezco dicho artículo, nos abre abanicos de lo que nos puede pasar en nuestro País... En verdad es doloroso en lo que se ha convertido Ecuador, pero tengo fé que saldrá de esta. Gracias Shurlz
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