Lo sucedido el último jueves 02
en Trujillo desnudó totalmente a toda una ciudad de casi un millón de
habitantes que teóricamente debería haber tenido una capacidad de respuesta más
efectiva ante este fenómeno pluvial ocurrido, puesto que hasta hace menos de un
año la ciudad y la Región entera estuvieron ejecutando diversas obras de
prevención ante un fuerte fenómeno del Niño ampliamente voceado durante el
2015, tanto así que diversas actividades fueron elevadas a alerta amarilla,
como sucedió con el año escolar en todo el Norte peruano. El fenómeno en sí se
manifestó levemente y no tuvo el temido impacto que iba a golpear toda
actividad humana en el Norte y específicamente nuestra Región y ciudad. Los
efectos se vivieron en otras regiones del planeta. Uno al leer los diarios de esos meses puede obtener información que da
cuenta de las obras planificadas (algunas quedaron inconclusas, parece ser) e
informes de monitoreo que iban y venían sobre las medidas preventivas que se
hacían para el agro y sistema vial departamental, así como las que se iban
tomando en una urbe que guarda en sus recuerdos los daños infligidos sobre sus
habitantes en 1982 y 1998. Las autoridades de entonces estuvieron alerta hasta
declararse oficialmente culminado en el mes de mayo del año pasado. Ergo, todo
el país mantuvo, en teoría, su atención y precaución ante una grave ocurrencia hasta
hace ocho meses.
Sin embargo, casi medio año
después, lluvias de regular intensidad (no son las que un mega Niño trae) han
mostrado de manera abrupta que todas aquellas voceadas prevenciones no han
cumplido con su objetivo. El Estado había destinado una buena partida
presupuestaria para ser ejecutada por el Estado mismo, los Gobiernos regionales
y locales. El Gobierno de ese entonces había destinado presupuestos para
medidas preventivas durante el 2015 y para reconstrucción en el 2016. El dinero
estaba destinado a limpiar y mejorar de cauces de ríos, construcción de muros
de contención, sistema vial, entre otros. Los resultados no pueden ser tan
buenos si hemos tenido esta situación casi desastrosa que estamos viviendo y
que tiende a agravarse. La pregunta es qué se hizo.
Lo de Trujillo como
ciudad sí es lamentable. Las lluvias desnudan una gran verdad: nuestro sistema
vial va camino al colapso. Entre rompemuelles y la carencia de drenes, la
ciudad se convierte en un gran charco que incrementa la molestia por la lenta
evaporación de las aguas estancadas y el peligro latente de un rebrote de las
no pocas enfermedades endémicas de la Región, como el dengue. Pero además están
los ciudadanos que somos poco conscientes de cómo actuar en estas situaciones:
el caos generado en el tráfico casi rayano al salvajismo es una muestra de lo
poco preparados, en general, que estamos. Los trujillanos nos convertimos, a la
larga, en una gran parte del problema. Vayamos a cambios necesarios de
estructuras sociales y mentales.
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