El pasado domingo había
escrito un artículo titulado Apocalipsis mediático. Exactamente una semana
después, el coronavirus ya está instalado y avanzando en nuestro país. Desde
entonces, la cifra de infectados ha ido creciendo exponencialmente, tenemos cuatro
fallecidos, un nuevo ministro de Salud y un prácticamente toque de queda que se
va haciendo cada vez más riguroso. También vamos viendo comportamientos
erráticos e inmaduros de muchas personas, así como instituciones y empresas que
han velado por sus intereses más que por el bienestar de sus trabajadores, sus
familias y la sociedad en general. Esta situación, insólita y extrema, está
sacando los demonios de la sociedad. Muchas personas han tenido reacciones
absurdas contra las acciones tomadas por el Gobierno ante una situación nunca
vivida y, por lo tanto, no tenemos ningún marco referencial aplicable en su
totalidad a nuestra realidad. Cada país está buscando una u otra forma para
poder afrontar esta crisis que no solo está llevándose vidas; sino economías
personales, empresariales y nacionales.
La insania social empezó con
un manejo inadecuado de la información que generó una estampida de consumidores
compulsivos de papel higiénico y gel con alcohol, ambos materiales poco útiles
para la prevención. Ver a hombres y mujeres cargando planchas de papel
higiénico daba más la sensación de una diarrea colectiva como una reacción de
pánico ante la llegada del famoso virus. La semana previa al domingo 15,
diversas instituciones actuaron correctamente cancelando reuniones,
presentaciones, eventos diversos; sin embargo, los espacios de alta
probabilidad de contaminación, como discotecas o bares, siguieron sus
actividades. De manera individual, muchos siguieron comportándose como si nada
estuviera pasando u otros, inconscientes, han hecho, de esto, un festival o
vacaciones de desenfreno. Ambos ruines tipos merecen nuestro total desprecio.
El manejo de la información ha sido deplorable; las redes sociales se han
vuelto las “verdaderas fuentes de la verdad” (con casi un 90 % de información
truculenta y falsa) y abrió los temores de una población de poca o nula
formación cívica y que ha crecido en una cultura del individualismo y egoísmo. Por
ejemplo, la reacción de vecinos de Huanchaco contra la familia que tiene a una
joven infectada es una muestra de ello. La ignorancia es más efectiva y
alimenta el miedo, bien aprovechado por muchos para sus intereses.
Así surge el rumor del
desabastecimiento, situación que genera mucho malestar. Se habla de ayudar al
pequeño comerciante que muchas veces no tiene los medios para hacer frente a los
supermercados. Pero la bajeza del aprovechamiento de varios de ellos les va a
pasar una amarga factura en el futuro. Nula solidaridad con los ciudadanos de a
pie; estos les responderán de igual forma.
Tenemos un nuevo Congreso
amorfo. Debemos de ver el daño de la corrupción. Este tema lo debemos discutir
la semana entrante.
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