Lluvias, huaicos. Coronavirus.
Dengue. Accidentes laborales, Mc Donald. Suicidios. Palabras que han estado
rondando en los medios en las últimas semanas Precaución. Precavidos.
Palabras que surgen por asociación a las primeras nombradas.
Los diarios y las redes internacionales,
nacionales y locales han reventado con noticias alarmantes de epidemias
expandiéndose o rebrotando en áreas vecinas a nosotros; de cambios climáticos
drásticos que amenazan nuestro patrimonio e, incluso, nuestra vida; de
condiciones laborales tan riesgosas que causan daños, mutilaciones y hasta la
muerte de muchos trabajadores en diversos centros laborales en los que no
habría tanto riesgo de mortandad; de ciudadanos desprotegidos en una sociedad
que cada vez se ha vuelto más aislada, egoísta e insensible gracias al sistema
que nos rige.
Hagamos un espacio de
reflexión para tratar de atenuar algunas de estas consecuencias que, más de una
vez, son por desinterés humano y, en algunos casos, intencional. Esto último,
como tal, convierte la falta en una suerte de homicidio negligente o culposo. Los
daños sufridos en el último Niño costero del 2017 se hubieran atenuado
considerablemente si se hubiese atendido a las voces expertas que, año tras
año, advierten las terribles consecuencias por haber construido en zonas de
alto riesgo (hasta casas de material noble) y no tener un plan urbanístico
regulado. Todas las ciencias, desde la hidráulica y la ecología hasta la
historia y la arqueología, han advertido a todos los políticos del siglo XX y
XXI sobre las consecuencias de haber permitido la expansión urbana en lechos de
ríos que se activan en cada Niño. Pero el populismo, la ambición económica y la
corrupción son más fuertes: tráfico de terrenos y votos proselitistas son la
verdad única que hace que nuestra ciudad y Región asuman responsabilidades que
nuestros dirigentes no son capaces de hacerlo. Además, es sabido que cada
reconstrucción es buena para el ingreso de dinero extra a las arcas de personas
corruptas: nuevas pistas, nuevas carreteras, nuevas veredas, etcétera. Gran
punto pendiente.
En el caso de la salud, el
tema es delicado, pues está ligado a problemas álgidos del tejido social: falta
de educación preventiva, hábitos dañinos justificados por la costumbre, temor,
alarmismo para ganancia de inescrupulosos, higiene personal y social. La
comunicación y educación son las medidas más rápidas y efectivas para atenuar el
pánico. Recordemos que, por medidas populistas del fujimorato en 1991, el
cólera se expandió, pese a las extremas normas que había implantado el entonces
ministro de salud, Carlos Vidal Layseca, quien renunció por no concordar con
las populacheras acciones de Fujimori. Tiene que haber espacios para los
expertos y los medios de comunicación, sobre todo la radio, deben de encabezar
esta acción para dirigir a la población ante cualquier amenaza, como el dengue
o el coronavirus.
Voluntad política y social,
¿las hay?