Preguntaba un amigo tratando
de identificar al o a los culpables del fallecimiento del primer médico peruano
en medio de esta pandemia, en medio de esta locura que está transformando desde
los vínculos sociales más íntimos hasta la economía de nuestra nación. La
respuesta creo que nos atañe a todos.
Desde hace tres décadas y tras
los crasos errores de la gestión de AGP, el Estado se convirtió en una suerte
de paria en la sociedad peruana. Las palabras “estatal” o “gestión pública”
tenían una carga semántica muy negativa, la cual se ha acentuado más gracias a
los múltiples de actos de corrupción, la cual se ha incrustado en todos los
tejidos del aparato estatal, sobre todo en el político y en el judicial. Son
tres décadas de habernos martillado que lo estatal y lo público son lacras
sociales. Casi dos generaciones de peruanos han crecido bajo esa mirada.
El debilitamiento del Estado
ha permitido, tras su desmantelamiento productivo, que surjan diversas formas
de poder económico que, incluso, pueden cuestionar su autoridad. El sistema
impuesto por el Fujimorato no solo desarmó todo lo que pudo del aparato estatal,
sino que supo, además, cómo hacer una sociedad acrítica, hedonista,
aprovechadora, trasgresora, egoísta y poco empática con la problemática
nacional. La palabra del Estado era y es cada vez más débil y carente de
credibilidad y autoridad, tanto de este como de todos los organismos encargados
de ejecutarla. Esto nos permite entender que, incluso, entidades religiosas convocaran
reuniones o la actitud de muchos jóvenes recién empezada la cuarentena.
Una real anomia.
A lo largo de estas décadas
hemos visto crecer poderes alternativos que asumen roles que ahora están colapsando.
El crecimiento de corporaciones en este periodo lo explica. Incluso esto ha influido
en pilares esenciales como la educación y la salud; en el primer caso, se la orientó
al sentido del mercado, modelando las habilidades y capacidades de las personas
con el fin de poder incorporarse en una empresa o crear una, realidades en
total situación crítica por los momentos que vivimos. Habilidades blandas como
empatía y solidaridad no han sido prioridad, justo cuando más las necesitamos y
pueden salvar la vida de varios, incluida la tuya, estimado lector. En la
salud, se permitió una lamentable reducción, cual escarnio social, del sistema
público. Con esta pandemia, enfrenta además la herencia de tuberculosis y
dengue. La sociedad, nosotros hemos permitido llegar a esta situación a través
de políticos electos que aceptaron dichas condiciones; nosotros los colocamos a través de las urnas. Esa es la verdadera democracia; no es un término económico, es un
término social y compartimos todos este sistema. Reflexionemos, además, sobre la
situación de los llamados partidos políticos y sus líderes, los cuales han
demostrado hasta ahora no estar a las alturas de las circunstancias.
Estos son, pues, nuestros 30
años de boom económico.