En el último par de años, nuestro país ha mantenido una tensa relación con todos nuestros vecinos, salvo Colombia, cuyo presidente se acerca mucho a la prédica de nuestro inefable presidente. En este singular proceso de aislamiento absurdo, dos frentes han sido los primordiales para que nuestro país se haya convertido en una suerte de paria: los medios de comunicación y la diplomacia peruana.
Quiero hacer una reflexión sobre la diplomacia peruana. Cuando era joven, en mi etapa escolar, me interesaba mucho leer los periódicos, ver televisión y escuchar las conversaciones de gente adulta. Estudiaba en un colegio que reunía singulares personalidades, alguna de las cuales fueron decisivas en algunas concepciones sobre las cosas. Tras el golpe de estado de 1968, hubo un fuerte giro de las relaciones internacionales de Perú, frente a lo que había sido la servil cancillería de los años iniciales de esa década (los 60). En ese entonces, nuestros pasaportes tenían una onerosa restricción que impedía a cualquier peruano visitar el país que quisiera por ser política de estado. Países como Unión Soviética, todos los de la Europa del Este, China Popular y Cuba conformaban esta lista. No sé si países como Chile (en democracia entonces) o México tenían semejante restricción. Tras la anómala junta militar, esas restricciones caducaron. Pero, interesante, nuestra Cancillería tuvo una presencia inigualable como no la ha tenido en otra etapa de su historia (a mi modo de ver). Cabezas del Ministerio de RREE. de ese entonces eran cabezas formadas en el discurso geopolítico que vivió la guerra fría, la cubanización de Bolivia y la presencia de guerrillas en nuestro país. Algunas reformas obligadas no podían darse por la obvia obstaculización de una clase dirigente poco visionaria de lo que se tenía que hacer para modernizar el país. A la cabeza de los militares (raro, ¿no?) De la Flor Valle y sobre todo el brillante Edgardo Mercado Jarrín, nuestro país tuvo una cancillería de lujo de la cual han de salir gente como García Bedoya o Pérez de Cuéllar (quien fue baloteado por las imbecilidades de la gente de Belaunde en su segundo gobierno) Estos hombres vieron la delicada posición en la que se encontraba nuestro país al haber tomado la decisión de nacionalizar el escandaloso caso de la IPC, nuestro aún inacabado caso fronterizo con Ecuador (la Cordillera del Cóndor), las 200 millas y la escasa década que faltaba para celebrar el centenario de la guerra con Chile. Además la posición peruana distaba de las otras dictaduras militares (la nuestra fue muy singular, tanto por forma como por contenido, cosa que disgustó mucho a Estados Unidos, ya que casi todos los militares de la cúpula de ese entonces habían sido entrenados en ese país). La Cancillería conocía este contexto y se trabajó en un plano internacional como nunca lo hemos tenido como país. Sabíamos que teníamos que trabajar con objetivos. El abrir nuestro país a los países "vedados" nos dio un respiro geopolítico, tanto en lo militar como en lo económico. Desde el punto de vista militar estratégico, la Unión Soviética nos vendió armamento que rompió todo el equilibrio de la zona; Estados Unidos pensaba que la Junta se iba a doblegar en cuanto a la renovación de su armamento. Un golpe, en cierta forma, maestro.
La Cancillería tuvo hábiles diplomáticos para negociar por todo lado, teníamos una figura agresiva, en el sentido de "decidida". En Moscú estuvo Pérez de Cuéllar para posesionar la imagen de un país que antes prohibía la comunicación de sus conciudadanos con los nuestros. Este cargo lo va a anatematizar y por esta razón, va a ser baloteado por el minúsculo Javier Alva Orlandini en el segundo gobierno de Belaunde. Un acto de venganza que el mundo supo reinvindicarlo nombrándolo como Secretario General de la ONU en reemplazo de Kurt Waldheim.
La Unión de países del Tercer Mundo sesionó en su tercera versión en Lima. Estratégicamente, se sabía adónde se iba. La desarticulación empieza con Morales Bermúdez y el frente externo pasa a un segundo plano. Los últimos toques maestros de nuestra cancillería fueron el haber evitado la invasión de Nicaragua por parte de tropas norteamericanas (García Bedoya) y quizá haber estado en el grupo que evitó la tentación gringa de entrar a Colombia (aunque más fueron movidas de Brasil y México).
La idea del pragmatismo (pones a vendedores de productos por embajadores) ha ido en desmedro en nuestros cuadros y peor aún la injerencia de Fujimori y Montesinos,quienes dieron un ataque artero al cuerpo diplomático de entonces.
Velasco fue un militar bruto, pero pragmático: tuvo a Pérez de Cuéllar y mantuvo a Beckemeyer Pazos en la embajada peruana en Washington. Sabían sus oficios, para eso se los preparó. Pero, ¿qué hacían Aritomi, Judith de la Mata, etc.. en nuestras embajadas?
Si la gente habla de muchos frentes en la guerra, esta hace muchos años la perdimos.
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