Las primeras manifestaciones
vivas, rápidas y directas que tiene un visitante de una ciudad son su sistema
vial y en el manejo de sus ruidos. A través de estas, el foráneo tiene una
radiografía inevitablemente fortuita de sus habitantes, pues son las maneras y
convenciones cómo los ciudadanos, Trujillo en este caso, nos interrelacionamos
diariamente.
He tenido oportunidades de
constatar cuál es la primera impresión que algunos visitantes se llevan de la
ciudad. Recuerdo una ciudadana norteamericana invitada para una conferencia en
una universidad local y su reacción nos sorprendió mucho; desde el taxi que la
recogió del aeropuerto hasta su retorno al terminal aéreo para regresar a su
país estuvo aterrada durante el trayecto o cuando iba por nuestras pistas y
calles: la intrepidez insana de los conductores, el estado deplorable de muchos
vehículos de transporte público o privado, el uso indiscriminado del claxon y
las radios a todo volumen, más el caos la aterrorizaron.
El retiro de más de doscientos microbuses vetustos es un grano de arena en el caos vial actual, pero es un
buen comienzo. Hay gente interesada que estas operaciones no se lleven a cabo,
sea por demagogia o por intereses económicos mezquinos. Los plazos para su
retiro han sido negociados por diversas tiendas políticas no en beneficio de la
ciudad, sino en la contabilización de votos o la posibilidad, que ahora cabe,
de actos corruptos oscuros que pudieran haber beneficiado a una u otra parte.
La liberalización del transporte por el fujimorato ha tomado caminos dentro de
un concepto de libre mercado que nos está dejando estos monstruos
incontrolables. Y esas mismas hidras económicas hacen inválidas diversas
ordenanzas para regularizar el tránsito de nuestra sufrida ciudad. Un ejemplo:
cada vez es más frecuente ver mototaxis que ingresan osadamente por la
periferia del centro histórico, muchas de ellas portando calcomanías que las
ubican bajo un paraguas de grupos de extorsionadores. A través de esta maraña
también salta el fantasma de la corrupción al ver entes del poder judicial
emitiendo amparos judiciales a líneas de transporte o, lo más terrible, la
posibilidad de circulación de choferes que acarrean varias multas en su haber.
Recuerdo que hubo el caso, entre varios, de un chofer que atropelló a varias
personas e, incluso, mató a una anciana, y el criminal seguía conduciendo,
aduciendo que era el pan que llevaba a sus hijos diariamente. La extorsión de
los sentimientos es algo que los peruanos sabemos trabajar en contra de
nosotros mismos.
La Municipalidad debe de crear
un buen servicio público “público”, no privado que solo buscan lucro y pocas
veces se preocupan del usuario o peatón. Esperamos el día en que solo halla
buses articulados, tranvías modernos o un metro que saquen de circulación a
tanto vehículo pequeño (buses, micros y combis) contaminante (ruido y esmog) y
arma asesina potencial en mano de tanto chofer inescrupuloso. Larga marcha.
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