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Trujillo, La Libertad, Peru
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lunes, 16 de marzo de 2009

TUMBAS REALES DE SIPÁN, UN MUSEO APARTE



Visitar este museo es en realidad una experiencia fuera de toda expectativa previamente generada. Lo tengo visitado muchas veces y nunca dejo de ver cosas nuevas y de por sí su visita es un alejamiento a la rutina e ingresar al campo maravilloso de la imaginación, sea por la colección de piezas que encuentras, sea por la excelente museografía que encuentras en el mismo.

La semana pasada mostraba a mis alumnos un bello libro que tengo sobre el tesoro de Tutankamon, el cual tuve la suerte de verlo dos veces (1988 y 1990) en El Cairo. Esas visitas de ese entonces me mostraron la grandeza de este preciado tesoro, así como la asfixiante y terrible disposición que había en el museo para poder mostrar sus tesoros. Por ejemplo, para ver la impresionante máscara funeraria de oro batido hacías una larga cola que, a guisa de procesión, te guiaba por una suerte de conducto, el cual debías atravesar con cierta velocidad: en realidad, en ninguna de las dos oportunidades que estuve pude ver detenidamente esa belleza o la hermosa estatua de ébano de Anubis.

El Museo TUMBAS REALES está hecho exprofeso para mostrar los hallazgos en una huaca. Eso es lo interesante. Los museos pueden tener muchos motivos, por ejemplo, un pintor (el museo Van Gogh de Amsterdam es una belleza), una cultura, una ciudad, un país, un periodo histórico. Éste está dedicado a una tumba; es un museo funerario. Pero el concepto de muerte no era concebido como el nuestro, sino que era tránsito para un periodo de renovación, etapa que demandaba un "descanso" del cuerpo..En cierta manera. Por eso, el cuerpo era enterrado con un séquito breve de personas que le iban a "facilitar" su paso a la eternidad. Así como una serie de elementos que en cierta manera replicaban su vida terrena. Como tumba parecida a los moche, el rito era en forma asimétrica a lo que eran en vida e iban con sus mejores galas.

El hallazgo de esta tumba en 1987 fue uno de los mejores regalos que los peruanos hayamos tenido en uno de los periodos más sombríos de la historia peruana, durante el nefasto primer gobierno de Alan García. La violencia nos asolaba en todas las ciudades y la economía era una suerte de ruleta rusa. Ese abril los periódicos dieron una buena noticia; pero los paulatinos hallazgos posteriores fueron dando mayores perspectivas y necesidades para hacer una cosa mejor y más deslumbrante.

Desde su construcción la gente esperaba con mucha expectativa lo que este museo iba a ofrecer, tanto como museografía así como arquitectura. La colección era parcialmente mostrada en las pequeñas salas del museo Brüning y, pese a lo abigarrado del lugar, ya podía vislumbrar este impresionante hallazgo. Pero el edificio que se construyó es el digno espacio para tan soberbia colección. Ha sido hecho para replicar la tumba en la que fueron hallados todos los restos funerarios de esta inmensa huaca, siendo los "platillos" principales el viejo y joven señores de Sipán. Cada descenso hacia la tumba es un viaje a la cultura y geografía de la zona. Un minucioso inventario de la flora, fauna y cultura de lo que fue y es en la actualidad ese espacio cercano a la ciudad de Chiclayo.

El descenso te interna en salas tenuemente alumbradas con el fin de darte la sensación de tranquilidad y respetar un espacio mortuorio que tiene miles de años. Las tumbas fueron halladas intactas por lo que las reconstrucciones de la imaginería y cosmogonía moche (como cultura general) se han replanteado. Hay cientos de piezas notables, pero las piezas notables corresponden tanto al señor como al viejo señor de Sipán; este último muestra un impresionante collar en plata de unas extrañas arañas con cabezas humanas. O las primorosas reconstrucciones de los bellos collares de chaquiras, que nos da una muestra de la delicada artesanía de entonces. Hay un collar hecho en nácar espóndilus que muestra la sofisticación en el labrado.


Es una visita para no arrepentirse.

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