Una vez una profesora alemana
nos comentaba su dificultad para entender situaciones extremas (alimentación,
salud, educación, seguridad, vivienda) en las que muchos peruanos vivían
diariamente. Una señora ponderada que le sorprendía la capacidad de
“resistencia” que muchas personas tenían ante estas, impensables en otros
contextos. Pero, es necesario dar una referencia temporal de esta conversación:
1984.
Décadas después, tras el terrible
primer gobierno de AGP, la subversión de Sendero Luminoso y el Fujimorato,
nuestro país tiene un rostro diferente; solo el rostro. Las situaciones
básicas, muchas veces maquilladas para fingir bonanza o bienestar, no han sido
del todo satisfechas. Esto se ha ido agravando más en los últimos años, alimentado
por desencanto de un mundo político falaz, demagógico y cínico en el que se ha
convertido el mundo político peruano. Los escándalos que involucran a excongresistas,
por ejemplo, recién están estallando y no sería nada raro que los haya más, por
lo que la desazón y desconfianza de la población seguirán en aumento. Muchas
personas hablan de que una posible eclosión social no se dé en nuestro país, pues
mucha de nuestra economía es informal, lo que “atenúa” cualquier situación de
riesgo colectivo; pero no creo que sea un argumento contumaz de la posible olla
de presión en la que se estén cocinando muchas frustraciones y desengaños. Pareciera
que esta situación encontró una suerte de válvula de escape al clausurar el
mediocre Congreso de la República.
A las reacciones de Ecuador y
Chile, más lo sucedido en Bolivia, se les trata de hallar justificaciones
externas a estas respuestas ciudadanas, ubicando culpables en la izquierda o en
la derecha; pero, valgan verdades, ambas están siendo superadas por la
realidad. Estas justificaciones son una forma de invalidar el gran malestar
social generado en grupos de clase media en Chile o la mayoría en Ecuador; o en
Bolivia, en un electorado cansado de la manipulación grosera como la acometida
por Evo Morales para continuar en el gobierno del país del altiplano. Es
también simplificar esta realidad tachando a miles de ciudadanos hartos de la
situación de simples delincuentes. Lastimosamente, grupos de criminales
aprovechan estas disrupciones para hacer sus fechorías. No olvidemos los grupos
sediciosos “plantados” en la Marcha de los 4 Suyos, los que provocaron el
incendio del edificio del Banco de la Nación causando la muerte de 6 personas.
Estas sucias estrategias son empleadas por cualquiera de los grupos que están
en el poder deslegitimados, sea de izquierda o derecha, con el fin de debilitar
los justos reclamos de una población hastiada.
Al ver el documental La
revolución y la tierra quizá uno pueda comprender la actitud pasiva y casi
servil que se vivieron décadas pasadas. Quizá esa podría haber sido la
respuesta adecuada a mi profesora de alemán de hace cuatro décadas. Pero, ahora
esto ya no es posible. ¿Una advertencia?
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