La semana pasada, un artículo
aparecido en el semanario económico en un diario de la localidad daba cuenta
del atraso e, incluso, retroceso de diversos indicadores de nuestra ciudad y
Región, frente a otra con la cual existe (debería de ser así) una sana
rivalidad y que nos permitiría tener un buen horizonte para trabajar en
conjunto. Estos deben de ser tomados como referencia inmediata para que Trujillo
y la Región La Libertad en su conjunto acorten esta brecha en un lustro. Esa
sería desde ya un buen comienzo.
Sin embargo, el día a día trujillano
es un espacio en el que vemos con desazón y frustración cómo nuestra calidad de
vida se va deteriorando a pasos agigantados. Eso hace que muchos ciudadanos
tomen decisiones trascendentales para sus vidas. Por estos días, una pareja de
amigos ha decidido dejar Trujillo definitivamente por varias de esas
lamentables razones. A ellos les va bien económicamente. Sin embargo, para
ellos Trujillo ha dejado de ser un lugar atractivo para vivir y parten
decepcionados de ver tantas oportunidades perdidas.
Quiero exponer algunos
ejemplos en los cuales, la carencia de una madurez cívica ciudadana y la
ausencia de autoridad han sido las principales causas del deterioro de ciertas
condiciones básicas para mejorar o empeorar la calidad de vida de los
ciudadanos. Un ejemplo inmediato personal es el del ruido: nadie protesta por ello
y la respuesta usual es que este quehacer ruidoso es parte de nuestra
idiosincrasia (¡). Esto permitiría entender la indiferencia de ciudadanos y
autoridades no solo ante la cantidad de ruidos molestos generados por el
tráfico y el comercio en general (no solo el centro, sino cualquier rincón de
la ciudad), sino el generado por entidades públicas de cualquier índole. El
caso concreto al que me refiero es el del Colegio Liceo, institución “educativa”
que tiene una banda militar en un espacio inadecuado para su aprendizaje y
ensayos. Los momentos empleados por esta institución para los ensayos de la
banda es entre las 8 a 10 de la noche, con la consiguiente perturbación de los
residentes de la zona. Es, en otras palabras, un mal vecino, pues no vela por
la tranquilidad de los habitantes de la zona. El respeto es un valor que
debería ser enseñado en toda institución educativa y estas acciones son todo lo
contrario. El ruido genera daños en las personas. Pero hay algo concreto y
sensible para todas las personas: genera pérdidas económicas. No solo en salud
de los pobladores (estrés), sino que la propiedad circundante se deteriora
sensiblemente al tener como vecino un lugar que genera ruido molesto. Imagino
que eso sucederá con hoteles que tienen clubes sociales o salas de baile
cercanos.
Esperemos que la Municipalidad
Provincial de Trujillo (MPT), a través de la Unidad de Fiscalización y Control
del Servicio de Gestión Ambiental de Trujillo (SEGAT) intervenga en este asunto
Se puede empezar por esto. Derecho
ciudadano inalienable y sentido de autoridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario