Sábado 19 de enero. Melissa y
yo nos levantamos temprano para dar una última vuelta por la ciudad, hacer unas
compras e irnos a Montpellier a visitar a Ibrahim y Olivier a quienes no veía
por años.
Tras un reparador desayuno en
nuestro hotel, salimos a caminar a hacer compras, como se suele estilar en los
pueblos y ciudades francesas y europeas: nos fuimos al mercado. Pero no nos fuimos
a un súper, sino a los mercadillos de pueblo, estos que se instalan en las
plazas y parques de una ciudad grande como en París o Toulouse; o en las pequeñas
como en Carcassonne. Esta es una costumbre antigua y es un modelo de actividad
que todas las culturas practicamos. Es el lugar donde las personas compraban,
conversaban, se enamoraban e, incluso, arreglaban sus cuentas del bajo mundo.
En el mundo medieval, eran precisamente estas ferias de mercado, las que iban construyendo
el burgo, la famosa ciudad y su clase que la fue habitando y poblando más y más,
los burgueses. Los villanos se fueron convirtiendo en burgueses. Esa vieja
tradición la estamos matando con el concepto de los malls o supermercados. Pero
uno no encuentra la suciedad que suele caracterizar el mercadillo en nuestras
ciudades en el Perú, sino que están ordenados y siguen estrictas medidas de
seguridad e higiene. Uno compara la desgracia en la que se ha convertido La
Hermelinda en Trujillo en cualquiera pequeña feria en Francia, España u otras
ciudades y veremos la diferencia. O los mercadillos de pulga con los lugares en
los que te venden objetos robados e, incluso, debes de ir a buscar tus espejos
robados e indicar a esos comerciantes inescrupulosos el lugar y hora del
posible robo de tus objetos, como es el caso de Tacora en Trujillo.
Como cualquier ciudad antigua,
Carcassonne se ubica a orillas de un río, el Aude, el cual cruzamos el día
anterior para llegar de nuestra visita de la Citadela y la ciudad amurallada. Cerca
al río se encuentra la Plaza Gambetta, lugar en el que se ubicaba nuestro
hotel. El frío estaba arreciendo. En la plaza hay varias estatuas e, incluso,
un pequeño tiovivo o carrousel, el cual estaba inactivo por ser invierno. Es una
plaza llana, rodeada de árboles y de bellas casas monumentales. En la esquina
como yendo a la calle principal del casco viejo, Rue de Verdún, se halla el Museo
de Bellas Artes de la ciudad. (Musée de Beaux Arts de Carcassonne). Pero, es
bueno saber quién es León Gambetta,
el hombre que le da nombre a esta plaza. Fue un abogado de la Tercera República,
quien se opuso a Napoleón III y que tuvo ideas que ahora para nuestra sociedad
se considerarían caviares: separación de la iglesia del estado, fin de los
monopolios, sufragio universal y la abolición definitiva de los títulos nobiliarios.
Fue presidente de la Asamblea Nacional y Primer Ministro de Francia. Bastante anticlerical,
exigía secularizar todas las actividades públicas de este país. La plaza tiene,
pues, un justo nombre. Entramos a la calle Verdún. No quisimos entrar al museo,
pues el tiempo nos era corto y teníamos que ir a Montpellier. El museo tiene
sus joyas como se muestra aquí (https://carcassonne.org/article-page/le-musee-des-beaux-arts-de-carcassonne);
hay pinturas de Ribera, el españoleto, Courbert, Chardin, Gamelin (una sala
dedicada a él), otra dedica al poeta André Chénier, quien fue decapitado
durante la Revolución Francesa por haberse opuesto al periodo de terror de
Robespierre (https://jamletinculto.com/2017/07/25/tres-poemas-de-andre-chenier-que-te-haran-viajar-en-el-tiempo/).
Para la próxima visita. Siempre está París, como decía Ricky. Seguimos nuestro
andar hacia la plaza en la que se encuentra el restaurante donde habíamos
cenado el día anterior, la Plaza Carnot. Esta también se llama la Plaza de las Hierbas
y en el centro de fuente de Neptuno, hecha en mármol. No supe si la esta plaza
lleva el nombre del revolucionario Lazare Carnot, quien fue un ingeniero y político
(https://www.ecured.cu/Lazare_Nicol%C3%A1s_Marguerite_Carnot)
o de su hijo Nicolás, a quien se le considera el padre de la termodinámica,
quien murió muy joven y su obra había caído en el olvido, pese a que pudo poner
al día a su país en el proceso de industrialización , el cual era dominado por
los ingleses y los alemanes. (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/carnot.htm).
Después de recorrer todos los puestos posibles entre verduras, hortalizas y
quesos, Melissa decidió comprar, por último, unos pasteles que se llaman Gaufres
para llevar a casa de Ibrahim y Olivier. Melissa ama los mercados, ella sabe
cómo buscar entre esa interesante maraña de productos aquellos que te van a dar
una rica sopa, un delicioso guisado o una ensalada de ensueño. Melissa hablaba
con los vendedores de manera muy cordial; esa actividad que se vive en los mercados
está muriendo por la presencia de los supermercados en los que ese roce humano
está extinguiéndose lentamente. A veces la única conversación es con el cajero
en el mejor de los casos. Melissa está feliz cuando está hablando con otras
personas y el mercado es ese espacio vital de una ciudad.
Pero Carcasona tiene
más cosas que ofrecer; seguimos caminando por la calle Verdún de retorno al
hotel para sacar nuestras cosas. En el camino entramos a la Oficina de Turismo
donde compré algunas cosas simpáticas entre ellas un libro para principiante
para conocer más la lengua occitana en proceso de rescate. El libro se llama Les
mots des Occitans de Michel Piquemal y Nathalie Louveau. Es un diccionario de
palabras frecuentes de esta lengua, más cercana al catalán que al francés. Palabras
como Mescladis (melangé en francés) es muy parecido a mescolanza en español. El
plato típico, el cassoulet, viene de la palabra Caçolet. En Toulouse había comprado
una versión de Astérix en occitano. Hay una campaña para revitalizar esta
lengua que la oyes en varios lugares como en el metro de Toulouse, por ejemplo.
Sacamos algunos folletos para tener una mejor idea del lugar. Ya en camino al
hotel vimos un espectáculo simpático: una cofradía llamada Mesnie des Chevaliers du Fitou,
integrada por gente vinculada a los viñedos, a la producción de vinos, son
viticultores de una vieja data y cuyos orígenes se remontan a la edad media.
Estaban celebrando una ceremonia en vía pública y muchos de sus integrantes estaban
vestidos de acuerdo a la tradición de esta hermandad. Eso es lo que gusta en
Francia, el presente y su rico pasado conviven en tantos espacios de este viejo
país (http://www.confreriesdulanguedocroussillon.com/lamesniedescheva/index.html).
Entramos a una pastelería, la Rémi Touja, que tiene una presentación de pastelería
de alto nivel. Esta ha ganado varios premios en las exigentes competencias
francesas y europeas; y con mucha razón. Compré unos pasteles para llevar a
Montpellier. Un poco caros, pero el precio lo vale. Esta pequeña pastelería ha
ganado varios premios en su rama en categorías muy exigentes en la gastronomía
francesa. Perfecto. Incluso se la recomienda para saber pecar con placer. (https://www.antena3.com/novalife/recetas-cocina/cinco-hotspots-gastronomicos-que-visitar-carcassone_201810065bb8e3a20cf2d1cab972d1aa.html).
De ahí nos fuimos a nuestro hotel a recoger nuestras cosas para ir a Montepellier.
Teníamos que llegar a almorzar en casa de nuestros amigos. Aquí dejo más reseñas
de este interesante lugar (https://www.carcassonne.es/que-ver/bastida-de-san-luis/).
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