Recientemente fui invitado a
un programa radial en RPP para hablar sobre un tema delicado que involucra a muchos
factores sociales, desde su núcleo (la familia) hasta las instituciones que lo
regulan o que sancionan: la delincuencia juvenil. La entrevista surgió a raíz
de las declaraciones hechas por autoridades judiciales que destacaban una
triste realidad en el ambiente juvenil de muchos barrios de nuestra ciudad: el
sicariato. Se comentaba que muchos jóvenes veían una fuente de ingreso en esta
modalidad criminal que ha ido creciendo alarmantemente en los últimos lustros.
Muchos son los factores que han permitido esta situación. Pero, numerosas son
las acciones silenciosas generadas en la última década en respuesta a este
acucioso fenómeno que forma parte de un problema más grande en nuestra ciudad y
Región: la violencia.
En la década pasada, Trujillo
se convirtió en un paradigma negativo en todo el país. Los medios de
comunicación alimentaban ese morboso mito de la ciudad más violenta del país. Las
visitas de familiares, amistades o turistas por esos años, revestían un
carácter de aventura riesgosa, pues eran alertados por la inseguridad reinante:
para muchos salir por las calles de Trujillo era como una visita a una zona de
guerra declarada. Esta estigmatización
de la ciudad se fue focalizando en ciertas zonas periféricas en las que los
índices del desarrollo humano (IDH) son desesperadamente desiguales frente a
otros distritos o barrios residenciales. La percepción que se tiene de los
jóvenes de dichas zonas identificadas como “rojas” y la autopercepción de los
mismos, construida en sus interrelaciones con otros actores sociales, no han
sido muy positivas; esta situación les ha generado una serie de desventajas
fundamentadas, las más de las veces, en prejuicios y arquetipos negativos que
se alimentan con el temor y la desconfianza de todas las partes. Ante la
iniciativa de instituciones como el SENAJU, la UNODC, MINEDU y una universidad
local se trabajó un libro sobre la criminalidad y la delincuencia juvenil en El
Porvenir; ofrece una información fina de este mundo proporcionada por diversos
actores involucrados, jóvenes y adolescentes, uno de ellos asesinado pocos días
después de la entrevista hecha con uno de los investigadores académicos. Al
momento de su publicación en 2014, este fue difundido entre diversas
autoridades ediles y policiales, y fue motivo de presentaciones en algunos
medios. Se proponen alternativas de prevención viables en una ciudad con gran
potencial humano. Es precisamente esta investigación la que permitió la
instalación del Programa Conjunto de las Naciones Unidas para la Seguridad
Humana en nuestra ciudad con el fin de diseñar respuestas positivas conjuntas entre
diversas autoridades políticas y policiales, y la sociedad civil: danza,
deporte, cultura y educación son herramientas para dar una alternativa digna a
nuestros jóvenes; una respuesta de vida para todos ellos.
Se lo merecen.
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