

México ha sufrido el embate de esta nueva desgracia mediática, de la que poco sabemos a ciencia cierta. Las primeras cifras alarmantes ahora ya son más moderadas, los casi cientos de contagiados de dicha plaga, ahora se reducen a unos cuantos, y la alta tasa de mortandad no parece ser tal. Mientras esto sucede, muchos países han declarado a los mexicanos como los nuevos apestosos del siglo XXI; de pronto tu pasaporte se ha vuelto en una suerte de estigma como lo saben manejar los cristianos con nuestro pecado original, o como los judíos en la Alemania nazi. La economía en ese país se ha vuelto una verdadera ruleta, desmantelando una fuerte manifestación por el Día del Trabajo en contra de la fuerte recesión que los afecta y una serie de extrañas leyes hibernan en el parlamento con las cuales habrá una cierta concesión con el narcotráfico.
Ya ayer han salido las noticias que tienden a ser menos alarmantes, pero el daño está hecho. Los medios de comunicación y los aparatos de propaganda quizá salgan inmunes de esta acción sensacionalista que arrastró al pánico a media humanidad y que han cambiado muchas reglas de juego en lo social. Pero aún no nos han dicho los datos de la verdad.
Los mercachifleros de la economía mundial han comenzado a aprovechar la macabra situación para beneficio suyo; no sólo los laboratorios, sino en todo aquello en lo que México era una potencia; por ejemplo, el turismo. Espero que la Yola Polastri que tenemos de ministra no salga diciendo que gracias a este conato de pandemia, se presenta una oportunidad única para poner "en valor" nuestros recursos turísticos. Creo que sí le ha pasado por la cabeza, pero ha sido más discreta que nuestro exministro de la producción, el inefable Rafael Rey, quien tuvo la agudísima idea de hacer del lamentable terremoto de Pisco, una extraordinaria oportunidad de ventas de nuestro pisco. Linduras del sistema.
Muchos están esperando saltar a la tarima para disfrutar del cadáver creado por la media. Hay que ver en qué termina.
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