En torno a la marcha “Ni una menos”, han surgido comentarios
positivos y negativos tanto desde afuera como en el interior del círculo de
personas sobre las cuales recaerán los efectos de esta. Los cambios sociales
que deben de ir surgiendo en cualquier sociedad son cambios lentos y difíciles;
llevan su propio ritmo. Algunas veces estos cambios son acelerados por voluntad
popular como la famosa Revolución Francesa o el Mayo del 68. El movimiento
hippie de los 60 fue una reacción paulatina que devino en un cambio necesario
en la sociedad norteamericana de entonces, en la que la guerra de Vietnam era
uno de los detonantes principales que exigían un reacomodo urgente de diversos
actores sociales. Los cambios deben de ir madurando en el grupo social para ir
despojándose de paradigmas aprendidos por décadas y que se convierten en
lastres enraizados en los entes sociales más insospechados. El término
“machista”, por ejemplo, no es imputado solo al varón sino a muchas mujeres que
enseñan, bajo ese filtro, a los demás miembros
de la sociedad; en este caso, a sus hijos. El desarrollo de la equidad
de género ha tomado un largo camino y aún le falta mucho por recorrer, puesto
que lo más difícil no va a ser crear leyes o condiciones para que estos
derechos puedan prevalecer. Lo difícil va a estar en el cambio de la mentalidad
de una sociedad que, quiérase o no, sí ha sido homogénea en considerar ciertos
roles y posiciones estructurales como naturales e inalterables,
incuestionables. Incluso desde diversas manifestaciones sociales, como la
lengua, hay diversos ejemplos que muestran en su organización e interpretación
un mundo orientado hacia lo masculino. Aún a las mujeres que trabajan se les
reclama el hecho de que posterguen su maternidad u otros roles para las cuales
fueron “creadas”, como algunos líderes religiosos sostienen muy sueltos de
huesos. Para muchos historiadores, la segunda Revolución Industrial fue una
partera de los movimientos feministas, los cuales surgieron con movimientos
socialistas o comunistas, los que no veían con buenos ojos el despertar de las
mujeres en el nuevo orden social. Peor aún fue en los sesenta cuando la mujer
comenzó a controlar su fertilidad a través de la píldora anticonceptiva por la
cual surgieron miles de detractores. Solo basta ver toda la turbulencia actual
con la píldora del día siguiente. Y son, muchas veces, las mismas mujeres que
“lanzan el grito al cielo” por haberles permitido acercarse más a su
independencia.
Esta marcha puede tener una repercusión poderosa en la
sociedad urbana peruana, en el pensamiento colectivo, en la visión de nuestra
sociedad. Se espera que esta no sea un evento social, ni un encuentro de
amigos, ni la oportunidad para que
muchos fanáticos de la virtualidad se dediquen a cazar Pokemones durante esta. La
posibilidad de estropear o debilitar sus objetivos radica en gestos de sus
participantes.
Y, sin embargo, se mueve.
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