Tres semanas de aislamiento.
Tres semanas de una experiencia que nadie quiso tener y que ahora la tenemos
instalada en nuestras ciudades. Una epidemia que fue hasta menospreciada por
muchos e, incluso, se la manipuló con una carga política desviando la verdadera
dimensión de una pandemia, situación absurda y torcida por la que ahora se tienen
que morder la lengua por su ignorancia, intransigencia, indolencia o estar
contaminado sufriendo sus consecuencias. Esta tragedia ha puesto en prueba a
todos los peruanos, latinoamericanos, a la humanidad en general. En esta anómala
situación vamos viendo la educación que cada uno ha recibido y la capacidad de
respuesta que cada uno tiene frente a la misma. Esta crisis, pues, ha desnudado
muchas falencias sociales y esperemos que, así como la humanidad tiene que
replantear muchos errores, nuestra sociedad reoriente sus ideales y objetivos,
fortalezca nuestros logros y enmiende sus graves carencias.
Dos pilares sociales deben de
ser motivo de reflexión y acción: educación y salud. La salud ya no será vista,
espero, como se estuvo haciendo hasta antes de la pandemia. Buenos médicos y un
eficiente sistema de salud público son bases para una sociedad sana. Sin
embargo, las prioridades no se han enfocado precisamente en el sistema público,
lo que ha hecho que mucha gente (trabajadores y usuarios) recurra al sistema
privado, dejando en la vulnerabilidad a un gran segmento de la población de
medianos y escasos recursos que vive en permanente riesgo. Replantear la salud
pública tiene que ser la nueva prioridad de ahora en adelante. Debe de ser
política estatal y todo nuevo gobierno debe de honrarla. Sino escenas futuras,
como las actuales, se repetirán. Hay que el tema sensible de la corrupción,
gran enemigo de nuestra sociedad. La salud debe de estar amarrada a políticas de
prevención: lo importante es que la población sepa cómo prevenir enfermedades y
cómo actuar frente a casos como estos. El otro pilar es la educación es el otro
pilar fundamental y el que ha estado buscando respuestas a esta nueva realidad.
La virtualidad es una herramienta útil que puede salvar la situación; pero las
condiciones sociales distan de ser óptimas como para poder tener a millones de
niños y jóvenes atendiendo clases virtuales por una u otra razón. Las numerosas
capacitaciones hechas por años en materia de TIC deberían de salir a relucir en
momentos como estos. Quizás la “caja boba” (como llamó De Gaulle a la
televisión) pueda ayudar en estas actividades, quizás. Menos Esto es guerra,
más Sucedió en el Perú.
Lo negativo viene del mundo
político. Ver a autoridades ediles involucrados en escándalos (nuestro teniente
alcalde en una juerga o el alcalde haciendo proselitismo durante entrega de
alimentos) es demostrar una incapacidad de liderazgo en momentos que la
población necesita de modelos positivos y asertivos a nuestra situación.
Son asuntos pendientes
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