En una reciente visita a tres
quebradas que fueron el centro de la situación desastrosa que vivimos en el mes
de marzo, se constató el largo camino que le queda a nuestra ciudad para una
reconstrucción cabal y coherente con el fin de atenuar cualquier nuevo desastre
con el que la naturaleza nos pueda sorprender en el futuro. Se vio la penosa
realidad que experimentaron y viven muchas familias de los lugares afectados, y
los riesgos naturales y humanos a los que se hallan expuestos. Es tal vez los
riesgos humanos los más graves con los que, de ahora en adelante, tendrán que
confrontar.
Por otro lado, una alarmante
noticia llegó por todos los medios: la decisión del presidente norteamericano,
Donald Trump, de retirar a su país del Acuerdo de París. Este Acuerdo tiene por
finalidad controlar las emisiones de CO2 en el mundo, sobre todo de los países
industrializados, pues cada vez es más evidente, como efecto mariposa, que la fuerte
emisión de gases en el ambiente tiene una serie de repercusiones nada positivas
al planeta en general. El calentamiento global es una realidad que cada vez más
golpea diversos lugares del planeta y esta situación ha determinado que se vaya
creando un nuevo mapa de riesgo identificando grandes zonas geográficas en
diversos continentes que sufren estragos a causa del cambio climático (http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/naturaleza/2010/10/28/196784.php).
Este mapa ubica al Perú entre los países en los que dichos cambios ambientales
tendrán fuertes impactos que afectarán la infraestructura, la economía y hasta
la vida de sus habitantes. Tal es la difusión y llamado a la conciencia por
esta situación que hasta las hermanas petroleras han apoyado discretamente el
Acuerdo de París y, para sus intereses, han estado promoviendo la investigación
en energías limpias. La decisión del Presidente norteamericano, de manera
bravucona, ha mandado al trasto años de un trabajo sostenido y tenaz sobre la
emisión de gases, no exento de bemoles y errores, pero que iba por un buen
camino.
La situación mundial, ante lo
sucedido, se ha vuelto adversa para nuestra realidad. El calentamiento global,
de manera directa o indirecta, ha permitido que hayan discurrido agua y lodo
atravesando a nuestra ciudad siete veces. La ignorancia, la corrupción, la
dejadez y, ahora, decisiones políticas antojadizas agravan esa triste realidad
y además atentan contra una reconstrucción que ayude a los habitantes de
nuestra ciudad a atenuar las consecuencias graves contra su patrimonio, su
calidad de vida o su vida misma.
Esperamos que haya un giro
político, que apoye a la Academia, a trabajar en una cultura preventiva que se
necesita urgentemente.