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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 17 de octubre de 2021

ENTRAÑAS DE UN PERÚ MUY VIEJO (CRÓNICA DE VIAJE CASMA)




Viernes 08 de octubre. Feriado nacional. Momento para una nueva aventura cercana. Lugar elegido: Casma. El viaje iba a ser toda una nueva experiencia hacia las tierras del sur liberteño. Lorena se sumó a este viaje que nos llevaría a recorrer espacios viejos de nuestro territorio. Pero también un buen tour por la inmensa gastronomía que tiene nuestra nación. Salimos, pues, temprano hacia el sur. Ya hace una década y media, Carmen Ortega y Orietta Brusa hicimos un viaje parecido: estuvimos en Chanquillo, Tortugas y Punkurrí. En esta oportunidad, íbamos casi a repetir el mismo itinerario; sin embargo, nos fuimos encontrando con nuevos espacios y experiencias que iban a dar una nueva tónica a esta breve gira con el pasado prehispánico de los peruanos. Ahora hay otros contextos: Chanquillo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y una pandemia que han enmarcado cualquier actividad que se haga. Premunidos de pocas cosas, nos enrumbamos por la Panamericana norte hacia nuestro primer objetivo: Chimbote. La ruta sigue siendo una pesadilla por las condiciones que tiene esta autopista saturada de camiones (un increíble movimiento de grandes unidades que iban de y venían a Trujillo) y la presencia de rompe muelles en una autopista: creo que nuestro país debe de ser el único que tiene esa peculiaridad, pues he manejado en Ecuador y varios países de Europa y no he visto esa “rara” situación. Además, la entrada o salida (depende cómo la veamos) de Trujillo tiene tantos huecos como las calles mismas de nuestra ciudad. Insólito para una autopista. Uno de los graves problemas es que las autopistas nuestras son rodeadas o atraviesan poblaciones que aparecen por diversas condiciones y, como uno puede percatarse, se suele construir prácticamente en las orillas de las carreteras; en México recuerdo que se levantaban muros en estas autopistas para evitar el cruce intempestivo de personas ante la ausencia de puentes peatonales; en la ruta vimos un par de estos puentes poco usados, pues la gente prefiere cruzar arriesgando sus vidas y la de los transportistas. Y como el tramo hacia Chiclayo, la ruta Trujillo-Chimbote tiene largos tramos en la que la autopista desaparece y se vuelve una marcha lenta y peligrosa de camiones, buses, combis, camionetas, autos y hasta mototaxis. Una locura. Además, el feriado largo hizo que mucha gente viajase a lugares cercanos para cambiar de aires. Pese a todo, no nos amedrentamos. El litoral de Ancash es muy atractivo, pues tiene muchas ensenadas y bahías, algunas de las cuales íbamos a visitar en esta ocasión. Pasado el túnel de Coishco, ya vemos Chimbote que nos recibe con su jardín vivero. Al llegar al óvalo que marca la entrada a la ciudad, ahora puedes tomar la Av. Industrial, totalmente pavimentada y con una ciclovía que hace palidecer los lamentables intentos hechos en Trujillo. Además, tiene una señalización de buen nivel. 

Y esta vía rápida desemboca en la Av. Bolognesi que corre paralela al mar. Así, rápidamente, nos enrumbamos a la Panamericana Norte para salir de la ciudad sin problemas de tráfico. Chimbote tiene amplias avenidas que permiten un tránsito fluido entre el viejo y el nuevo Chimbote. Vimos el ex Hotel de Turistas, al cual queríamos ir el domingo. Quedó sólo en deseo. La Panamericana se estrecha en un buen tramo y eso sí se vuelve tedioso por el alto tráfico comercial que tiene esta ciudad. Pasada la entrada de Vesique, balneario ubicado en otra bella ensenada, volvemos a la autopista. Ya desde ahí seguiremos en un buen tramo de una buena carretera hasta un poco antes de entrar a Casma. Atravesamos en óvalo de la entrada a Samanco o San José de Moro y seguimos en dirección a nuestro primer objetivo para almorzar: balneario de Tortugas. Ingresamos a este lugar por una simpática vía bordeada de palmeras que te dan la bienvenida. Este balneario recibe este nombre por la inmensa isla que se ve en la entrada de esta bahía que tiene forma de caparazón de un quelonio. (Isla Tortuga: es una pequeña isla peruana en la costa del Océano Pacífico, que posee una superficie de 134 hectáreas (equivalentes a 1,34 km²), 2 kilómetros de largo y una altura máxima de 143 metros sobre el nivel del mar, que se encuentra entre la isla Los Chimús y el islote La Viuda, y que administrativamente forma parte del Departamento de Ancash. Posee diversos tipos de aves y un clima tropical. Fuente: https://lugaresquever.com/isla-tortuga). Como Lorena no había tomado desayuno, decidimos desayunar-almorzar en el restaurante de siempre: Costa Azul. Pedimos un cebiche, una chita y una cabrilla al horno. Insuperable. Todo rociado con un par de cervezas para disfrutar de la vida: en el mar, la vida es más sabrosa (y en cierta manera, lo es). Habíamos visto a varias personas pasear por bote y nos dio el gusto de hacer lo mismo. Dejamos la camioneta frente al restaurante y nos dirigimos hacia el muelle desde donde salían los botes. Tranzamos el precio y nos embarcamos para que nos lleven a una playa maravillosa y aislada frente al isla Tortuga: La Gramita. Ricardo Espinoza, autor del libro El Perú a toda costa la describe así: “esta es una bonita y chica playa de arena. Con las peñas de los dos lados, forma una U con los ángulos rectos. Parece el cauce del agua que baja del alto cerro (tal vez si llueve alguna vez) [..]”. Ideal para venir en verano a quedarse un par de horas, mínimo. El balneario va creciendo alrededor de la bahía y se ven conjuntos habitacionales simpáticos; ojalá estén tomando todas las medidas de una buena construcción en una zona de alta densidad sísmica: el placer no debe de ir acompañado del descuido. Las aves guaneras nos acompañaron en nuestro periplo y sólo se aventuró un lobo marino. El periplo fue de casi una hora: bien valió el circuito. 







Cuando retornamos al restaurante para ya partir a Casma, el lugar estaba repleto: de pronto, el balneario se llenó de gente de tránsito y residentes de Casma o Chimbote. Una locura. De haber llegado un poco tarde, hubiéramos tenido problemas con el servicio y otros detalles. Esto nos dio una idea de lo que nos iba a pasar en Casma: hoteles. Al llegar a Casma (está a solo 11 kilómetros de Tortugas), comenzó la búsqueda de hotel: primero Las Poncianas y un precio absurdo para un servicio que no pensábamos usar: una piscina. Luego nos fuimos merodeando hasta dar por fin con uno. Antes, con el fin de ganar tiempo, nos fuimos al Museo de Sitio de Sechín y nos dimos con la sorpresa de que este día no abrían. Como nosotros, hubo varios turistas frustrados para un día feriado. Un poco sentido común para estos casos hubiera satisfecho a muchos. Así que nos dedicamos a buscar un hotel sencillo para una única noche: Hostal El Kairo. Instalamos nuestras cosas. Para dejar el auto, tuvimos que esperar un poco más, así que nos enrumbamos a un sitio que había visitado en mi primera oportunidad en 1985: Puerto Pobre o Puerto Casma. En la historia prehispánica se nombra este lugar. Saco este extracto, por ejemplo: “El presente estudio analiza los cambios en las estrategias de subsistencia en el valle de Casma durante la hegemonía del imperio Chimú (entre el 1350 y 1500 d. C). Para la ocupación inicial del sitio arqueológico Puerto Pobre se observaron diferencias marcadas en el régimen alimenticio. Mientras la dieta de la población autóctona dependió en gran parte de la explotación de los recursos silvestres, las preferencias de los chimús mostraron una demanda hacia los productos manipulados, como el maíz y la carne de camélidos. Los cambios hacia una alimentación uniforme, identificados para la ocupación tardía de Puerto Pobre, probablemente se deben a la convivencia persistente de los dos grupos prehispánicos y a un proceso inicial de aculturación [..]” (https://books.openedition.org/ifea/8020?lang=es). En una pequeña colina hay una placa recordatoria por Juan Noel Lastras. La placa tiene tantos errores ortográficos, lamentable descuido. Lastras es un héroe poco conocido de la Marina Peruana. Murió frente a estas costas. Aquí se narra su sacrificio: “[..] En mayo de 1854 fue enviado con su nave hacia Casma, junto con el vapor Rímac, con la misión de embarcar tropas. Cumplida esta labor, se acordó que, durante el viaje de retorno al Callao, el Rímac remolcaría a la Mercedes, pero casi a la vista de Casma, se rompieron los cables de remolque. La Mercedes quedó al garete y como tenía en pañoles su velamen, el fuerte viento lo arrojó contra la llamada rocanegra. La goleta, que llevaba 800 soldados a bordo, empezó a naufragar. Noel hizo esfuerzos desesperados por salvar a sus hombres y terminó por ser una de las víctimas, pues no quiso abandonar su navío y, junto con otros muchos que se apiñaban en la cubierta, se hundió en el mar turbulento. Su esposa, María de la Cruz Andrade, una de los pocas sobrevivientes de esta tragedia, presenció su sacrifico. Solo un centenar de los soldados que iban a bordo de la goleta lograron salvarse.” (Fuente: https://www.deperu.com/abc/biografias/6419/juan-noel-lastra). Vimos un bello atardecer y la bahía en la que había anclados varios botes. Estaban arreglando el muelle de embarco de la pesca artesanal. Ya el frío nos iba calando los huesos, así que decidimos regresar. 





Ya en Casma, instalamos la camioneta y salimos a cenar. En el paseo boulevard San Martín hay algunos murales que reproducen escenas de Sechín. Llegamos a su plaza de armas donde saboreamos unos ricos helados (antes de cenar..) en la Heladería Caraz, dulzura (así la llamó Antonio Raimondi). Luego de haber comprado agua, nos fuimos a cenar una rica sopa en el restaurante El Tío Sam. Había estado aquí en octubre del 2019 cuando estuve de visita con Galai Ahmed. Esta vez cenamos algo ligero. Lo malo fue la bulla de unos niños que decidieron usar el lugar para desarrollar un poco sus pulmones y voz. Insoportable. El padre se dio cuenta de que nos estaban molestando. Así terminamos la jornada. Estábamos muy cansados. Tras una buena ducha caliente, la cama nos esperaba para una nueva jornada.






domingo, 19 de septiembre de 2021

TOTORALES Y RÍO MOCHE, FIN DE NUESTROS RECURSOS NATURALES (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 19 SEPTIEMBRE)



En las últimas semanas participé en diversas actividades que han abordado dos puntos álgidos: la situación crítica del río Moche y los totorales de Huanchaco. Ambos recursos, vitales para la población trujillana, están al borde de una calamidad ecológica que tendrán, obviamente, repercusiones negativas para la ciudadanía. Y, en cierta manera, esta desconoce el alcance de esta gravedad, sea por indiferencia, ignorancia o complicidad.

El Moche es, literalmente, un río muerto. La cantidad de elementos contaminantes que lleva en sus aguas o están en su cauce lo hacen un peligro, pues sus aguas son usadas para cultivar sembríos de panllevar que hay en los mercados de nuestra ciudad. A lo largo de su extensión hay minas en actividad o abandonadas que han usado sus aguas como lugar de desecho: sus orillas son repositorios de relaves, muchos de los cuales pueden verse a simple vista. Toda forma de vida ha sido eliminada por este tipo de contaminación, agravada en las cercanías de nuestra ciudad, pues sus orillas son vertederos de basura de todo tipo o de desechos de construcción. Al igual que algunas zonas del litoral costero entre Buenos Aires y Huanchaquito, el Moche es un “relleno sanitario” más. Por otro lado, los totorales son un espacio natural cuya existencia permite la construcción de la identidad huanchaquera y, como todos lo sabemos ahora, es la que ha generado toda la industria turística alrededor de los caballitos de totora que usan estos totorales en riesgo. Parte de un gran conjunto ecológico que incluye al cerro Campana, este espacio ha sufrido invasiones, intervenciones funestas y, como el Moche, tiene desmontes en su territorio. La desaparición de estos significará la extinción del espíritu de un espacio geográfico apreciado por su historia viva y sus aparejos históricos que llaman la atención a foráneos y locales. Su extinción significará, a la larga, la muerte lenta de un balneario que ya tiene graves problemas con la erosión que va acabando con sus playas. Huanchaco está cavando así su tumba. Ambos recursos han tenido diversas propuestas de solución; algunas viables, otras no. Sin embargo, algunas medidas fueron tomadas más por criterios políticos o económicos que científicos. Hay realidades inevitables, pero hay otras posibles que podrían abordar estos problemas con más transparencia y eficiencia. Pero depende, también, del criterio político. Las propuestas chocan, también, con fuertes intereses económicos, los que usan todas las estrategias posibles para comprar conciencias ciudadanas y, sobre todo, a algunos políticos cuyas billeteras están ávidas de ser engordadas.

En 2022 tendremos elecciones municipales y regionales. Cantos de sirena empezarán a sonar para que los ciudadanos dirijan su voto: ¿estos serán al “mejor postor”? Hemos visto cuán frágil es la memoria ciudadana al votar. “Grandes” soluciones ahora, grandes problemas del mañana.

domingo, 12 de septiembre de 2021

AYABACA Y LA ODISEA CELESTIAL (CRÓNICA DE VIAJE)

 




Domingo 29 de agosto. Ayabaca. Aypate. Un viaje alucinante entre frustraciones y maravillas. Tesoros y peligros que íbamos a conocer. Salimos temprano con cosas calientes para el frío y la lluvia y dejamos en casa de Vania lo que no íbamos a usar. Recogimos a las chicas de su hotel y nos enrumbamos hacia nuestro objetivo. Para ir a Ayabaca hay dos formas de acceder desde Piura: desde Sullana (un poco más larga y con más tráfico) o por Tambogrande, un descubrimiento personal. En la ida fuimos por Sullana y cruzamos el gran valle fértil que ha hecho de Piura una zona rica en agricultura durante todo el año. Esta zona es conocida por su notable producción de limones y mangos. Con un intenso tráfico que une poblados y zonas de producción nuestra ruta se hizo un poco lenta. De aquí llegas a Tambogrande, ciudad a la que no ingresas, pues tomas la mano izquierda en dirección a Las Lomas, siempre por una buena carretera asfaltada que llegará hasta Macará, la frontera con el Ecuador. La carretera atraviesa muchos pequeños poblados que viven de una agricultura rica y diversa. La carretera nos llevó hasta un puesto de vigilancia fronterizo en el cual hicimos un alto para usar los servicios higiénicos; ahí preguntamos por el camino a Ayabaca y los policías nos indicaron que nos faltaban por lo menos un par de horas; a unos cuantos kilómetros más teníamos que tomar el camino hacia la derecha. Así que seguimos adelante. Pero el paisaje natural se fue poblando por una serie de personas que llevaban un hábito de color morado, el hábito de los fieles del Señor Cautivo. Vania nos comentaría luego que esto estaba pasando ahora, pues en las celebraciones centrales del mes de octubre, la iglesia había decidido restringir dichas celebraciones masivas por temor al COVID19; por esas razones los peregrinos habían decidido hacer su marcha con anterioridad; y esto nos iba a traer algunos problemas en nuestro destino. En el trayecto veíamos personas de todas las edades haciendo la marcha, incluso algunos llevando una cruz de madera. El trayecto es asfaltado hasta un poco más allá de Paimas, desde donde continúa una trocha bastante afirmada, pero con unas curvas espeluznantes. Desde ahí, literalmente, empieza un ascenso marcado hasta llegar a Ayabaca (2,722 m.s.n.m.). Aunque Piura no tiene las alturas colosales de Ancash o la Sierra sur, los caminos sinuosos no dejan de depararnos sorpresas nada agradables. La afluencia de peregrinos que van en buses, mototaxis, camionetas y autos en ambos sentidos hacen la ruta un poco tediosa, pues uno está en permanente alerta por la forma de conducir sobre todo en las cerradas curvas que hay en una zona en la que se halla un pequeño caserío llamado Arreypite Bajo. En una de las curvas nos encontramos con un bus que bajaba a toda velocidad y no hizo sonar su claxon para advertir a otros vehículos como el mío: encontrarse con semejante bus en medio de una curva en ascenso no es nada agradable. La imprudencia se ve reflejada en la cantidad de cruces que pueblan los senderos de esta ruta. Al llegar, después de una ansiada llegada al lugar nos recibió un primer impacto: lluvia. Luego nos indicaron que no podíamos ingresar por la vía principal, pues había demasiados vehículos para el lugar. Nuestros nervios ya estaban crispándose. Ingresamos, a causa de la obligada desviación, por el estadio de la ciudad. Allí empezó otra odisea: tratar de ingresar a la plaza para buscar un hotel. Esto se convirtió en una pesadilla: Laura había intentado hacer reservas para nosotros, pero fue infructuoso; así que a buscar un hotel a esas horas que significaron momentos valiosos perdidos para ir a nuestro principal objetivo: Aypate. Hay una oficina de turismo en plena plaza principal, pero por nuestra urgencia de hotel no fuimos a buscar información y ayuda. Craso error. Por fin hallamos un hotel con precios desorbitantes para una habitación sencilla: 140 soles. A las chicas les quisieron cobrar en otro hotel 100 soles a cada una: una locura y una vil estafa. Otros llaman a esto la ley de la oferta y demanda: el mercado. Saque cada uno su conclusión (algo así como el comportamiento de muchos establecimientos y personas ligadas a la salud en plena pandemia). Luego ir a almorzar: otro error. Los restaurantes estaban llenos y muchos, como sucedió por la noche, agotaron su existencia del día rápidamente. Fuimos a uno recomendado, Tradiciones Ayabaquinas, agotado; buscamos otro y fue la muerte lenta: la carta era un rosario de platos que se ofrecían, pero no tenían disponibles: al final nos conformamos con unos chicharrones de pollo. ¡Salimos a las 4 pm bajo lluvia! Queríamos ir a Aypate de todas maneras, pero decidimos preguntar en la oficina de turismo de la Municipalidad Provincial de la ciudad: la noticia no podía ser más nefasta, pues la carretera estaba en mantenimiento y era abierta por ciertas horas; si nosotros decidíamos ir al lugar, no hubiéramos llegado por el horario de atención y con la posibilidad de que nuestro retorno sea penoso al tener que respetar los horarios de apertura por el mantenimiento. Cabizbajo les comenté al grupo que nos causó frustración y decepción. Incluso se sugirió regresar a Piura en esos momentos. De pronto decidimos ir nuevamente a la oficina de turismo para tener más información y saber a qué atenernos. Nuestra segunda visita fue todo un vuelco. Uno de los jóvenes que trabaja en el lugar, Antony Flores, se ofreció a acompañarnos a un lugar que iba a ser todo un descubrimiento: el Bosque de Cuyas, actualmente reserva natural protegida. Primero nos llevó a conocer la iglesia en la que se encuentra la imagen del Señor Cautivo, razón por la que muchos hacen el peregrinaje a este lugar. Por razones sanitarias, la visita es restringida por lo que tuvimos que tomar nuestras medidas de prevención. La imagen atrae a muchos fieles de todas partes y edades, condiciones económicas e, incluso, es venerado fuera de nuestro país. Hay una leyenda sobre su origen: esta se remonta a 1751, cuando se pidió hacer una imagen en cedro de Jesús; unos escultores se ofrecieron y pidieron como pago que les pasasen alimento, pero que no ingresasen; al día siguiente, los vecinos se acercaron para hablar con los artistas tanto por los alimentos como el precio por acordar, pero no hallaron a nadie salvo la imagen de un Cristo atado. La leyenda dice que fueron ángeles quienes hicieron la talla. Aquí más detalles: https://eltiempo.pe/senor-cautivo-ayabaca-historia-santo-piura-mp/. La iglesia tiene numerosas imágenes de santos europeos como locales y es un monumento de fines del siglo XVIII: hay varios altares interesantes, fuera del dedicado al Señor Cautivo. Hay una imagen de Cristo Crucificado de buena factura en bello altar. Aquí más datos de la iglesia: https://turismoi.pe/iglesias/iglesia/iglesia-matriz-del-distrito-de-ayabaca.htm





Una vez terminada nuestra visita, nos fuimos al bosque de Cuyas (https://www.sernanp.gob.pe/noticias-leer-mas/-/publicaciones/c/bosques-de-cuyas-cuchayo-y-ronsoco-cocha-dos-nuevas-areas-de-122581 ). Antony nos llevó hacia una suerte de estación y en el camino nos fuimos percatando por qué se llama un bosque de nieblas de unas 600 ha. Es una zona con una gran riqueza en fauna y flora. Muchas plantas e insectos aún por estudiar. La visita, en realidad, amerita casi toda una mañana, pero lo que vimos fue lo suficientemente bello como para redimir nuestra pena por no haber ido a Aypate. Al retorno, nos fuimos a una suerte de mirador que se halla en el cruce entre Ñebros y Aypate: la vista fue espectacular. Ahora bien, esta zona amerita mucha atención, pues tiene un ecosistema frágil. El Perú es un país rico en zonas naturales y que acompañan nuestra historia prehispánica. Cuyas también encierra secretos arqueológicos, pues tiene dos cerros frondosos, apus, que fueron lugares sagrados y en uno de ellos se realizaron sacrificios humanos. Somos una cultura vieja que aún no se consolida como nación. Del asombro creo que es momento que pasemos a la acción. Aypate será para un próximo viaje, pues también hay otros secretos como los petroglifos de Samanga. Ayabaca bien vale una misa y la visita a la Oficina de Turismo de la Municipalidad de Ayabaca te puede aligerar el camino. Esta es su cuenta Facebook: https://www.facebook.com/111981006994852/posts/378674313658852/.







Retornamos a Ayabaca a pernoctar. Antes decidimos luego de un buen duchazo caliente. Como comenté líneas arriba, el servicio de restaurantes había colapsado por la presencia de tanto peregrino. Salimos para tener una cena ligera, pero no había muchos restaurantes. Felizmente hallamos un pequeño café que tenía unas deliciosas croquetas con queso de la zona. Vania nos había regalado pan que llevamos desde Piura; en conjunto ese fue nuestra cena.

Al día siguiente desayunamos temprano para estar a la hora de almuerzo en Piura. Nuevamente unos panes con queso iluminaron nuestra mañana, pero lo malo fue el café: Piura tiene en sus tierras uno de los mejores cafés del mundo, pero no hay el hábito de consumirlo y la gente prefiere Nescafé. Una lástima. Nos fuimos a la camioneta y salimos hacia nuestro destino bajo una mañana lluviosa. Sólo saliendo una camioneta nos hizo una señal que no tomamos en cuenta. Ya transcurridos unos 16 kilómetros otra camioneta nos detuvo e indicó que la llanta izquierda trasera estaba literalmente en el suelo, totalmente desinflada. Inexpertos nosotros, tratamos de sacar la llanta y la parte más complicada fue descender la llanta de repuesto, pues el mecanismo fallaba. Pedimos ayuda a algunas personas y, de repente, se detuvo una camioneta de la cual bajaron dos jóvenes: sin perder tiempo, comenzaron a hacer todos los cambios necesarios, expertos pues ellos están trabajando en la rehabilitación de la carretera Ayabaca-Aypate. Gracias a ellos, cuales ángeles llegados, nos ayudaron en todo. Hubo otro vehículo que también bajó a ayudar y un camión nos ayudó con un destornillador que se necesitaba en ese momento. Una solidaridad que la vives en ese momento. Subimos la gran llanta para que nos la cambien en Paimas, donde se iniciaba el asfalto. Nos despedimos de estos dos ángeles anónimos. El descenso fue mejor, pero siempre tomando las precauciones del caso. Es increíble la cantidad de mototaxis que suben y bajan a Ayabaca. La vista es impresionante y la estrechez de la carretera en algunos sectores también lo es. 





Ya llegando al cruce de Montero el camino se agilizó y ya tocamos asfalto hasta llegar a Paimas. Aquí nos sucedió otra anécdota: revisar la llanta y cambiar con la de repuesto. Fuimos a pedir los servicios del llantero quien estaba durmiendo la resaca de las fiestas (30 de agosto). No sé cómo, pero se despertó; comenzó a hacer su trabajo y logró terminar todo a tiempo: hábito. Vimos el inmenso clavo que había atravesado a la llanta. El pequeño poblado se ve aturdido por el tronar de las mototaxis. Estos aparatitos hacen de Piura y de cualquier población (me vienen a la mente Tarapoto e Iquitos, por ejemplo) ciudades y poblados ruidosos. En Paimas trataba de hablar con alguien, pero era acallado por la bulla descontrolada de estas máquinas. Terminada nuestra estancia en este poblado salimos en dirección de Tambogrande, la ciudad por la cual íbamos a ir ahora. La geografía iba cambiando a medida que íbamos descendiendo. Más allá de Las Lomas hay una extensa zona agrícola de intensa intervención humana. Tambogrande ya es una ciudad muy activa, ruidosa y con gran movimiento agrícola. Pese a ser día de fiesta, había profusa actividad comercial. Ya desde aquí a Piura el viaje era más rápido, salvo la entrada a la misma Piura por el intenso tráfico. Nuestro objetivo, y ya con un hambre galopante, nos fuimos a almorzar al Caracol Azul, donde nos esperaban langostas, cebiches, sudados y todas las maravillas que puede dar un mar tan generoso como el de Piura. Una vez concluida el opíparo almuerzo, fuimos a la agencia a dejar a la directora de Chiclayo y nosotros nos fuimos a casa de Vania para dejar las otras cosas y que Laura pueda tomarse un delicioso duchazo. Nosotros nos fuimos a dejar la camioneta y cerrar prácticamente esta buena jornada que nos trajo aventuras y experiencias. Por la noche nos fuimos a ITTSA para retornar a Trujillo. Hasta el próximo viaje.






domingo, 17 de noviembre de 2019

NUEVA VISITA A GOCTA




Lunes 22 de julio. Cataratas de Gocta. El día anterior ya había hecho los arreglos con Eduardo en la agencia para ir a las cataratas. Ambos íbamos a repetir el plato, pero ahora mejores premunidos y preparados para la marcha. El bus salió temprano con muchos turistas de todas partes: había chilenos, franceses, varios peruanos. Maria había decidido quedarse en el hotel, pues estaba fatigada del día anterior y tenía, además, material pendiente de la universidad. Con nuestra mochila, las cámaras y todo lo necesario nos íbamos a recorrer este interesante lugar.
Nuestro destino era Cocachimba, un pequeño poblado que se haya a un poco más de 42 kilómetros de Chachapoyas. La carretera es asfaltada, pero tiene un tráfico intenso por lo que llegar a este lugar te puede tomar más de una hora. Cocachimba hasta hace 20 años era un poblado de 200 personas aproximadamente. Ahora con el boom de las cataratas de Gocta, el lugar ha crecido e, incluso, tiene los mejores hoteles de la Región Amazonas. Gente con mucha visión comenzó a comprar terrenos a muy bajo costo para el futuro boom que previeron. Ahora hay simpáticos hoteles, pues mucha gente prefiere este lugar para descansar, poder visitar las cataratas con calma y dedicarse al “dolce far niente”. La oferta hotelera es buena y cuando estuvimos ahí vimos que estaban llenando su capacidad. Ahora tienes más restaurantes y con variada oferta. Antes de hacer el recorrido, es importante que uno separe su almuerzo, pues íbamos a regresar con mucha hambre (como así fue). En esta oportunidad alquilamos unos bastones de madera que iban a ser de mucha utilidad tanto para el ascenso como el descenso. Nos reunimos todos los viajeros; algunos iban a ir a caballo, otros a pie; nosotros decidimos ir a pie para hacer buen ejercicio. La marcha del día anterior nos había entrenado, así que salimos a buen trote. En el viaje te das cuenta de muchos detalles; los peruanos somos turistas de poco caminar, mientras que los viajeros son de un buen y sostenido trote; en realidad, el extranjero se informa mucho sobre el lugar que va a visitar para no encontrarse con sorpresas. Muchas personas confunden Chachapoyas como una zona selvática en la que hay mucho calor y, luego, sufren las consecuencias. He ido ya varias veces a esta zona y he visto más de un pobre turista muriéndose de frío. Ya preparados y manejando nuestros tiempos, Eduardo y yo salimos a nuestra meta: la catarata. El camino fue tranquilo en un inicio, había aún energías. Casi al inicio, vimos varios fósiles. Felizmente no hacía mucho calor ni había un sol aplastante. La primera vez que estuve desconocía el trazo de este territorio, sus pendientes y lo tortuoso de algunos tramos del camino. Tras casi tres horas de caminata, llegamos a nuestra meta. La catarata es vista desde muchas partes de la ruta; pero, a medida que uno se acerca a la misma, las dimensiones sí son impresionantes. La caída de agua, nos comentan es más abundante y el ancho de la misma más visible en los meses de verano, pues hay fuertes lluvias. Nos habían indicado que este lugar tiene dos sitios a visitar, puesto que el primer “tramo” de la catarata forma un pequeño lago desde el cual cae el segundo “tramo”. Por eso hay un hotel hecho por un norteamericano que falleció sin ver culminado todo su proyecto. Creo que una próxima visita bien vale la pena hacer la marcha desde ahí. El día anterior habíamos visto la trayectoria cuando estuvimos en el Pueblo de los Muertos, que halla literalmente al frente de este notable lugar.






Al llegar al lugar, en esta oportunidad tuvimos más tiempo para disfrutar el lugar y hacer más fotos que la anterior oportunidad. Hubo algunos jóvenes que se metieron en las frías aguas, pero el caso más notable fue el de una señora madura que decidió darse un chapuzón (bueno, eso parecía). Iniciamos el camino de retorno de manera pausada, pues ahora sí había buenos tramos de ascenso. Casi a mitad de camino, nos pescó un fuerte aguacero, justo en el puesto que usan para dejar las mulas de carga. Nos quedamos un rato ahí guareciéndonos, hasta que amainando la lluvia. Continuamos con nuestra marcha y en el trayecto nos encontrábamos con más personas que iban hacia la catarata. Nuestros ponchos de plástico nos salvaron de quedar hechos una sopa. ya casi llegando, hicimos un alto para tomar un delicioso juego de caña de azúcar, tonificante, reparador. Al llegar a Cocachimba, nos fuimos a almorzar pues teníamos un hambre voraz. Lo bueno de estas zonas es la abundancia de sopas y caldos que levantan hasta el más muerto; un buen almuerzo sustancial con trucha frita. Como comentaba al inicio de esta crónica, la oferta de hoteles, restaurantes y cafés ha incrementado notablemente y es una buena señal de desarrollo para los lugareños que han encontrado nuevas formas de ingresos económicos en sus vidas. Incluso las rutas de acceso, aunque aún no asfaltadas, han mejorado ostensiblemente. El retorno fue tranquilo, muchos regresábamos dormitando por el exigente esfuerzo físico desplegado. Aquí datos del lugar: https://www.conservamospornaturaleza.org/noticia/ruta-al-valle-de-las-cataratas/. Otro más: https://www.rumbosdelperu.com/destinos/13-08-2017/travesia-a-gocta-la-catarata-que-toca-el-cielo/. Aquí en una nota del Diario El Comercio, se habla sobre esta catarata y otras en Perú: https://elcomercio.pe/vamos/peru/gocta-cataratas-viajero-debe-conocer-peru-noticia-579133-noticia/?foto=6.



Al llegar a Chachapoyas, fuimos al hotel a ver a María. Había almorzado con la señora Reyna. Muy simpática. Por la noche había quedado cenar con mi exalumno de la UPN, Leonardo Rojas y su esposa. Nos íbamos a cenar a una pizzería que resultó ser todo un descubrimiento: La Esquina Artesanal Pizzería. La carta es muy variada y ha logrado una interesante fusión de la tradicional comida italiana y los insumos de la región usando chorizos de la zona y otros deliciosos ingredientes. Muy bien. Debe de mejorar, eso sí, su infraestructura en servicios para poder satisfacer una buena demanda en una zona cuyo potencial turístico crece cada vez más. Aquí su página: https://laesquinaartesanal-pizzeria-trattoria.negocio.site/.


Luego regresamos a pie a nuestro hotel para descansar y estar listos para nuestro último día. En el camino, Leonardo nos mostró los errores de la intervención hecha en la plaza de armas y su pileta republicana. Nos contó que hay algunos pueblos abandonados que han tenido bellas piletas que datan de la colonia y que se pierden con el tiempo y desidia. Aquí más datos de esta simpática ciudad: https://www.reinadelaselva.pe/pastillitas/28/plaza-de-armas-de-la-fidelsima-ciudad-de-chachapoyas-parte-i.
Así terminamos nuestro penúltima día en Chachapoyas.