La trata de personas en el mundo no se extinguido; pese a los
intentos reivindicativos de organismos y gobiernos que han trabajado por
mejorar las condiciones esenciales de las personas, esta ha ido en aumento en
formas más sofisticadas de explotación a diversos segmentos de cualquier
población apuntando sobre a los más vulnerables como lo es las poblaciones
infantil y juvenil, bastante extensos y generalmente desprotegidos en
sociedades con fuertes crisis económicas, sociales y culturales.
Es un campo atractivo para los explotadores
laborales y sexuales, que aprovechan las necesidades básicas para someterlos a
situaciones humillantes que denigran su calidad humana. En zonas de conflictos
son precisamente los más pobres, mujeres y niños los que sufren tratamientos
vejatorios por su condición de desamparo. Sin embargo, no es necesario que haya
situaciones extremas para hallar este tipo de explotaciones. El reciente
incendio de las limeñas Galerías Las Malvinas que causaron la muerte de tres
empleados que laboraban en condiciones de verdaderos esclavos es una muestra
frecuente de la realidad laboral de muchos compatriotas que callan la ignominia
del trato diario que reciben por parte de empresarios explotadores e
inescrupulosos. Lo del incendio ya va quedando en el olvido, como otras cosas
lamentables que vemos y conocemos a diario. Esta explotación la vemos todos los
días y no la queremos ver. Ominoso es ver cientos de niños que pululan nuestras
calles empujados por el hambre o por sus padres (u otros adultos) a la
mendicidad y a ser víctimas de personas mayores que abusarán de ellos. Se
acercan a nuestros autos, a los restaurantes donde comemos plácidamente o
tropiezas en la calle con ellos. Estos niños abandonados han sido retratados en
cuentos, novelas, fotos, películas. Navajas en el paladar, Juliana, Gregorio,
Pájaros sin plumas; personajes con o sin nombre nos señalan como una
sociedad que se llena la boca clamando por derechos olvidando a los más débiles
a quienes debemos de proteger y velar por su integridad. Son una muestra de
nuestra propia vergüenza.
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