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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 14 de julio de 2019

ALBI, TOULOUSE-LAUTREC, SANTA CECILIA





Miércoles 23 de enero. Un día particularmente frío. Cayó nieve toda la noche anterior. Habíamos ido a casa de Dominique a cenar y había recibido de herencia un buen número de estampillas que su hijo había coleccionado y estaban un poco olvidadas; al llegar a casa las había tratado de arreglar, pero eran muchas. Tuve que tratar de mandarlas por correo, lo cual hice el jueves cuando mandé una caja con libros, revistas, folletos y estampillas. Isabelle salió al hospital a ver algunas pruebas que se hace mensualmente. Tomé desayuno con calma. Esperé a Isabelle para desayunar e ir al centro de La Primaube para ver algunos asuntos y pude preguntar sobre el envío a Perú de libros. A causa de la nieve teníamos que tomar precauciones; íbamos en el auto de Dominique con mucha cautela, pues hay un sector que teníamos que cruzar, Baraqueville, en el cual cae mucha nieve y tras ella queda mucho hielo por el cual muchos autos patinan, se deslizan peligrosamente. Isabelle teme ese tramo. Hicimos la trayectoria para visitar primero a un amigo de Isabelle al cual también se le iba a llevar unos libros y donde íbamos a almorzar. La casa de su amigo Pierre es antigua e inmensa, está prácticamente en el campo. Posee fotos familiares muy antiguas, con antepasados que pelearon en la Primera Guerra Mundial. Tuvimos una buena charla y larga sobremesa. Al llegar, nos recibió un buen sol para esos días de frío que azotaba la zona. En realidad, después de nevar el sol sale radiante y se aprovecha para calentarse un poco.
Retornamos hacia Albi. Llegamos a tiempo para entrar al Museo Toulouse Lautrec. La primera vez que estuve aquí fue en 2010. Hicimos un largo periplo que incluía Cordes-sur-Ciel y Albi. Llegamos a ver la catedral, pero no pudimos ver más que una parte mínima del Museo. Aquí está parte de la crónica que escribí recordando ese viaje (https://elrincondeschultz.blogspot.com/2010/03/viaje-las-profundidades-de-francia-1.html). Esta vez nuestra intención era visitar los dos lugares más relevantes: el museo y visitar nuevamente la Iglesia de Santa Cecilia de Albi. El museo ha tenido cambios a aquel que visité hace nueve años. Pero la colección estaba ahí, así como los diversos elementos de este gran palacio, El de Berbie. O sea, no solo se ven las obras de este gran pintor (carboncillos, pinturas, afiches, bocetos), sino todo el poder que centró la iglesia en esta zona, no solo construyendo este impresionante palacio, sino la portentosa iglesia de Santa Cecilia, que luego visitaríamos. Ambas grandes edificaciones están hechas en ladrillo. Para entrar al museo, se accede por el principal patio que tiene el conjunto. El lugar es sobrio y las personas son muy amables. El palacio alberga esta colección que fue abierta en 1922. Imagino que en sus inicios no se presentaron tantos detalles del interesante edificio que fue evolucionando a través de los siglos. Las obras son acogidas en diversas salas, las cuales tienen su propia historia también. Y hay espacios que son toda una belleza. Además, algunas salas te permiten ver detalles internos y externos, sea hacia los jardines que rodean al edificio o vistas hacia el río Tarn que divide a la ciudad. El conjunto monumental está casi a orillas de dicho río.  Hay una galería que se llama D´Amboise con un techo interesante en su propuesta de trabajo. En la planta superior había una exposición itinerante. Por los pasillos del segundo piso puedes ver restos de la construcción monumental en sus diversos periodos. Es una buena visita para hacer en esta pequeña ciudad que no pasa de los 50 mil habitantes. He aquí un par de enlaces para motivar a cualquiera a la visita del lugar: (http://musee-toulouse-lautrec.com/collection-toulouse-lautrec) que es la página del museo y (https://www.albi-tourisme.fr/es/museo-toulouse-lautrec) de la oficina de turismo.





De ahí nos fuimos, en el poco tiempo que quedaba, a ver la Iglesia de Santa Cecilia que es parte del gran monumento arquitectónico hecho por los obispos de la ciudad. Esta es una catedral impresionante y es el edificio más grande hecho de ladrillos en el mundo. Se comenzó a edificar en 1282 y tomó casi dos siglos en terminarla. La iglesia sufrió daños durante la Revolución Francesa, pues muchas de sus estatuas fueron dañadas y perdidas irremediablemente (casi 80). Está muy ligada a los tristes acontecimientos de la cruzada contra los albigenses, en otras palabras: los cátaros. Esta zona era cátara y esa cruzada contra los “herejes” devastó esta rica tierra, muchos más culta y explotada que la zona norte. Fue la forma cómo también París logró anexarse este territorio que, pese a los siglos transcurridos, no olvida aquellos sucesos que significó su intento de destruir su identidad histórica y lingüística. Esta es la razón por la cual también visité Carcasona, una bella ciudad medieval que fue también asediada y sus habitantes masacrados durante la cruzada entre cristianos. Era una verdadera guerra civil. Volvamos al edificio en cuestión. Por afuera, esta catedral es austera, paredes anchas para resistir asedios frecuentes en esa época. El interior difiere del exterior por el primoroso trabajo que se hizo, con su gran mural del juicio final o el inmenso coro, una verdadera obra de arte. El conjunto posee una sala del tesoro y una gran cripta bajo el coro. Es importante acompañar con un texto la lectura tanto de las imágenes como las pinturas y murales. Esta iglesia quiso reunir el mayor número de reliquias, esto es, restos de santos y santas, entre sus muros. En el salón del tesoro ves varias de estas, siendo la más interesante el cráneo de Santa Cecilia. Era costumbre de la antigüedad que cada iglesia o convento tenga reliquias para poder generar un culto masivo e, incluso, un peregrinaje que beneficiase al centro religioso con donativos y otras avituallas. Ahí tenemos el caso de Santiago de Compostela, que adquirió un carácter de marca de identidad para luchar contra el islam. En el Perú, el caso más famoso es el del cuerpo de Santa Fortunata que se encuentra en la catedral de Moquegua. Santa Cecilia es una construcción impresionante, la iglesia descuella en la ciudad y permite ser vista desde muchos lugares. Es una marca de la ciudad y de la región. He aquí más detalles de esta bella e imponente iglesia (https://www.ecured.cu/Catedral_de_Santa_Cecilia_de_Albi) (https://www.monestirs.cat/monst/annex/fran/migdp/cscecil.htm). 







Una vez concluida las visitas, nos fuimos a hacer algunas compras en el supermercado que está sobre el estacionamiento subterráneo del lugar y regresamos a Rodez.






domingo, 14 de marzo de 2010

VIAJE A LAS PROFUNDIDADES DE FRANCIA (1)

Cierto es que uno asocia Francia con París. Automáticamente en nuestro imaginario simplista y práctico, nuestra recordación hace un viaje corto a la memoria para buscar las imágenes de un lugar denominado, una palabra nombrada, una pregunta hecha. Lastimosamente para Francia (lo mismo como Perú con Lima), todo un bello y apasionante país, se focaliza en una sola ciudad. Las políticas centralistas en nuestros países rindieron su fruto en prejuicio de las demás zonas de nuestras respectivas naciones.
Pese a lo anterior, la mayoría de mis amigos franceses y los no franceses que viven en Francia no viven  precisamente en la urbe; viven en la provincia (como yo en Trujillo, no en Lima) y a pedido de mis amigos, me fui al sur, me fui al AVEYRON. Con Olivier, quien es del sur, de GARONNE, nos fuimos a TOULOUSE, la ciudad más importante de la zona. Este viaje iba a ser un notable descubrimiento para mí; iba a ir a la tierra de los cátaros y los templarios, a una de las rutas del camino a Santiago de Compostela, un viaje al Medioveo y las catedrales románicas y góticas del lugar, a la buena comida y los excelentes quesos, y un viaje a ver grandes personas y grandes amigos.
Salimos de París en TGV, por la mañana; con toda la calma que un tren a gran velocidad te puede llevar, cruzamos la extensa llanura hacia Orléans y luego a Bordeaux. Llegamos a Bordeaux casi a mediodía y mucha gente dejó el tren; un poco más  de una hora más tarde íbamos a llegar a Toulouse donde ya nos esperaba Isabel,  quien había venido desde Rodez para recogerme. Se acercó a nosotros para darnos la sorpresa cuando salíamos de la estación. Decidimos esperar a la mamá de Olivier mientras comíamos algo: el hambre apretaba. Con Isabel salimos rápidamente de Toulouse, ya que el trayecto es más o menos largo; las autopistas francesas te llevan a tu destino a toda comodidad y no estaba abarrotadas de autos como era el caso de París. Mi llegada fue un sábado, tranquilo, reposado 30 de enero. Isabel me iba a recibir con quesos, panes y un poco de vino. Es increíble cómo se las arregla para poder seguir su vida, pese a la diabetes que la molesta. Me tenía separada una sorpresa: esa noche me iba a llevar a un baile de un club, en el cual la gente practica mucho el baile. Y así fue, una gran comilona de platos de la región (pollo a la cacerola, fantástico, relleno), con postres y rociado de vino; y luego el baile. Hicieron una presentación a lo medio oeste, vestidos a la usanza, todos bien cronometrados; luego la fiesta en sí. Una amiga de Isabel, muy entusiasta, pidió al hombre-orquesta que convocara a la gente de la fiesta a bailar la danza de la zona: la bourée. Se armaron grupos de 2, 4 hasta 6 parejas. Se lo tomaron a pecho. La gente aquí es muy orgullosa de su pasado; aunque ya en las ciudades no se habla occitano, aún hay palabras que se cuelan en el hablar y muchos sí dominan el dialecto. Es el peso de la historia. Bailamos, bailamos hasta la una de la mañana, a salir el frío helado nos cortaba la cara y tuvimos que limpiar el parabrisas congelado con una caja de plástica. La necesidad es madre de la inventiva.

El último día de enero, Isabel me había preparado una sorpresa. Me iba a llevar a ese impresionante mundo de los cátaros, los odiados y poco entendidos renegados de la Iglesia de esos siglos: los herejes albigenses (de la zona de Albi), además vistos por los inquisidores como heréticos por haber tenido toda una organización dogmática poco comprendida. El peso de este pasado casi anatematizado se ve en raros mensajes como el que se lee en el folleto que compré en la magnífica iglesia de Santa Cecilia en Albi.


Con Isabel nos dirigimos hacia Albi en camino a una maravilla histórica: Cordes- sur -ciel. Desde
la carretera en lo alto de una elevada colina el viajero puede distinguir Cordes, toda amurallada. Como no era verano, el mar de turistas no nos iba a acompañar, por lo que nuestra visita fue tranquila y pudimos ver la pequeña ciudad (convertida en una zona para artistas) construida en el siglo XIII para ver sus palacios, sus grandes casas, las almenaras desde sus murallas y la quietud de estar en un sitio que carga mucha historia. La ciudad vio su esplendor , pero fue amenazada por la haberla identificado como un centro de artesanos herejes o cátaros. En el lugar hay un pozo muy profundo (113 metros, pones una moneda de un euro para iluminar todo lo largo del pozo) en el cual se dice que se arrojó a 3 inquisidores. Según me contaba Isabel, aún hay gente que habla occitano, el nombre de esta pequeña ciudad en esa lengua es Còrdas. Aquí más datos: https://www.lonelyplanet.es/blog/cordes-sur-ciel-el-pueblo-preferido-por-los-franceses. 
El almorzar fue toda una odisea: siendo domingo y en invierno, casi no hay movimiento turístico; al descender nos dimos con la triste realidad que ya no había lugar para almorzar. Compramos fruta y unas pequeñas galletas, más el queso que teníamos para engañar el hambre. Pese a todo, se puede decir que Cordes es uno de los pueblos  más bellos de Francia ( https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/viajes-sur-francia-cordes-sur-ciel/20190102164758158850.html). Premunidos de energía nos fuimos hacia la otra meta de ese día: Albi.


Esta ciudad resultó toda una sorpresa: la catedral que tiene, Santa Cecilia, es un monumento eclesiástico que tiene trazos de todos los movimientos arquitectónicos de la zona. Románico, gótico, renacentista. La inmensa construcción empezó en 1282 y casi concluye en 1515; sufrió embates de la revolución francesa y su última gran restauración fue en el siglo XIX. Al exterior, la iglesia tiene toda la fachada románica, inmensas paredes con columnas adosadas. Es un monumento fácilmente perceptible a la distancia. Tiene un inmenso y bello coro, pero lo más interesante es el inmenso mural del Juicio Final en el que se ve una zona reservada a los cátaros. La guía que compré para tener una información exacta habla que esta iglesia se construyó para salvar la fe de las herejías. Lo interesante de la guía es que no tiene un autor identificable, dice.. "los sacerdotes de la parroquia". Una de las cosas más impresionantes de esta visita fue recordar cómo la fe católica se construye, como toda religión, por mitos y percepciones. La iglesia cuenta con un pequeño tesoro en el cual se halla algunos restos óseos de santos y santas, hay una urna que tiene los huesos de un brazo de un santo. Cuestión de fe. Leía que este edificio es el más grande del mundo hecho en ladrillo. Es una inmensa y apabullante construcción. Otro dato interesante que leí al lado de la imagen de Sta. Cecilia es el hecho que por un error de mala interpretación de un texto, esta santa se convirtió en la protectora de la música. Ella no cantaba, ni tocaba un instrumento, ni mucho menos. Fue una caprichosa lectura de un texto en su honor que se creyó entender que ella cantaba a Dios; parece ser que sólo oraba.
Ya apretados por la hora, salimos con Isabel para ver el museo de Toulouse-Lautrec, quien (no nos olvidemos) era de origen noble y cerca, muy cerca a la catedral está un museo con gran parte de su obra. Había visto algo en el Museo D´Orsay, pero lo que hay aquí es impresionante. Mas el tiempo no nos permitió ver mucho, vimos sus grabados y algunas pinturas mayores, en el sótano había mucho más y vimos unos cuantos afiches, técnica en la que fue todo un maestro.
Un poco desconsolados,. salimos a comer algo; antes fuimos a unos jardines que quedaban a orillas del río Tarn, que se encuentran a las espaldas de la gran iglesia. Bello paseo con sus puentes a la distancia.
La cocina francesa no tiene pierde. Lo que mis ojos no pudieron disfrutar , mi boca lo hizo. Francia es un paraíso para eso.
Isabel me estaba guardando más sorpresas para los días siguientes.