El viernes pasé mi primera vacuna. De manera ordenada y con poca gente, íbamos avanzando para ser inoculados; había pocas personas y pregunté a una doctora que nos atendió por qué había poca gente; ella nos comentó, apesadumbrada, que muchos ciudadanos no quieren vacunarse por temor a los efectos que estas puedan causar según habían oído. Cuando me comentaba eso, recordé ese programa en el que un periodista y un médico generaron tal desasosiego y dudas entre tantas personas mayores. El miedo funcionó; muchos compatriotas quizás hubieran podido evitar enfermarse e, incluso, salvar sus vidas; ese par de personajes siniestros sigue sus vidas sin remordimiento.
Sabemos que en toda campaña
electoral la verdad es la primera sacrificada en estas contiendas. La invención
o tergiversación de hechos personales, familiares o partidarios pasan por los
comentarios escritos u orales entre la gente; eso es lo usual. Lo malo es
cuando ya pasa a publicaciones reconocidas con sesgo tendencioso. El problema
se agrava cuando la manipulación de datos cruentos oculta la verdad en desmedro
de identificar y analizar el problema más profundo: narcotráfico; además, causa
un profundo agravio, como es en este caso, contra los familiares de las víctimas,
así como la grave situación en la que se deja a las personas comprometidas en
la investigación (jueces y otras autoridades): todo esto confluye en el
luctuoso evento acaecido en una pequeña localidad de la convulsa zona del VRAE.
Extrañamente, la difusión de este hecho no fue por canales oficiales y su
manipulación ha dejado desconcertada a mucha de la opinión pública que trata de
no contaminarse de la locura mediática de estos días. En vez de abordar ese
complejo tema que corroe la sociedad, los grandes medios de comunicación están
optando por realizar campaña con un descarado y escandaloso manejo subjetivo de
la información. Es sabido que nuestros medios informativos no son un dechado de
profesionalismo periodístico imparcial, pero un poco de decoro sería bueno para
evitar tocar fondo. La semana que resta será campo minado en el que la mentira
y medias verdades relucirán de diferentes formas, más de un bando que de otro,
obviamente. De uno solo escucharemos y leeremos sus propuestas; del otro, sus
“maldades”. Después de haber escuchado las insólitas preguntas que le hicieron
algunos reporteros a Richard Webb sobre su identidad y la temática que iban a
abordar, uno se pone a pensar en manos de quiénes está la información que nos
debe de llegar en momentos cruciales. Panorama incierto por venir.
PD. Juan Manuel Ochoa, Jaguar en el imaginario popular, ha muerto. Conversamos largo y tendido en su visita durante nuestra segunda versión del Festival de Cine Peruano de Trujillo. Hablamos de amigos comunes, cine y algunos proyectos que quería desarrollar en nuestra ciudad. Murió como ese villano entrañable que tenemos en nosotros: luchar por uno mismo. Buen viaje.
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