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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 15 de marzo de 2020

APOCALIPSIS MEDIÁTICA (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 15 DE MARZO)


El coronavirus llegó al Perú. ¡Hay que salvar nuestros hijos, hay que matar a todos los enfermos y comprar todo el papel higiénico y botellas de gel que haya para poder proteger con estos a mis párvulos embadurnándolos y envolviéndolos como una momia egipcia! ¡Los venezolanos la han traído, bótenlos al mar! ¡Ya hay 38 contagiados y el curita ya murió! Pero ¿por qué el gobierno toma medidas tan drásticas como cancelar las clases de mis hijos del colegio y la universidad? Pucha, o sea que por culpa del virus ya no podré ir al estadio a ver al equipo de mi corazón, ni compartir un par de chelas con un solo vaso con mis patas; no vale. Y no podré ir a celebrar mis fiestas patronales, ni cargar el anda en la procesión. ¡No es justo! Así es cómo, lentamente, la incongruencia y una suerte de insania se han comenzado a instalar en la psique social de los peruanos y de todas las personas, en general.
La situación del coronavirus ha desnudado la sociedad peruana, no solo en su parte política y legal, sino en lo social y antropológico. Así como hay actos altruistas, hay también manifestaciones del lado más ruin que puede ocultar una persona. Desde el punto de vista gubernamental, las acciones tomadas han sido las correctas: primero evitar que millones de niños (no hay mortandad entre ellos, pero son agentes conductores) y jóvenes adquieran el virus, sea por los encuentros en aulas escolares, sino en el pésimo servicio público privado, pues miles de vehículos sucios (combis, colectivos, micros, buses de 25 años de antigüedad o más) llevan como ganado a estos grupos sociales hacia y desde sus destinos. ¿Cree uno que diariamente estos vehículos son limpiados con desinfectantes? Viajar apiñado es exponerse a contraer, más que el colegio o universidad, el dichoso virus. Es raro que no se haya abordado este tema. ¿Muchos intereses de por medio? Ahora queda en las conciencias de padres y madres no exponer a estos en sitios masivos; la gente tiene graves problemas de comprensión, pues tergiversan los mensajes enviados por los medios correctos. Muchas lecciones positivas se pueden sacar. Si la familia refuerza lo aprendido por los niños en aulas sobre la limpieza, habremos dado un gran paso. La pelota está en el terreno familiar.  Por otro lado, las acciones de apoyo al sector productivo son correctas en la medida de lo posible. Podemos volver a una suerte de normalidad, si es que acatamos las reglas. Italia fue una muestra del dejar actuar libremente y ahora acarrea el desastre que tiene. Pero un matiz centralista relució inicialmente; todo a Lima. Ahora ya han descentralizado las unidades de análisis a las grandes ciudades. Ojalá hubieran actuado así con el dengue, tan lejos de Lima, tan lejos.
Se reclama agua. Ahora es el turno de los políticos. Dirigir el gasto hacia zonas de alto riesgo es despilfarro. Desde 2017, estamos esperando que actúen correctamente nuestras autoridades locales. ¿Lo harán?

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