Esta semana no nos ha traído buenas noticias. Había luces de esperanza en cuanto a las vacunas, pero el contexto no es muy motivador. Además, lo que iba a pasar, pasó: incremento de casos de personas infectadas por COVID y un alza en el número de fallecidos por dicha epidemia. En realidad, no era de sorprender, pues con todas las actividades realizadas durante las últimas fiestas el número de contagios iba a ser inevitable, sobre todo por la costumbre calurosa (ahora muy peligrosa) de abrazos, besos y muestras efusivas de cariño que exponen a mucha población vulnerable (no solo mayores de edad) a un inminente contagio. A estas alturas, puedo confesar con vergüenza que no pude evitar la visita de muchos familiares a casa; pese a que en mi caso no hubo algo que lamentar, no sucede lo mismo en muchos hogares peruanos e, incluso, a nivel mundial; lo que obliga a casi todos los gobiernos volver a modos de cuarentena más rígida. En algunos casos, la justificación económica se va a sustentar para enterrar a un familiar cercano o internarlo en un clínica u hospital para el tratamiento necesario (disculpen la ironía o el cinismo). Tras una enredada explicación de las medidas por parte del presidente Sagasti, la única certeza que nos queda pues es que cada uno de nosotros debe ser lo más responsable posible consigo mismo y toda su familia inmediata, familiares o amigos cercanos propenso a verse contagiados. Debemos tener siempre en mente la pesadilla que fueron los meses de junio a agosto para todos los peruanos.
Por otro lado, la
incertidumbre de la llegada de las vacunas se da en el contexto del rechazo de
muchas personas de recibirla para su prevención. Cierto es que uno puede tener
sus reticencias ante algo nuevo y, sobre todo, en lo concerniente a la salud e
integridad física; sin embargo, estas se vienen testeando, tal como se informa,
en muchas personas voluntarias para ver los efectos de la vacuna china
Sinopharm a lo largo de los últimos meses del 2020. Dudas, fanatismo religioso,
manipulación política o comercial, ignorancia o rechazo individual o colectivo
son grandes enemigos no solo de la persona como individuo, sino en la
posibilidad potencialmente peligrosa de ser portadora de esta una vez adquirida
por un rápido contagio. Hay casos tristes como la muerte de más de 140 mil
personas durante el 2018 a causa del sarampión, enfermedad controlable si la
gente se vacunase; pero hay muchos grupos antivacunas, no necesariamente
religiosos, promotores de la no vacunación. Campañas educativas no solo
dirigida por médicos, sino por maestros y artistas que elaboren mensajes
adecuados se hace necesario.
Hay que tener en claro que
estas elecciones generales en abril próximo el tema de salud será manoseado
hasta el hartazgo por varios candidatos populistas generando más confusión en
una sociedad carente de líderes positivos y un digno sistema adecuado de salud.
Basta ver lo que prometen alcaldes y congresistas con las vacunas. Lamentable.
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