Calles y avenidas cerradas, tráfico sin rutas alternativas. Choques entre ambulantes y la policía municipal. Vecindarios con pistas destrozadas. Hospitales que colapsan. Radiografía diaria de una ciudad neurótica.
Este es el retrato de una urbe que,
de pronto, se ha visto sometida a situaciones caóticas que atormentan a los
preocupados y sufridos trujillanos. En medio de la crisis sanitaria y económica
que muchos estamos pasando, hemos sido testigos de fuertes reacciones como lo
fueron las protestas sociales contra la asonada provocada por congresistas de
móviles oscuros y, por otro lado, el problema agrario que causó zozobra en la
ciudadanía al haber mucha población laboral involucrada en esta modalidad. Cada
vez es más frecuente ver negocios que se ven forzados a cerrar sus puertas o
ver por muchas partes carteles que alquilan o venden inmuebles. Los intentos de
retornar a una suerte de resurgimiento económico chocan con otras veleidades
del mundo político que genera desconfianza e incertidumbre. Las acciones
populistas y ramplonas, y el doble lenguaje empleado por parlamentarios y
líderes de partidos políticos han generado un fuerte resentimiento en la
población que va a ser difícil de ser olvidado; y esperemos que así sea, pues hay
tristes evidencias de amnesia colectiva política como lo podemos ver a lo largo
de nuestra historia electoral. En cuanto al panorama sanitario, no deja de
causar grandes temores. Se habla de una segunda ola, mientras muchos ciudadanos
se vuelcan a las calles para satisfacer sus ansias de consumo o para disipar
las tensiones vividas en nuestro forzado encierro. Mucha gente clama por
libertades individuales y exigen libre circulación. Tras la amarga experiencia
que vivimos entre los meses de junio a septiembre nos debería invitar a la
reflexión y no convertirnos en portadores de la desgracia para sus familiares o
para uno mismo.
En este complicado escenario,
surgen acciones desatinadas que obedecen a un prurito proselitista más que el
bien cívico. De haber pensado en este último, no nos veríamos en la estresante
situación que ahora estamos viviendo: mientras cientos de ciudadanos reclaman
el asfaltado de calles que fueron abandonadas por la gestión edil (otro caos
que raya con la hilaridad), se abocan a romper otras sin haber generado rutas
alternativas y causando molestias en momentos como estos. El desatino cunde por
la ciudad que pareciera ser golpeada por diversas plagas, muchas de ellas
evitables si hubiera la coordinación correcta, el criterio técnico más que el
político, una visión más global de la ciudad y una comunicación más efectiva;
realidades bastante escasas por las evidencias que estamos sufriendo.
Si todo esto obedece como parte de
una campaña electoral de un debilitado líder identificado como mendaz y
traicionero, dudo que la población se sienta agradecida por esto. Salvo que el
lema “Sufre, peruano, sufre” sea parte de nuestra compleja identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario