Dos sismos han azotado a la
sociedad peruana. Uno físico, geográfico; el otro, sociopolítico.
El domingo 26 de mayo a las
2:41 a.m. una vasta extensión del territorio peruano fue sacudida por un
violento movimiento de 8 grados, según escala Richter. Un verdadero terremoto
que ha golpeado la selva peruana que, aunque no muy poblada, ha generado
severos daños en la infraestructura vial de la zona y algunas regiones de
nuestra sierra (Cajamarca), así como algunas ciudades; por ejemplo, Yurimaguas.
Fue muy extenso, pues asustó a mucha gente en Ecuador y activó alarmas en
Bogotá, Colombia. A menos de una semana
del fuerte movimiento, el viernes 31 de mayo, los peruanos conmemoramos ya 49
años de la tragedia de Ancash. Aunque residente en ese entonces en Arequipa,
este fuerte movimiento lo fui conociendo cada vez más por los limitados medios
de comunicación de entonces: nada de comunicación en tiempo real, solo
periódicos, la radio y las noticias en diferido de la TV. Sin embargo, la tragedia
de Ancash nos golpeó como sociedad, su economía, su tejido social. 70 mil
muertos, medio millón de damnificados y millones en pérdidas materiales.
Terminé de conocer la tragedia cuando conocí a una señora que fue uno de los
niños sobrevivientes de la tragedia de Yungay y cuando fui por primera vez, en
1985, a Yungay. Pese a todo, la zona fue rápidamente atendida e, incluso, hubo
voluntarios soviéticos que dieron sus vidas al caer su avión al mar. Tal
tragedia debería ser una referencia para los jóvenes y niños para quienes este
luctuoso suceso es un hecho más perdido en la confusa historia que aprenden;
quizás este desconocimiento sea el motivo de la poca seriedad con la que los
alumnos de colegios y universidades participan, de manera casi festiva, en un
simulacro. Además, el marco de referencia para todo tipo de construcción que se
hace en nuestras zonas, habida cuenta de que vivimos aún un boom en la
edificación privada y pública. El terremoto de Pisco del 2007, pese a la
ineficiencia del gobierno de turno, debió de haber regulado esto con severidad.
Creo que un sismo real en nuestras ciudades nos mostrará si se tomaron dichas
medidas. Dura experiencia nos espera.
El segundo sismo es político y
social. Es una réplica de un hecho generado en el inefable Congreso de la
República: el rechazo a la destitución e inhabilitación del Fiscal Supremo,
Pedro Chávarry. Este cuestionado personaje ha sido blindado. La reacción de la
ciudadanía fue severa y empujó al Poder Ejecutivo y la Presidencia a solicitar la
segunda Cuestión de Confianza. Esta acción, según la Constitución, tiene dos
salidas: la aceptación de la misma y todo lo que viene con ella (las exigencias
del Referéndum sin atenuantes) o el cierre de este. La impopularidad de muchos
congresistas no les ha ayudado a poder justificar observaciones correctas, que
se desdibujan por los atropellos cometidos por ellos.
Las ondas expansivas
de ambos hechos siguen extendiéndose.