Hemos pasado una semana
bastante movida. El fantasma Odebrecht ha vuelto a remover los cotilleos
políticos tanto de palacio como de las principales tiendas políticas. Todo
apunta a que la práctica empleada con la ex pareja presidencial Ollanta Humala/
Nadine Heredia era muy frecuente no solo por estos lares, sino en toda América
Latina. La reciente noticia sobre el aporte de una fuerte suma de dinero a la
campaña presidencial del actual presidente argentino, Mauricio Macri, ensombrece
el panorama de todas las campañas electorales presidenciales en las últimas
décadas allí donde la empresa ha puesto sus tentáculos.
Las recientes declaraciones
directas (dos ex candidatas) o indirectas (a través de testaferros en el caso
AGP) han influido en los medios para transformar un acto de corrupción hecho
por el expresidente Humala y Nadine en una acción “legítima” hecha por diversas
empresas que destinan fondos a, como afirmó Marcelo Odebrecht, posibles
candidatos ganadores en una justa presidencial. Qué rápido cambió el tratamiento
de esta acción al verse involucrados más sospechosos de estos beneficios
turbios. Un matiz de sarcasmo corre por muchos medios al plantear explicaciones
y justificaciones de esta interesante forma de clientelaje indirecto (abiertamente
directo, diría yo). Aún queda mucho por aclarar todo el problema generado por
los Panamá Papers, formas ilegales de hallar financiamiento, noticia que
estalló una vez acabada la primera vuelta electoral y que comprometió tanto a
la candidata a segunda vuelta Keiko Fujimori, como a nuestro actual Presidente,
así como a AGP e incluso el ex candidato César Acuña. Por otro lado y esto es
de interés público, en los descargos y declaraciones de todas las personas
involucradas en este nuevo escándalo manifiestan siempre haber conocido a los
representantes del monstruo Odebrecht en rondas empresariales. Un espacio en el
que las conversaciones se vuelven dinámicas, interesantes y comprometedoras.
Algo así como los lobbies. Ahí comienza un camino no muy claro para los
intereses generales, salvo para las partes que llegan a un acuerdo beneficioso
entre ambas
Esta semana que ha pasado nos
muestra la urgencia de contar con una reforma electoral a fondo sobre las
formas de financiamiento de los partidos políticos. Por un lado, vemos al
narcotráfico extendiendo lentamente su poder no solo con dinero, sino
ya incluso con candidatos suyos. Ahora vamos descubriendo qué otras formas de
poder corrupto pueden estar colocando sus candidatos en campañas electorales de
una nación como la nuestra, con escasa transparencia política, poco compromiso
y cargada ignorancia de la sociedad civil que hace que los candidatos a todas
las instancias políticas sirvan más a sus intereses o los de su amo, que a los
intereses de las personas o colectividad que lo puso en un sillón político.
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