Estamos próximos a una de las fiestas centrales del mundo cristiano. Una de las celebraciones que tiene un gran significado centrado en el amor hacia los demás, cuya síntesis la viene a dar la familia y que tiene más universalidad de todas conmemoraciones cristianas. Como otras grandes fiestas de origen religioso, moviliza a millones de fieles con el fin de preservar el sentido de esta o el de continuar una tradición cuyas raíces se pierden en las honduras de los tiempos. Una tradición que se adhirió a esta es la del obsequio, ahora inherentemente asociada a esta festividad; con el tiempo se “empapó” de un sentido comercial que ha estropeado el sentido inicial de amor en sus diversas formas coactando a este con la necesidad de un regalo.
Otro de los grandes significados
que encierra esta fiesta es la de la Paz. Los humanos aspiran permanentemente a
la búsqueda de la paz, pese a que su entorno no ha sido precisamente el que
asegure esta. Hemos visto, incluso, a lo largo de la historia que bajo símbolos
religiosos diversos se ha tergiversado la esencia de diversas religiones que
pueblan nuestro planeta haciendo uso de la fuerza, del autoritarismo y el
fanatismo para hacer proselitismo, conquistar e, incluso, desaparecer al
contrincante o al “otro”. Uno es testigo frecuente de actos realizados por
personas que dicen llamarse cristianas y en sus acciones distan kilómetros de
la esencia de lo que predican. Me tocó la suerte de estar en Belén dos veces el
siglo pasado y ambas oportunidades hubo actos de violencia que empañaron dichas
visitas, actos que nos obligaron a escondernos en algunos lugares públicos no
lejos de la iglesia construida en el lugar donde supuestamente había nacido
Jesús, el enviado de Dios.
Ahora, enfrentamos una pandemia.
Una que ha afectado todos los rincones del planeta, pues es una enfermedad que
se moviliza con el humano. Estamos viviendo una plaga que goza de las
facilidades de la modernidad; pues, con los hombres, recorre en menos tiempo
más kilómetros y con grandes masas de portadores. Llevamos la enfermedad (cualquiera)
con nosotros al lugar que vayamos; y viceversa, la traemos de los lugares que
anduvimos. Somos, pues, una amenaza potencial, más aún aquellos que no son
conscientes del peligro latente que nos rodea. Diversas medidas se han tomado
alrededor del mundo y poco se ha logrado para conseguir el avance de esta
pandemia, pues vemos que algunas sociedades que fueron exitosas en un principio
ahora se ven envueltas en dramas sanitarios y sociales. Queremos volver a la
normalidad y esta navidad ha sido la prueba para muchos. Pero, muchos hogares
lamentarán las pérdidas de familiares o pasarán en vela por salud de uno de los
suyos. El dramático mensaje enviado por Angela Merkel a sus connacionales es un
llamado de atención para todos nosotros. En nuestras manos está el hecho de que
el año entrante podamos estar con todos los nuestros sin haber sido cómplices
de la muerte de uno de ellos.
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