Ayer domingo tuve oportunidad de hacer una segunda visita al Museo de Sitio de la huaca El Brujo. Se denomina huaca a los lugares que tenían cierta relevancia religiosa en el mundo andino precolombino y era lugar de peregrinaje como toda religión antigua. Así como los cristianos tienen sus peregrinaciones a Lourdes o Santiago de Compostela, los antiguos peruanos tenían los suyos en dichos lugares, los cuales tenían ciertas características geográficas especiales. Este lugar se ubica a unos 60 kilómetros al NO de Trujillo, cerca a la ciudad de Magdalena de Cao; es una zona que ha tenido una antigua y permanente ocupación humana, en muchos aspectos más ligada a la obstinación que a la sensatez, pues frecuentemente ha sido arrasada por fenómenos de El Niño que destruían sus estructuras. El último vestigio notable que queda son los restos de una iglesia española del XVI, cuyas estructuras pueden verse hoy en día. Como era costumbre de los españoles extirpadores de idolatrías, se solían construir iglesias en zonas que tenían significativa relevancia para los pueblos sometidos; así se entiende la estratégica iglesia de Huanchaco, la de Mansiche; y, como ejemplo mayor, la de los dominicos en Q´oricancha en Cuzco. Quizá de prosperar un plan ambicioso de restauración de lugar, podría incluirse todos estos espacios que incluyan una de las construcciones más antiguas de la zona, HUACA PRIETA, con casi 4,500 años de antigüedad (se la ubica en el periodo precerámico y podría decirse que hay cierta contemporaneidad con Caral) hasta los restos del monumento cristiano, cuyos vertigios forman parte de las piezas que se exponen en el pequeño museo.
El complejo es muy interesante, ya que, como explicaba antes, reúne muchas fases del poblamiento de la zona, castigada de manera indolente por esos fenómenos (El Niño) que suelen cambiar la faz de nuestra región en todos los aspectos. El museo logra ofrecer al visitante esa rica información que debe dar para poder entender las cosas en su contexto. El avance de la ciencia ha permitido dar una información más exacta de los datos físicos y químicos y éstos ayudan a dar una explicación más coherente y estricta (no acabada) de historiadores, arqueólogos, sociólogos y antropólogos. La ocupación de la zona obedece a criterios de interés económico, social, político y religioso; pero la naturaleza es aún más fuerte que el endeble humano y por ahora sólo nos queda recordar los vanos intentos que éste ha hecho para su asentamiento.
La visita a la huaca es de rigor y ésta ofrece cada vez más cosas nuevas; se ve el patrón moche en ella, en su construcción como su decorado y uno verá mucha similitud con la Huaca de la Luna. Hace 4 años tuve la oportunidad de visitar una zona aún reservada y ésta, cuando sea exhibida al público, será un fuerte atractivo que remesa a nuestra vecina huaca (la de la Luna). Ciertas salas con iconografía en alto relieve serán pronto las vedettes del turismo mundial. Desde la parte superior de la huaca se ve el extenso valle del Chicama, con un río tan díscolo que siempre pone en aprietos a muchos poblados de la zona, sobre todo a Chiclín. Las grandes extensiones de cañaverales te hace recordar que nuestro departamento es el primer productor de azúcar de caña y que quizá este valle sea incluido en el polémico proyecto CHAVIMOCHIC.
La huaca muestra algunas zonas de inspiración macabra como la de los dibujos de entidades muchos a cuyos pies reposan los húmeros de víctimas que fueron sacrificadas en las ceremonias religiosas con esos fines. La señora de Cao, poderosa mujer de entonces, solía beber la sangre de los sacrificados. En la iconografía y grandes relieves de sus muros, vemos las marchas finales de los "elegidos" a los cuales se les aplicaba incisiones en diversas partes de su cuerpo para el desangrado. Todo dentro del rito cosmogónico de este pueblo (parecido al que vi en los museos de México).
Desde la parte superior dominas toda la realidad geográfica e histórica del lugar: Huaca Rajada o Partida, Huaca Prieta, la iglesia y los restos del pueblo español, y a los lejos cientos de huacas más. Quizá, si se restaurase otro gran espacio arqueológico como MOCOLLOPE, éste podría ser visto a la distancia desde la cima de la huaca El Brujo.
El museo es de factura sencilla y ha tratado de mimetizarse con el ambiente arqueológico. Las salas son muy didácticas y contienen una infografía interesante (aunque hayan descuidado un poco la ortografía). Tiene 5 salas que te van dirigiendo hacia el entierro final, que es el principal de esta sala; inicias con una ubición histórico geográfica de la zona, pasas a su riqueza animal y vegetal, luego cómo se aprovechan dicas riquezas y cómo se ha ocupado cíclicamente esa zona, posteriormente te adentras en la cosmogonía moche y ciertas similitudes que quedan en nuestros días (interesante el video que muestra las luchas simuladas en la sierra, a veces con fuerte derramamiento de sangre, líquido vital) y cierras con la tumba de la señora de Cao, mujer que murió a los 25 años aproximadamente por complicaciones de parto.
Esta última sala tiene toda interesante muestra de locación de los objetos funerarios. Muy bien.
El museo tiene piezas muy valiosas, desde ceramios bellos y únicos, hasta primorosos aretes y narigueras en oro y plata (que muestran la dualidad andina), bellos trabajos en miniatura de precisión asombrosa.
Hay dos detalles que empañan la visita: el excesivo calor de la sala (la primera visita la hicimos con casi 100 alumnos y eso era un horno) y la estrechez del mismo. Algunos sugerían que espacio hubiera sido de manera circular. En fin.
Otra duda era sobre la construcción en el mismo lugar, hablé con algunas personas expertas en el tema y sugerían que el museo estuviera en la pequeña ciudad de Magdalena de Cao con el fin de dar un movimiento económico activo a la misma; pero las razones que me dieron en cierta manera justificaba la construcción. En cierta manera.
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