Un reciente viaje a Chile me ha permitido ver
las distancias insalvables que existen entre la sociedad chilena y la nuestra.
Hondas. Somos países que tenemos muchos lazos en común y una larga historia
compartida, pero que hemos tomado caminos diferentes como sociedades. Chile
quiso ahondar en su cultura cívica, herencia que no han perdido pese a los
duros altibajos que han vivido como país; nosotros hemos decidido caminar
rumbos oscuros como los que estamos viviendo en las últimas décadas y que
explican la anomia actual en la que vivimos. El año pasado cerramos las
conmemoraciones del Bicentenario de nuestra independencia política de España,
momento en el cual nuestro país debería haber mostrado al mundo sus logros como
sociedad, lo que como seres cívicos hemos alcanzado tras doscientos años de
libertad. Muchos países de la región aprovecharon para saldar viejas cuentas
con sus pueblos originarios, como lo hizo Chile o Guatemala; otras querían
mostrar sus avances en su desarrollo social mostrando una comunidad más
integradora y mejorando los índices que calidad de vida de sus habitantes;
otros, mejorando sus sistemas de gobierno. ¿Qué hemos mostrado nosotros, el
país en el que literalmente se logró la independencia definitiva de casi todo
el continente frente a la corona y por la que muchos independistas, tanto
nacionales como foráneos, lucharon? La exhibición de nuestros logros ha sido
triste, pobre, deslucida y hasta vergonzosa. Las oportunidades de asumir un
liderazgo relevante como nación durante estas celebraciones continentales se
perdieron por la inefable casta política que nos ha estado gobernando, de tumbo
en tumbo, y que se agravaron desde el 2016 en adelante: media docena de
presidentes, cientos de ministros de paso sin políticas claras para el país, y
deplorables congresos, cuya última versión ha mostrado su peor faceta: esa es
la realidad de nuestro Bicentenario. La destrucción de la cultura cívica y
política se gestó desde la acción destructora contra los partidos políticos en
los 90 y ahora, dos décadas después, cosechamos esta pesadilla, la que está
permitiendo que el crimen pueda institucionalizarse y defenderse frente a la debilidad
de nuestro sistema judicial. Los hechos lo demuestran día a día. Ese es nuestro
Bicentenario. Y eso es lo que los peruanos estamos enarbolando como nuestros
principales “éxitos”. En Chile veía a la gente preocupada por la violencia que
se ve en muchas ciudades grandes a las que han llegado bandas criminales. Por
ahora, la sociedad se encierra hasta que se organicen y salgan a las calles
para botarlos. Eso espero que hagan. Que no se acostumbren y convivan con
ellos. Aquí, el panorama es otro: aquí ya aprendimos a coexistir con ello, pues
es la casta política que los avala y protege. ¿O a alguien le cabe alguna duda
al respecto con todas las evidencias vistas, leídas y oídas? Este es, pues sin
duda, nuestro Bicentenario: ¿lo aceptamos?
Este espacio ha sido creado por Gerardo Cailloma con el fin de difundir mis ideas y poder compartir con el que esté interesado temas sobre cine, música, educación, viajes, literatura y todo aquella diletancia que produzca placer estético (como el buen comer)
Datos personales
- Gerardo Cailloma
- Trujillo, La Libertad, Peru
- Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 19 de enero de 2025
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